Es sorprendente como la vida
puede cambiar en cuestiones de segundos. Te forjas metas, sueños, anhelos y en
cierta forma encaminas tus esfuerzos para poder llevarlos a cabo.
Cuando Ana y yo decidimos
casarnos el 07 de junio de 2013 emprendíamos un sueño de años, muchos años
juntos. Yo inclusive le decía que ella me sepultaría viejito. Pero dice el
Señor: “mis pensamientos no son tus
pensamientos, ni tus caminos mis caminos” (Isaías 55). La clave en todo este
asunto no es cruzarnos de brazo ante la voluntad de Dios, tampoco de vivir en
una suerte de trance manipulable, se trata de confiar en Dios aceptando los
cambios de rumbos, se trata de no obstruirnos en nuestras soberbias y
conceptos.
Ana me ingresó a la clínica el
viernes 1ro de abril y jamás pensamos que saldría de ahí el sábado 09 de abril
en un carro fúnebre. No era ese el plan de nuestro amor, no eran esos mis
deseos y sé que tampoco los de ellas. Pero es que el camino a la muerte es como
un proceso de parto que sencillamente se da aunque te opongas, y se da porque
nacemos para morir y morimos para vivir la eternidad.
El corazón lo tengo arrugadito. Su
alimento emocional llamado Ana hoy no
lo encuentra. Mi corazón se acostumbró a amar a una sola mujer, amarla de
verdad. Así al comprender que su viaje, el de Ana hacia la eternidad, no tenía
sino pasaje de ida y sin acompañante, vino una suerte de colapso afectivo, de
entregar por obediencia lo que es difícil de entregar: su vida no me pertenecía, solo me fue confiada.
Moisés debió sentir algo similar al
llegar a la tierra prometida, saber que su misión estaba cumplida pero que él
no entraría en ella. Es complejo luego de tantos esfuerzos cambiar tu estatus
de casado a viudo, pero más complejo es explicarle al corazón que ya no tendrá
a su lado a su amor.
No estoy molesto. Triste sí, y
mucho. No siento rabia, frustración sí y mucha. Me atormenta quizás saber cómo
el tiempo puede ser tan indiferente con los recuerdos. Eso que el tiempo hace
de que al pasar los días, meses y años el dolor y el recuerdo parecieran irse
desvaneciendo en intensidad. Eso que hace el tiempo lo llaman: sanar.
Ana me amó y eso me conforta. Amé
a una mujer que me amó. Una mujer que se entregó a mí con confianza, fidelidad,
respeto y me hizo ser mejor persona. Sin Ana no hubiese conocido los extremos
del amor. Amar desde el dolor, el sufrimiento, la tristeza, la enfermedad. Mi
matrimonio fue una tesis de vida y espero todo el que encuentre su pareja
entienda que no solo de lo bello se nutre el amor sino también de aquello que
amenaza, incomoda y causa dolor. Como escribí una vez:
“Nadie que te haga sufrir merece tu amor pero si no sufres por nadie no sabes lo que es amar”
Seguiré viviendo en este misterio
de vida que aún me queda por descifrar. El tiempo de Ana terminó temprano, pero
quien
tarda para morir demora para vivir. Así que Ana es prematuramente
feliz, eternamente feliz. Te amo mi ángel, mi cielo, mi todo. Y mi corazón
siempre develará que yo, tu esposo Luis, amó con locura a un ser especial,
único e insustituible. Dios te bendiga mi amor, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
Que fuerte Luis, le tuve mucho cariño a Ana y como muchos campamentista dicen; fue nuestra mamá, no pude asistir al velorio ni al entierro, pero he estado pendiente de las informaciones, sinceramente me siento perturbada porque se fue alguien que representó momentos importantes en mi vida y no pude ir a despedirme, espero que encuentres el consuelo que necesitas en la oracion, no será facil yo misma lo experimente con la muerte de un hijo pero el tiempo hace q nos resignemos y sanemos y lo que quedará serán los maravillosos recuerdos de los momentos vividos.
ResponderEliminarTus palabras fueros inspiradas por el Amor que nunca muere. “El único que no pierde a sus seres queridos es el que los quiere y los tiene en Aquel que no se pierde." San Agustín Almas del purgatorio: rogad por nosotros que nosotros rogaremos a Dios por ustedes
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