Soy hijo y también
esposo de mujeres docentes. La vida educativa nunca ha sido ajena en mi vida,
hasta el punto que, sin serlo, ya llevo tres colegios en mis referencias
laborales. Siendo administrador conozco de base, inclusive mejor que muchos que
laboran como profesionales de las aulas, todas las incidencias económicas que
implican sus paquetes económicos. Conozco de primas, de tabuladores, de días
vacacionales y aguinaldos e inclusive los 28 días de ajuste que se pagan una
vez al año. Sé a la par, y no es nuevo,
que la docencia por décadas pareciera el cuarto de servicios de todo este
castillo llamado Venezuela. Y que inclusive, pareciera que ser docente es una
obligación misionera, un voluntariado de almas para un falso dios que escupe
ante sus necesidades familiares y personales.
En mis
épocas estudiantiles (ya tengo 40 años), los paros y las protestas eran el pan
nuestro de cada día, y reconozco que con este sistema de más de 22 años, esas
protestas bajaron muchísimo, pero no porque fueron atendidas sus demandas, sino
porque había y hay miedo. Disentir en gobiernos de corte militar siempre es y
será un ejercicio de deporte extremo. Quizás, con el pasar de los años y
buscando la practicidad de la vida hay batallas que se ganan con decisiones y
no con confrontaciones.
Decisión de
paz no es ir a paro, decisión de paz es migrar de trabajo, de actividad
laboral, aunque eso implique llorar años de formación sin espacio de
aplicación. Decisión de paz no es mirar
a quiénes por los medios oficiales les insultan y los llenan de calificativos,
decisión de paz es bloquear toda la basura mental que busca humillar la
existencia humana. Hay unos que construyen su infierno en vida cuando ya no
tienen capacidad de amar, ¡no caigan en ese bucle!
Aspirar solo
a jubilaciones es colgar las fuerzas de la vida. Tenemos que morir como Cruz
Diez, quien casi a sus 96 años, dicen que murió con proyectos y activo. Yo sé,
docentes, lo que les mueve la formación de sus estudiantes, cómo los adoptan
con un celo formativo que cuesta renunciar. Sé que les preocupa sus futuros,
pero ¿un docente sin futuro puede guiar el futuro de los demás?
El Estado
siempre tendrá el deber y la obligación constitucional de garantizar educación pública
y gratuita, gobierne quien gobierne. Tienen los espacios, las infraestructuras.
Lo que solo les falta entender es que el liderazgo que humilla y desprecia a su
pueblo, está condenado a vivir y morir en soledad. Cuando las tizas y las
pizarras tengan más valor que las balas y las estrellas, solo ahí, podemos
decir: “sentémonos a construir país”
Dios les
bendiga, nos vemos en la oración
Luis
Tarrazzi
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