En democracia y libertad de
expresión todos tenemos derecho a decir nuestras ideas, pero así como existe
el derecho a expresarlas también debe existir el derecho a refutarlas.
Es alarmante como con el pasar de
los años, en tiempos de modernidad y tecnología, la clara línea que nos
separaba de los animales a nosotros, los seres humanos, se ha hecho cada
vez más estrecha. Recientemente el Papa Francisco aludía a los peligros de
preocuparnos más por los derechos de los perros que de los niños o los seres
humanos.
Su caricatura, Sr. Pinilla, que
por cierto utiliza elementos del cristianismo como la aureola de santidad
colocada encima de la cabeza de un gorila con la leyenda: “Falla la seguridad del zoológico de Cincinnati, los padres descuidan a
su hijo y yo fui la amenaza a la que había que acribillar”, al verla y
leerla pensé: “¿y si hubiese sido mi hijo,
qué hubiese hecho? O quizás: “¿si hubiese
sido el suyo Sr. Pinilla?” ¿No debería alegrarnos que se logró salvar la
vida de un niño de tres años arrastrado salvajemente por un animal de 180 kg de
músculo puro?, pues no, al parecer la noticia es que acribillaron a un pobre
gorila por la incompetencia de un
zoológico y el descuido de sus padres.
Pero sí Sr. Pinilla, los
accidentes ocurren. No sé si sean muchos los padres que sus hijos no se le
hayan perdido por minutos u horas o se les hayan caído, golpeado, pero los
accidentes ocurren. Ocurren porque de hecho toda la vida es un constante lidiar
con percances, con decisiones que a veces involucra tomar prioridades y
sacrificar otras. Así como el reciente caso de la periodista chilena, Javiera
Suárez, que esperando su primer hijo le acaban de detectar cáncer de mama algo
que como usted podría suponer Sr. Pinilla implica decidir entre la vida de la
madre o la del bebé, ya que un tratamiento de quimio en mujeres embarazadas es
prácticamente una muerte segura para el bebé en gestación.
¿Qué hizo el Gorila para merecer
la muerte?, reaccionar como un animal, a sus instintos. ¿Es culpable?, no, es
un animal.
¿Debe el niño sentirse culpable
por la muerte del Gorila?, no, es un niño, un niño que a sus tres años no logra
tener un discernimiento claro entre lo peligroso y lo seguro. ¿Responsabilidad
de sus padres? Sí, pero un descuido que afortunadamente no tuvo un desenlace
fatal y que es parte de la vida, parte
del ser humanos.
Podríamos discutir si es correcto
o no, provechoso o no, que estos animales no estén en sus hábitats naturales,
podríamos discutir si los niveles de seguridad del zoológico son evidentemente
perfectibles, pero no podemos perder el enfoque de que se logró salvar una vida humana. ¿Por qué no durmieron al Gorila con dardos?,
porque como explica la fuente CNN en español: “descartando la opción de inyectar tranquilizantes al gorila ya que por
su peso, el sedante tardaría en hacer efecto y la penetración del dardo podría
alterar aún más al animal, reaccionando en contra del pequeño”.
Colocar una aureola a un gorila y
colocarlo en el cielo lo ubica en un hábitat tan ajeno para él como lo sería el
mismo zoológico, quizás porque si de verdad los animales tuvieran conciencia de
ir al cielo y llegaran ahí no emitirían una absurda queja por su muerte, porque
la característica de la santidad, representada en la aureola colocada por usted
en su dibujo, es la dicha de estar con Dios. Como diría Santa Teresa de Jesús: “Tan alta vida espero que muero porque no
muero”.
Yo me quedo con la vida salvada,
lamento la muerte de este animal, pero agradezco a Dios que se logró salvar una
vida humana. No perdamos el norte del ser humanos.
Dios lo bendiga, nos vemos en la
oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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