La llamada profesión más antigua del mundo (sofisma laboral) resulta que en
los tiempos modernos ha variado sus formas y morales, ya que como muchos
aspectos de la vida social, dentro de su práctica, el nivel más bajo y común
sería la prostitución de calle y el nivel más discreto y al parecer más
aceptado es el de acompañantes sexuales de élite.
Lo que podría justificarse desde
una necesidad económica o pobreza extrema hoy ofrece una rápida posibilidad de
riqueza y ascenso a placeres humanos (bienes y servicios) a las nuevas
generaciones femeninas. Hoy, aunque suene radical, todas las mujeres del mundo
están expuestas a la atractiva
tentación de cambiar su sexualidad por dinero, es decir, ser oportunistas
sexuales.
Los estratos del poder y el
dinero tienen un alto y escandaloso consumo de sexo ilegal o amoral, hasta el
punto de que el tráfico de menores de edad para estos fines no deja de ser
noticia. No hay países pobres o ricos, desarrollados o subdesarrollados, porque
esta realidad trasciende fronteras. Muchos políticos, empresarios y tristemente
hasta religiosos (no solo católicos) viven
en un submundo moral de lujuria, alcohol y drogas; porque sí, muchos veces el
sustento de estas realidades proviene de capos del narcotráfico.
Llama la atención como los
testimonios de jóvenes que han logrado salir de estas vidas o han sido rescatas
de esta explotación y esclavitud no hablan de secuestro y violación, sino de
una estrategia que parte de las emociones y la psicología. De ese sueño de ser
reconocidas como hermosas, deseas y atendidas. Un tema donde la autoestima
pareciera estar por el piso y estos depredadores, citando a San Pedro, “andan
como león rugiente buscando a quien devorar”.
Eso me ha hecho pensar y aceptar
algo que cuando estudiaba en la universidad me negaba a reconocer. Un día un
profesor universitario nos dijo en su cátedra estas palabras: “Todos tenemos un precio” y añadía que
probablemente en algunos era muy alto pero cualquier aspecto moral de la vida
era doblegable desde el poder con la ayuda del dinero. Me rehusaba aceptarlo
pero cuando uno escucha historias como las del Chapo Guzmán y su vinculación
con modelos, actrices o personas del arte, mujeres que a cambio de dinero o
poder daban libremente placeres
corporales a este hombre nada agraciado y que hoy hasta marca tendencia de moda
por las “camisas del chapo”, vemos
que aquella radical y ofensiva afirmación de mi profesor tenía bases.
Solo una cosa detiene tanta
hambre y sed de mundo: “El hambre y sed
de Dios”. Es como lo reza el salmo 41(40) “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti,
Dios mío”. Así, no es el dinero el que marca la pauta ni el poder, es nuestra
sed y nuestros conceptos de cómo calmarla. Quien busca mundo el dinero puede
darle todo. Bajo esa línea cualquier mujer podría ser llevada a la cama por una
buena tajada de dinero. Pero quien busca a Dios el dinero es inútil, estéril,
hasta absurdo. Quien mantiene conceptos de santidad, gracia y eternidad en su
línea de primeras necesidades comprenderá aquella respuesta de Jesús a Satanás
cuando este le tentaba desde el hambre, Jesús le dijo: “No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca
del Señor”.
Si nuestras jóvenes no conocen y
entienden el mensaje de Jesús están muy expuestas a convertirse en instrumentos
de placeres para enfermos sexuales, sádicos y pedófilos. Si nuestras jóvenes no
viven y entienden el papel de Jesús en nuestra historia de salvación están
expuestas desde el internet, las modas y la sociedad a vivir en destiempo
experiencias sexuales vacías, pobres y en casos más miserables aún ser usadas
por nada. Porque la prostituta recibe dinero a cambio de sexo pero quien
entrega su sexualidad solo por placer queda expuesta moralmente a conceptos y
adjetivos de: fácil, ligera, mujerzuela,
regalada.
En María, finalmente, hay un
concepto puro y claro de la riqueza de la virginidad, la gracia del no pecar y
sobre todo de tener la mirada solo puesta en Dios, porque como señalaba Santa
Teresa de Jesús: “…solo Dios basta”.
¡Luchen padres de familia!,
luchen porque el enemigo es astuto y hábil. Entra con razones de mundo y en el
mundo no hay razones para no dejarlo entrar. Solo Dios detiene su accionar.
Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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