Muchos conocen la historia de San
Pablo, aquel judío fariseo con una pasión por la ley de Moisés que le llevaba a
ver a los cristianos como unos enemigos de Dios y de la verdad. Pablo (o Saulo)
no era un mal creyente, era un fiel practicante que entendía que la vida fuera
de la ley, la ley de Moisés, era camino de muerte y desgracias, maldiciones y
calamidades.
Pablo en su afán por acabar con
aquella naciente secta de cristianos (aunque aún no eran llamados como tal)
decide viajar a los más lejano de Jerusalén, es decir, a Damasco, desde donde
había rumores habían llegado aquellos seguidores del crucificado; y desde ahí
emprender un plan de retorno hacia Jerusalén encarcelando a todos los que
pudiera. Un plan ingenioso y muy
efectivo. Pablo sale con sus conceptos de verdad, sale con sus propias
convicciones e ideas de Dios, Pablo sale a Damasco convencido de que hacía la
voluntad de Dios, lo correcto. Es a
partir de esa decisión que en ese camino a Damasco tiene ese encuentro
luminoso con aquella voz que le pregunta: “¿por
qué me persigues?” y Pablo enceguecido pregunta: “¿Quién eres?”, para lo cual obtiene por respuesta: “Yo soy Jesús, al que tú persigues”. Con
esto queda claro, primero, que todo el que persigue a la Iglesia de Cristo
y por ende a sus fieles, persigue al
mismo Jesús.
Pablo luego de este encuentro
queda ciego, pasa 3 días en ayuno, y en esta dura muerte espiritual renace un
nuevo Pablo, un Pablo que como dice Fray Nelson Medina en una prédica que
inspiró esta idea de artículo: “Pablo
descubre que además de la Ley estaba la gracia”, esa gracia que es la que
nos permite cumplir la ley porque solo no tenemos las fuerzas para lograrlo.
Te preguntarás amigo lector: ¿qué
tiene que ver esto con la homosexualidad? La persona homosexual uno de sus
principales conflictos es la aceptación de la ley de Dios porque es una ley
dura de cumplir, y eso humanamente, es verdad. Pero ese descubrimiento de
Pablo, de la gracia, es lo que yo
siento falta en la homosexualidad practicante en conflicto con la fe. San
Pablo, un duro en sus conceptos doctrinales, en su visión y comprensión de
Dios, le costó comprender su visión limitada de Dios. San Pablo partía a
Damasco a imponerles a los demás sus conceptos de Dios, sus verdades, pero
Cristo le sale al paso y convierte su corazón.
Este principio que deseo expresar
acá no solo aplicaría para la homosexualidad, también en divorciado vueltos a
casar, en políticos corruptos, en pro abortistas, en pro eutanasia, en
conceptos educativos liberales, en relativistas, y en sí, a los que a muchos,
como a mí, no nos gusta mucho que nos digan: “estamos equivocados”.
La clave de este hallazgo del Dios real, no el que pensamos que
es, se logra saliendo a buscar a Jesús, así lo busquemos para perseguirlo. Es
la acción de búsqueda la que destaca en esta historia, como en San Agustín que
de tanto buscar la verdad fue sacando de su intelecto las escamas de la
mentira. No es porque lo diga yo, ni porque lo diga la Iglesia Católica, ¡PERSIGUE
A JESÚS!, búscalo, confróntalo, y él te abrirá el camino de la verdad. Quizás
al final de ese camino no encontrarás un arcoíris sino una cruz, pero abrazando
esa cruz la promesa es resurrección y eternidad. Dios te bendiga, nos vemos en
la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
Asi es cuando uno busca LA VERDAD con corazón limpio y consciencia recta se topa con el que es la verdad JESÚS, y aunque nos duela acabar con nuestras verdades que en realidad son puro orgullo, entonces somos felices, tenemos paz porque estamos en comunión con Dios.
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