En este comentario yo tengo mi cuota de representación porque, con mi esposa al momento de escribir este artículo, solo tengo un hijo, aunque no tengo mascota. Llama la atención que hoy sorprenda al mundo de la fe que esto esté ocurriendo, aunque puedo entender la preocupación. El problema de la crisis de hijos, más característico en los países europeos o llamados del primer mundo, no es solo un tema de mascotas, es un tema de formación educativa y cultural que tiene años, que se ve en las feligresías de iglesias envejecidas, en los cambios de intereses y en la pobreza de los contenidos educativos en lo que refiere a familia. Todo hoy se centra en una educación centrada en competencias, en destrezas, en que todos somos buenos para algo y en el fondo, en la mirada individualista del mundo.
Lanzar opiniones tan generales o simples siempre es una acción osada, porque son muchos los factores que pueden llevar a parejas a no desear tener hijos o tener pocos. Entre ellas la situación económica, política de un país. Luego los compromisos y madurez a la hora de asumir un liderazgo familiar. Los animales no llenan vacíos de hijos, entretienen la vida. Pero sí hay personas que tratan mascotas como seres humanos o hijos como mascotas y esto, en ambos casos, tiene un toque de patología social. Los primeros llevan la fábula a sus vidas. Dicen entender y hablar con sus mascotas, les atribuyen emociones, gustos y espacios que en un contexto normal son característicos de las personas. Los segundos, educan a sus hijos bajo el pensamiento del mantenimiento: te visto, te doy de comer, te saco a pasear, pago tus médicos y entretenimiento, pero no profundizan los vínculos y compromisos de crianza. Esto sí, en la línea de lo que expresaba el Papa Francisco, es un tema más profundo de abordar. No porque parejas tengan más hijos las sociedades o países serán mejores. Es verdad que creemos en el Dios de la vida y que confiar en su providencia nos invita a estar abiertos a la vida, pero eso requiere experiencia de fe, conocer testimonios y contar con un acompañamiento formativo que desde la infancia eduque en los roles de ser padre y ser madre.
Luego el Papa terminó sus palabras diciendo: “Quienes viven en el mundo y se casan, piensen en tener hijos, a dar la vida, porque serán ellos quienes te cerrarán los ojos, tomarán de ti para el futuro, y también si no pueden tener hijos piensen en la adopción. ¿Es un riesgo? Si, tener hijos siempre es un riesgo, sea natural o de adopción, pero es más riesgoso no tenerlos, negar la paternidad, negar la maternidad, sea la real, sea la espiritual. Un hombre, una mujer, que no desarrolla el sentido de la paternidad, de la maternidad, le falta algo, algo principal, algo importante. Piensen en esto por favor”
En la utopía de la vida este es el ideal, pero también hay padres que cierren los ojos de sus hijos. Sí coincido en el hecho de que negar el sentido de paternidad y maternidad resta potencialidad a la biología XX y XY, pero entendamos que este no es un problema de todo el planeta, sino muy propio del catolicismo moderno, de lo que queda de creyentes, porque en las familias musulmanas, promedio, nacen más hijos que en las familias cristianas, como lo señaló en su momento un artículo de CNN en el año 2017: "Se espera que la población mundial crezca un 32%, hasta 9.600 millones de personas, para el año 2060. El número de musulmanes –que tienen la población más joven y la tasa de fecundidad más alta entre las religiones más importantes del mundo– crecerá un 70%."
Fuente: https://cnnespanol.cnn.com/2017/04/10/pronto-naceran-mas-bebes-musulmanes-que-bebes-cristianos-dice-estudio/
Sin un sentido existencial preexistente, misionero y familiar, los discursos caerán en sacos rotos. Las bases del sentido familiar de la vida cristianas están débiles, rotas o inexistentes. Y esto se evidencia en los pobres cursos pre matrimoniales, apresurados y sin profundidad en los temas álgidos. Esto se ve en la educación de colegios católicos donde cada vez son más seculares que confesionales, temerosos de sanciones, multas o cierres. No se le puede pedir a un adulto que maneje el carro de su vida, si de niño jamás se le enseñó bien a conducir. Grandes son los desafíos, los enemigos de los hijos no son las mascotas, somos nosotros mismos, como sociedad.
Dios los bendiga, nos vemos en la oración
Luis Tarrazzi
Twitter: luistarrazzi
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