El día de ayer, 03/01/2022, nos enteramos por las redes sociales del fallecimiento de un joven, adolescente, que se lanzó del tercer piso de un centro comercial de Caracas, el Sambil. Un acto de valor cargado de dosis de desesperanza, angustias y pérdida de fe.
Estos temas, abordarlos, es muy delicado porque tocan la sensibilidad de dolientes cercanos o el recuerdo de personas que con las mismas características perdieron a seres queridos por actos de suicidio.
El suicidio tiene muchas variables, el atentar contra la vida con actos violentos y aquellos que muchos gobiernos han normado bajo la figura de muerte asistida o también conocida eutanasia. Todos sabemos las consecuencias inmediatas del suicidio; dejar esta vida con todos los elementos que nos impulsan a escapar de ella. Pero lo que quizás no queda claro para los que seguimos de espectadores ante esos sucesos, es ¿qué esperan luego de la muerte?, solo dejar de existir o encontrar una realidad espiritual que les alivie su dolor o sencillamente no exista el sufrimiento.
La inexistencia para los que existen, en la mirada cristiana y de muchas denominaciones religiosas, no es una opción. Pero aunque lo fuera, es una mirada muy destructiva de nuestra existencia. La vida, con sus dolores y sufrimientos, sigue siendo una riqueza. La peor mentira de la muerte es venderse como un alivio para la vida, porque es la antítesis del vivir.
San Pablo, en su carta a los Romanos, capítulo 6, nos dirá: "Estamos seguros de eso, porque Cristo fue levantado de los muertos y nunca más volverá a morir. La muerte ya no tiene ningún poder sobre él." Y esta frase final, "ya no tiene ningún poder sobre él", es la propuesta que ojalá muchas personas en el dolor y la desesperanza pueden abrazar para sus propias vidas. Hay derecho a llorar, a deprimirnos, a querer estar solos, a estar furiosos o en lapsos de desesperanza, pero nunca permitamos que la muerte tenga poder sobre nosotros, porque la muerte es el desierto de la vida, árido, seco, donde no brota vida, no hay frescura y por sobre todo, es cerrarle las puertas al amor infinito de Dios.
Siempre oraré por los suicidas, no los juzgaré y sé, confío, que la misericordia de Dios les abrazará en la gran mayoría de los casos. Pero más oro por quienes hoy y mañana están considerando estas opciones para decirles que todo estado emocional es pasajero, pero la muerte sin Dios es irreversible y Dios no está en la muerte porque la ha vencido.
Dios les bendiga, nos vemos en la oración
Luis Tarrazzi
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