miércoles, 23 de agosto de 2017

CUANDO JESÚS SE QUITÓ LA CARETA: LA TRANSFIGURACIÓN


Todo súper héroe, o por lo menos la mayoría hasta la llegada de Iroman, trata de ocultar su identidad ante el mundo. ¿Las razones?, muchas, pero entre otras para poder operar con libertad y tener capacidad de adaptación en su entorno.

Cuando la segunda persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre, es decir, incorporó a su ya existente naturaleza divina la humana, pasó muy desapercibido entre conocidos y extraños. Creció como uno de nosotros en una familia y con las mismas necesidades y esfuerzos que caracterizan nuestra historia.

Previo a sus milagros sorprendía su prédica. Yo imagino sería algo como lo descrito por los discípulos de Emaús cuando entre ellos se decían: ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras? (Lucas 24,32). Luego, los milagros. Estos sin duda extendieron su fama por toda la región y hacían que las personas se acercaran a él por curiosidad o interés. El evangelio de San Juan lo explica bien en su capítulo 6 cuando señala que luego de la multiplicación de los panes las personas lo querían hacer rey. Jesús huye de esto y sigue su camino, su misión. Pero llama la atención que en un momento de su historia toma a tres de sus discípulos para mostrarles algo tan sorprendente, solo comparable con su reaparición tras la resurrección. Dice la escritura que “tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte (Tabor) a orar." Leyendo hasta ahí no pareciera haber nada extraordinario, salvo lo que se describe después: “Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante". Luego dos hechos relevantes, la aparición de Moisés y Elías que fusionan la antigua alianza, el Antiguo Testamento, con Jesús y la nueva alianza, culminando con la voz del Padre, el Creador, que exclama: “Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle"

La transfiguración es sinónimo de transformación, de cambio. Aquí Jesús no solo nos muestra su otra naturaleza, primaria, la divina, que se suma a la humana; no como un disfraz sino como una realidad misteriosa, que repetimos como verdad de fe en el Credo: “verdadero Dios y verdadero hombre”; sino que la transfiguración es también una transformación para el testigo, para aquel que ve en Cristo una verdad salvífica, meritoria de cambiarnos los conceptos, paradigmas y sacar nuestros mezquinos egoísmos. Al ser testigos de la transfiguración emprendemos una fe sentida, convencida y sólida. Por eso muchos fundadores, como San Agustín, vivieron la transfiguración a través de la Palabra de Dios, otros la han visto en la transustanciación, reconociendo el milagro de milagros, la transformación del Pan y el Vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Al ser testigos de la transfiguración escuchamos la voz del Padre que nos llama, nos da un mandato por encima de otros: escuchar a su hijo, el único camino que salva y da vida eterna.

La misión pastoral, catequética, juvenil, consiste no solo en llevar a muchos a ese Tabor para contemplar al transfigurado, sino también nosotros no quedarnos solo en la zona de confort y querer, como Pedro, estar ahí libre de problemas, de persecuciones, de amenazas: “Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Lucas 9,33). Al contrario, debemos ir al Tabor, ser testigos y luego ir por el mundo y anunciar la buena nueva. ¿Pero cómo podemos llegar a todo el mundo?, la actitud y única respuesta la tenemos en el mismo evangelio con el milagro de la multiplicación de los panes: nosotros llevemos a Cristo nuestros 5 panes y 2 peces y él sabrá cómo alimentar al resto con esos panes de tiempo y peces de fe.

En el tabor Cristo hombre mostró el Cristo – Dios. Fue en el tabor donde Pedro, Santiago y Juan fueron únicos testigos presenciales de que al morir hay un mañana que no oscurece (Moisés y Elías como ejemplo de ello), que hay un Dios que tiene su mirada y amor en nosotros y unos apóstoles (quizás tu quizás yo) que tenemos que salir a gritar, con pasión: LA TUMBA ESTÁ VACÍA, HA RESUCITADO. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

@luistarrazzi

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