El divorcio es un proceso
emocionalmente difícil pero sigue siendo, lamentablemente, la batuta para solucionar
muchas diferencias de parejas casadas. Esta realidad se agudiza en los procesos
de formación de hijos pequeños, sobre todo cuando el tema de la custodia y
rellenos de vacíos de ausencia son compensados con aspectos materiales y con la
eliminación de la palabra NO para evitar complejos mayores.
Explicaba una señora mayor que el
éxito de sus años de matrimonio había sido el hecho de que ella se educó en los
tiempos que cuando las cosas se dañaban no se botaban sino que se arreglaban (lo escuché en una predicación de Fray Nelson
Medina en youtube); y la educación de un hijo fundamentada en la evasión al
dolor y el sufrimiento suele ser un vacío de realidad que chocará duramente con
su vida adulta.
Partiendo del hecho de que los
hijos son un tesoro invaluable considero ese tesoro merece toda la atención de
los padres por formarlos, no confundiendo amor con consentimiento, amor con
aprobación a todo, amor con evasión de lágrimas. Una vez escribí, y lo comparto
con ustedes amigos lectores, esto: Nadie
que te haga sufrir merece tu amor pero si no sufres por nadie no sabes lo que
es amar. Esto separa el amor cruel del amor vinculante, el que nos
preocupa, el que nos desvela.
Los hijos necesitan conocer más
el NO que el SI en su etapa formativa, porque el NO es el que esculpe, moldea,
da forma. Un dibujante sabe por dónde pasará sus trazos pero a la vez tiene
cuidado de NO pasar los límites que su creatividad tiene bien definida. Eso
hace que su labor sea quizás lenta, de horas pero gracias a ello su obra de
arte queda hermosa.
Niños que mandan a los padres,
que no tienen capacidad de empatía, que no entienden un NO porque no pueden ir
mentalmente más allá del objeto deseado, es decir, no son capaces de entender
que las cosas cuestan y el dinero cada vez es más difícil obtenerlo. Niños
autómatas con tanta tecnología, con deficiencias de lectura, con conductas en
espacios públicos molestas, con mínima capacidad de atención y que en fases de
silencio se sienten como locos ante el vacío del no oír, niños que no saben separar
el trato hacia los adultos que hacia sus contemporáneos, niños que mienten, que
gritan, que vulgarizan su lenguaje, erotizados por medios de comunicación y
redes sociales, niños de Dios secuestrados por el pecado.
Los hijos de padres separados
deben vivir su realidad, una realidad que no los hace menos merecedores del
amor de Dios pero tampoco acreedores de su lástima. Niños que deben conocer los
errores de sus progenitores, respetarlos como sus figuras de autoridad y tratan
de no repetir esos errores en sus aspiraciones familiares, sacramentales y de
vida. No teman, estimados padres, que sus hijos los reconozcan como personas
que se equivocan, no luchen parejas divorciados por sus hijos en una suerte de
ganarse más el cariño de sus hijos a punta de regalos, consentimientos y
complacencias, porque aunque ustedes hayan decidido tomar la decisión de
separar sus vidas (decisión que se respeta pero que se debe saber no representa
la voluntad de Dios) sus hijos tienen el derecho a aspirar una vida matrimonial
y familiar bendecida por Dios. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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