domingo, 4 de octubre de 2015

CARTA ABIERTA AL SACERDOTE KRZYSTOF CHARAMSA



EL HIJO DEL HOMBRE NO TIENE DÓNDE RECOSTAR LA CABEZA, PERO USTED SÍ

Leyendo su reciente revelación en donde no solo confesó que era homosexual sino que lo practicaba con una pareja, una de sus frases que me llamó la atención  fue cuando dijo, según reseña del portal de noticias Aciprensa, lo siguente: “Estoy dispuesto a pagar las consecuencias, pero es momento de que la Iglesia abra los ojos ante los gays creyentes y entienda que la solución que les propone, la abstinencia total de la vida del amor, es inhumana”.

Solo tomaré parte de este declaración suya para desarrollar lo que, en mi pobre conocimiento y condición pecadora, le deseo transmitir. Es bueno usted reconozca que lo señalado tendrá consecuencias y también es justo que reconozca que las mismas las deberá pagar. No por el hecho de que la Iglesia Católica, en sus autoridades y en especial en la figura del Papa le puedan prohibir hacer, sino porque ante la mirada de Dios, la principal mirada que le debería importar, también deberá rendir cuentas.

La Iglesia no ha tenido la mirada cerrada o distraída para las personas que profesan la homosexualidad. El catecismo de la Iglesia Católica, el cual estoy seguro usted debe conocer mejor que yo, le dedica a los homosexuales un espacio (2357, 2358, 2359); y el amor de Jesús les abre todo su corazón. Pero no lo hace, ni Dios ni la Iglesia, con una suerte de lástima o de excepción misericordiosa, lo hace porque en la condición de pecadores e hijos de Dios, las puertas del amor de Dios no se cierran para recibirlos y acogerlos, corregirlos y enderezar sus rumbos.

La Iglesia no propone la castidad como una “solución” a la homosexualidad, sino como un recurso para mantener la gracia, para no perdernos en las debilidades de la carne y para poder devolver algo del sacrificio que a nuestro redentor le costó muerte y muerte de cruz.

En algo que usted afirma puede uno pensar que tiene algo de razón. “La abstinencia total de la vida del amor es inhumana” Y es que el llamado del amor, el que nos invita Dios, es sobrenatural, es para santos, es para personas que “renuncian a sí mismos, toman la cruz de Cristo y le siguen” (Mateo 16,24). ¿Y es que en sus palabras no se trata de esto padre Charamsa, de la permanencia del yo por encima de Dios?

Jesús señalaba: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia”. (Juan 15,19) Y es que ese es el problema, que queremos seguir a Jesús con los placeres del mundo, con las pasiones del mundo, con las miserias finitas que nos ofrece la vida.

Llama la atención que la corriente moderna de los LGBT exigen a la Iglesia cambio, adaptarse a las realidades de los nuevos tiempos. Esta petición confiesa mucho y dice bastante. Porque al llamar al cambio, no a volver, quiere decir que se reconoce que la voluntad original de nuestro Creador no es la que hoy los LGBT reclaman a la Iglesia.

Usted ha roto dos votos: castidad y obediencia. Fue su <yo> el que nos habló a través de los medios. Usted en su doble condición de pecado vio una posibilidad con el sínodo de la familia y con las posturas alejadas de la doctrina de algunos padres sinodales, los que le invitaron, por una sugerencia del enemigo de la verdad, abrirse a esta vergonzosa situación que vivía. Y no se lo digo porque yo sea menos pecador que usted, sino porque al contrario de usted los pecados que vivo me duelen y trato de vencerlos, aunque no siempre triunfe en mis batallas.

Pero tan hermosa es la Iglesia y tan rica en misericordia que siempre habrá para usted un tiempo para el perdón, tiempo que le durará mientras viva y cuyo reloj de arena ya está corriendo. Ya lo hizo público, los medios seculares enemigo de la fe lo usarán como bandera, lo invitarán a programas, tendrá sus minutos de fama, pero pasada esa efervescencia y siguiendo la Iglesia siendo lo que es y será quedará usted solo con su realidad. Y el tiempo pasará y cuando el fin esté cerca, ya no será la homosexualidad ni la heterosexualidad, no serán los conocimientos teológicos (que entiendo no son pocos en usted) los que le salvarán, será su fidelidad a Jesús y el hambre de santidad que le reclamará su alma. 

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a la gente sencilla”. (Mateo 11,25)

De corazón lamento tantas heridas que se le hacen y se le siguen haciendo a la verdad, pisoteada por un mundo lleno de soberbia y poco sacrificio. Dios le conceda, por la intercesión de María Santísima, el tiempo para rezarle al Padre el salmo 50(51). Dios le bendiga, nos vemos en la oración.


Lic. Luis Tarrazzi

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