Los profetas en el Antiguo Testamento tenían un rol muy
importante. En cierta forma se podría decir que era la manera perceptible a través
de la cual Dios transmitía sus enseñanzas, su amor y sus advertencias.
No en vano, por solo citar dos del Antiguo Testamento, el
profeta Jeremías fue conocido como el profeta
de los lamentos, previo al destierro, y el profeta Daniel, ya en tiempos
del destierro, le tocó reorientar la fe del pueblo de Israel bastante
corrompida y desmoralizada por la gran derrota que les había infringido el
terrible rey Nabucodonosor.
Muchos señalan teológicamente que el último profeta del
Antiguo Testamento fue Juan el Bautista, primo de Jesús, y que en Jesús a su
vez se hace esplendor el rol profético, siendo el profeta de profetas y el Señor
de señores. Así cuando formulo mi interrogante como título de este artículo
trato de poner en la mesa un tema importante: ¿estamos en tiempos de lamentos y
de advertencias o de esperanza y fortalecimiento de la fe?
Ambos tiempos parecieran estarse desarrollando de manera
simultánea en Venezuela. Por una parte los venezolanos pareciera que fuimos
desterrados de nuestra propia identidad de país, aún cuando muchos seguimos aquí; y esto
previo a grandes advertencias de políticos y analistas (sobre todo economistas)
que ya veían venir esta debacle económica y social. Por otra parte, ya en esta
penosa realidad se habla mucho de esperanza y pronto cambio, de que Venezuela
se acerca al final de su crisis. Pero ¿será cierto?
A veces me pregunto si esta muralla histórica de progreso y paz llamada “chavismo” no
estará deteniendo, a los ojos de Dios, un mal mayor. Mientras el mundo “desarrollado”
debate y aprueba temas como el aborto, la eutanasia, las armas, legalización de
drogas, legalización de uniones homosexuales, etc; Venezuela no ha podido entrar en
estos debates políticos producto de esta coyuntura. ¿Bendición o desgracia,
solo Dios lo sabe?
Lo cierto es que clamamos a Dios pero a la vez buscamos tarotistas,
videntes, rituales y sectas, somos profundamente supersticiosos y caemos con
gran facilidad en rumores de redes sociales que predicen y afirman cosas que al
pasar las horas y los días se quedan en nada. Pero así, sin corroborar
veracidades los compartimos y nos hacemos ecos de esas intrigas. Por otra parte, otro grupo, al estilo de culto, le rinden latría a Chávez y el otro grupo imprime dosis de odio
y rechazo a un régimen que se aferra al poder.
Ante todo esto Dios guarda agudo silencio y los hechos
parecieran ser imparables e indetenibles para el chavismo. Sin importarle
la opinión del mundo avanza en su proyecto socialista – comunista –
militarista. ¿Qué es lo que está aprovechando Dios de esta coyuntura política?,
prefiero creer: ganar tiempo para la vida mientras altas olas pasan por las
costas políticas de nuestra nación.
Debemos tener calma. Los países modernos no desaparecen ni
quiebran. Los gobiernos pasan, pero la tierra y sus habitantes, con sus dolores
y enfermedades, carencias y sufrimientos quedan; y al quedar deben aprender de su historia y enseñarla
con claridad a sus hijos para que no lo repitan en el futuro cercano.
Tanto Jeremías como Daniel sufrieron persecuciones y amenazas
de muerte reales, por el simple hecho de anunciar la palabra de Dios y serle
fiel a la verdad. Si los venezolanos no somos fieles a la verdad solo
buscaremos cambiar al mentiroso para alimentarnos de nuevas mentiras.
“Ustedes no me han
obedecido, pues no dejaron en libertad a sus hermanos. Por tanto, dice el
SEÑOR, yo voy a dejar en libertad la guerra, las enfermedades y el hambre, para
que hagan con ustedes algo que sea motivo de horror a todos los reinos de la
tierra. A los hombres que rompieron mi pacto y que no cumplieron las
palabras del pacto que hicieron ante mí, les haré lo mismo que al becerro que
ellos cortaron en dos para luego caminar por el medio de sus dos partes”.
Jeremías 34,17 - 18
Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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