Dijo Jesús que: "No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21-23) y es que de hecho esto aplica para casi todo lo que tiene que ver con el matrimonio funcional: palabras - hechos.
Venezuela, desde el año 1999, ha escuchado del único partido que la ha gobernado por 22 años, es que hemos rescatado nuestra soberanía, que ya no somos el patio trasero de los EEUU y que ahora Venezuela es de los venezolanos. De verdad, ¿qué más quisiera creer yo de mi amado país que esto?, pero los hechos patean esta amarga promesa de micrófonos, de soldados condecorados y militares que poco a poco colonizaron todos los espacios civiles de mi país.
El problema de Barrancas del Orinoco es uno de tantos problemas fronterizos que tiene nuestra nación. El cobro de vacunas, ciudades gobernadas con grupos paramilitares, lugares condenados a no desarrollarse teniendo potenciales turísticos soñados por otras naciones, hablan del desprecio al país por un enfermizo amor al dinero y al poder. Venezuela, la perla del Caribe, ha quedado como patio trasero de la droga, la trata de personas, la anarquía armada. Un país que desde niño escuché caminaba en vía de desarrollo, cayó en un hueco vial que nadie pareciera querer sacarla de ahí.
Me entristecen los habitantes de estas regiones, sus hijos, sus sueños, sus anhelos, sus cansancios y sensación de abandono. Me dan pena nuestros soldados jóvenes, rasos, que a merced de peones de un tablero de ajedrez de incompetencias y ineptitud, mueren como carnada de pirañas.
Dijo Tertuliano, que escribía en el año 197: "La sangre de los mártires es semilla de los cristianos", época marcada por agudas persecuciones al cristianismo. Ojalá todo este abandono, miseria y dolor que nos tocó vivir a la generación viviente de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI (ya casi un cuarto consumida), permita ser semilla de otra Venezuela que capaz yo no viviré pero sí anhelo para sus generaciones futuras.
Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
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