lunes, 29 de febrero de 2016

UN dios LLAMADO “OSCAR”




Los premios Oscar despiertan mucho interés en el mundo del cine, actores, productores, directores y por supuesto los que consumimos los productos de ese mercado. En su expresión más llamativa, más internacional, de mayor alcance, están por supuesto los representados por el mercado norteamericano, por el conocido “mundo hollywoodense”.

Cada año son variadas las propuestas. Bien sea basadas en hechos reales o ficción, Hollywood potentemente influye en la mente de muchos de sus consumidores. Porque al final Hollywood es el Hermes de un dios más potente y poderoso llamado: Medio de Comunicación.

El fin básico del cine es el entretenimiento. Y entretener no es sinónimo de educar, ni de forjar valores. Es un mundo creativamente ilimitado, variado, diverso, donde si algo es difícil que exista es una verdad.

Este año (2016) una de las películas nominadas, basada es una vergonzosa verdad para nosotros los cristianos católicos, fue la llamada Spotligth  y su nominación salió por la puerta grande al llevarse la estatuilla más codiciada: Mejor Película. Su historia se centra en los vergonzosos y criminales abusos sexuales ocurridos en la Ciudad de Boston y donde sin duda hubo un encubrimiento del clero, no global, no total, pero sí cómplice, ese silencio cómplice que evita detener los abusos.

En esta realidad recuerdo que uno de los galardonados que trabajó en esta película señalaba (escribo la idea no la cita): que ese tipo de trabajos periodísticos y cinematográficos ayudaban a tumbar a los que se creían intocables y poderosos, en una clara alusión a la Iglesia Católica, principal señalada en toda esta drama. Y eso refuerza aquello que nos enseñaban en la catequesis de primero comunión que los pecados de uno(s) afectaban a toda la Iglesia. Es injusto culpar a toda la Iglesia por esos actos que sí son criminales, detestables y diabólicos, pero esa generalidad del juicio alimenta esa corriente creciente de anticlericalismo, de burla y aversión por las cosas sagradas.

En la gala de los Oscar, también hubo una presión de boicot por acusársele a la Academia del Cine de racismo negro, lo cual se tomó en el acto como el tema satírico, la broma de la noche. Satirizaron de manera tan exacerbada el tema que prácticamente lo dejó a nivel de ridículo intelectual. Y esa opinión habla del poder aplastante que tiene un medio de comunicación cuando desea generar una matriz de opinión en determinada dirección.

Hollywood es un mundo de actuación, de ficción, de arte, no de fe ni de verdad. Yo me confieso un gran consumidor de films y siempre los veo con el fin de entretenerme, no de educarme ni para saber cuán distante esta mi fe del mundo. Hollywood no solo es un reflejo de lo que es una sociedad, un alimentador de sueños, sino que también genera y nutre matrices de opinión ante personas que cada vez se quedan con los títulos sin profundizar en los contenidos y las verdades.

Quizás la mía sea una percepción muy rebuscada por sentir que en el mundo estamos compitiendo a ver quién es más amoral, más corrupto, más falso. Pero a veces percibo que desde estos escenarios o pantallas se mira a la sociedad desde arriba, desde el poder del dinero, desde el pensar que fama es sinónimo de inteligencia.

Creo que si queremos construir un mundo mejor, sumando profesiones e ideas, no podemos seguir con ese lenguaje anti religioso y en especial anti cristiano. No podemos seguir juzgando a toda la Iglesia por los reales e indefendibles errores del pasado, presente y los que estarán por venir. Porque Hollywood también tiene sus mártires de la droga, del sexo, de la fama, del suicidio. La herencia de la fe tiene un origen divino, no humano, pero es que todo lo que conocemos proviene de Dios. Y así el mundo cristiano sea detestado por muchos, su fuente eterna tiene de historia humana  dos mil años frente a los 88 de “La Academia”. Cielo y Tierra pasarán pero su palabra no pasará. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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