Sigue Francisco haciendo lío en
el mundo, en el pensar propio (católicos) y ajeno (no católicos). Cada frase
que pronuncia Francisco pareciera una amenaza para la doctrina, las leyes, los
mandamientos. Pareciera que Francisco debilita la Iglesia con esa constante
invitación relativizada de no llamar al pan, pan y al vino, vino. ¿Es así?
Imagino, esa misma percepción la
tuvo el pueblo sacerdotal judío. Saduceos y Fariseos se sentían amenazados con
ese Jesús que comía con publicanos y prostitutas, que parecía no condenar a
nadie salvo a ellos y sus leyes de piedras que les enfriaban los corazones y
que <no estimulaban la conversión de
los pecadores>. ¿Cuál fue la reciente “torta” de Francisco?, ratificar
una pregunta periodística que sugería que la Iglesia debía pedir perdón a los
homosexuales. Francisco responde añadiendo y como dando la razón: “no solo a ellos sino a cualquiera que pueda
haberse sentido de esa forma”. ¿Esto significa que Francisco eliminó el
pecado de los actos homosexuales?
Veamos
Una de las cosas que más criticó
duramente Jesús a los religiosos de su tiempo era esa dureza de corazón para
juzgar a las personas y evitarles tener una cercanía con el amor de Dios.
Recordemos frases duras como estas:
“Atan cargas pesadas y las
ponen sobre la espalda de los demás, pero ellos mismos no están
dispuestos a mover ni un dedo para levantarlas.” (Mateo 23,4)
“¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Les cierran a los demás el reino de los
cielos, y ni entran ustedes ni dejan entrar a los que intentan hacerlo”
(Mateo 23,13)
Jesucristo no se estancaba en el
pecado, no era el pecado el que condicionaba los milagros de Jesús ni sus
gestos de amor, porque si ese hubiese sido el requisito para acceder a él NADIE hubiese podido hacerlo salvo su
santa madre María.
¿Qué busca Francisco con estos
diálogos de acercamiento?, ¿confundir?, ¿hacer un terremoto doctrinal en el
Iglesia?, pues creo que lo que busca principalmente es brindarle a pecadores la
oportunidad de acercarse a Jesús y con él ver sus propias conciencias y
motivaciones. Los mejores practicantes de la fe católica que yo he conocido son
los que provienen de una conversión profunda, ese antes y después que les llevó a renunciar a cosas que a simple
vista parecían irrenunciables. Solo Cristo tiene ese poder, ni tú ni yo lo
tenemos.
Francisco llama al pecador, no lo
aleja. Por eso pide perdón, lo hace por ti y por mí, y en lo particular me
honra su mediación que me incluye como Iglesia. Porque un homosexual, un(a)
divorciado(a), un abortista, un asesino, un corrupto, una prostituta, etc, esos
también necesitan de Dios, como tú y como yo.
¿Ser homosexual es pecado?, no.
Como ya se ha explicado y lo aclara el olvidado e ignorado catecismo de la
Iglesia Católica, la homosexualidad es una tendencia que requiere
acompañamiento, tolerancia, respeto. ¿Dónde está el pecado en la
homosexualidad?, en los actos homosexuales, en las relaciones sexuales entre
personas del mismo sexo. Siendo así, no podemos negar que ha existido y existe
intolerancia en algunas parroquias y grupos; personas que por solo sabérseles
la tendencia ya son excluidas o marginadas, sin profundizar en sus vidas.
¿Por qué pedir perdón?, porque el
pedir perdón es un gesto de necesaria negación al ego, del reconocernos
pecadores. Pero este mensaje no se cierra con el gesto de pedir perdón, ¿nos perdonan los excluidos, entre ellos algunas
personas con tendencias homosexuales?
Si a ti, hermano(a) homosexual,
Jesús te dijera que debes perdonar a la Iglesia y acercarte a ella ¿lo harías?
Ese es el verdadero cierre de ciclo que le da sentido a ese “pedir perdón”. ¿Cuántas
veces debo perdonar a la Iglesia?, podrías preguntarte. Y Jesús te diría: “Setenta veces siete” (Mateo 18,22), o
sea, siempre. Si no perdonamos ¿de qué sirve que exijamos perdón?, ¿es acaso un
perdón que busca humillar, doblegar o dar aires de superioridad?
Conocer solo el lado oscuro de la
luna no te da un concepto global de ella; así mismo ocurre con la Iglesia, con
el amor o con la vida. La Iglesia es un camino para llegar a Jesús,
particularmente diría el más seguro. Pero pasa, tristemente, por el filtro de
nuestra humanidad y nuestras propias miserias. Pero tu meta es llegar a Jesús,
aunque ese andar saque ampollas en los pies o rasguñe nuestra piel de heridas
espinosas de discriminación e insultos.
La pregunta, en grados invertidos
(180º), cabría también para los radicales del movimiento LGBT, ¿Debe el
movimiento LGBT pedir perdón a la Iglesia por tantas ofensas, sacrilegios,
profanaciones y heridas?, si la respuesta es sí, tendrán la certeza de que
obtendrán el perdón; ¿por qué?, porque de nuestro lado hay un sacramento, un
signo sensible de la gracia de Dios, que nos obliga a perdonar, porque
cristiano que no perdona y juzga no es cristiano, es un tirano que busca
administrar el amor de Dios. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
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