La Eucaristía es "el sacramento de nuestra fe", así se profesa en cada celebración eucarística y así lo enseña nuestra doctrina católica. Sobre este misterio de amor entendemos que Jesús está presente a través del milagro de la transustanciación y que para recibirlo debemos estar en estado de gracia o solo con pecados veniales, los cuales la misma Eucaristía borra, sin dejar a un lado la necesaria conciencia de nuestro estado de gracia.
En paralelo sabemos que cuando se tienen pecados mortales, existe otro sacramento a través del cual Dios borra esas faltas y nos deja habilitados para recibir el cuerpo de Cristo. Y finalmente que hay condiciones de vida que nos alejan de él y que es más complejo que pasar por una confesión; es el caso de los divorciados vueltos a casar, las personas que se han practicado el aborto, lo ejecutan y defienden, los herejes o apóstatas, en sí, los excomulgados.
En una visión muy simplista de mi parte, y en tan solo dos párrafos, pareciera que se pudiera definir todo sobre este milagro de amor, a la derecha los que comulgan y a la izquierda los que no. Pero en el fondo, el tema eucarístico es más complejo que unas normas de apariencia o una suerte de autopercepción psicológica. Hay personas que por un exacerbado sentido del pecado viven alejadas de comulgar, pudiendo hacerlo, y hay otras con vidas bastante divorciadas del deber ser cristiano y aún así a suerte de rutina, soberbia y descaro, comulgan. Pero este ojo, este criterio de juicio, solo es perfecto en la mirada de Dios, como en el caso cuando el profeta Samuel fue a escoger al sucesor del rey Saúl y creyendo este que el rey debía ser de apariencia robusta, alto y guerrero, Dios le enseña a Saúl que su elegido terminaría siendo un pastor, casi niño, sin fuerza física pero con el corazón que Dios quería en un rey.
Como Iglesia, tenemos un desafío en torno a la Eucaristía muy alto, porque siento que podemos estar habitando en dos extremos no deseados por Dios para el necesario acercamiento de sus fieles al alimento gratuito, ofrecido por su Hijo Jesús, para la salvación de las almas. Jesús, en una oportunidad, decía a los fariseos de su tiempo: "¡ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes cierran a la gente el Reino de los Cielos. No entran ustedes, ni dejan entrar a los que querrían hacerlo." (Mateo 23,13)
Es aquí donde el planteamiento es el siguiente: ¿Qué es lo verdaderamente preocupante al momento de comulgar?, ¿es el hecho de detenernos en el hecho de si somos dignos o no de recibir el sacramento?, ¿es el hecho de ayunar una hora antes y después?, ¿es el hecho de que las personas vean que si constantemente no comulgo, hagan elucubraciones sobre mi estado de vida?; ¿es procurar, con calendario en mano, no pasar más de una año sin recibir el sacramento? A todo lo anterior solo diré: es mucho más que eso, muchísimo más.
Preocupa no tener conciencia de lo que Jesús dejó en verdad y en significado en torno a este milagro de amor. Verdad porque su presencia en él es innegociable para el creyente, él está ahí en cuerpo y sangre, alma y divinidad. Significado por lo que representa ser un buen alimento para nosotros, porque alimentos hay muchos, pero buenos alimentos no son todos. El buen alimento inyecta vitaminas, mantiene los niveles de un perfil 20 en los rangos adecuados, nos mantiene la tensión arterial y la glicemia en control, nos nutre y fortalece. Jesús es el único alimento para el alma, de tantos, que se hace fuente y recurso del propio bien. Jesús es la salvación que salva, el camino que camina y la verdad que no cambia. Jesús llegó a decir que las prostitutas y los publicanos nos llevaban la delantera , indicó que los que se sentían cargados y agobiados fuesen a él que él los aliviaría y perdonó sin medida, amó sin medida y dejó su patio central de su casa abierto para que todo el que quieran entrar, entraran a su casa. Pero además, él está a la puerta, tocando, esperando que le abramos para entrar y hacer morada en nosotros, como dice el libro del Apocalipsis.
Es así que la balanza eucarística pareciera no estar equilibrada, entre los que se debaten dignos y los que se sientan demasiado pecadores. Confesionarios casi vacíos, horarios de confesión complejos, poco tiempo para la asesoría espiritual pero mucha más disposición para ordenar cronogramas, charlas, horarios de misa, actividades de ayuda bien documentadas para las redes. Así, cabe la pregunta: ¿cómo pedir buena comprensión del misterio con ese cuadro?
Yo viví más de 5 años sin comulgar. No entré en conflicto con la norma de la Iglesia. Vivía en una condición irregular que además sabía las consecuencias que traería en mi vida. Yo me excluí antes que me dijeran que me tenía que ir o antes de que generara situación de escándalo y murmuración. Esta condición terminó no por mi conversión, sino porque la muerte hizo aparición anticipada y se llevó a quien fue mi primera esposa. En este tiempo, paradógicamente, fue cuando mi accionar pastoral fue más potente, eran increíbles los dones que Dios colocó en mí, no porque consintiera mi situación, sino porque su amor me arropó en todo momento y porque no dudo muchas personas oraron por nosotros, porque tanto mi primera esposa como yo, éramos creyentes y tratábamos de llegar hasta donde nos fuese permitido. Conocimos la comunión espiritual y ¡qué bueno que con la pandemia este recurso se potenció!
Luego, en su amor, Dios me bendijo con mi actual esposa, con quien sí vivo una vida sacramental y tuve mi hijo, de momento unigénito. Pero en mí quedaron esas experiencias de vida y hoy por hoy, pese a estar en apariencia habilitado para comulgar, todavía me cuesta, porque entiendo no es como rezar un padre nuestro en misa, pero tampoco, como un manual de alcances o ser miembro del grupo de los dignos.
Creo que sobre esto hay mucha tela que cortar y reflexionar. Como vieron, en dos párrafos logré definir el sacramento, pero me llevó mucho más explicar el deseo de Dios de saber para quiénes él quiere ser alimento. ¿estaremos transmitiendo bien el mensaje?
La base doctrinal para mí está clara y soy fiel a ella, pero la educación social para interiorizar el sentido de este misterio es el que siento está habitando en los extremos, y Dios no habita en extremos, porque quedaría muy distante del otro lado.
Dios los bendiga, nos vemos en la oración
Luis Tarrazzi