viernes, 24 de agosto de 2018

PADRE JAMES MARTÍN: EL EVANGELIO HOMOSEXUAL



Debo decirle estimado James que usted no es el primero a quien le remito un escrito. Ya hace tres años fue el Padre Krzystof Charamsa quien siguió su consejo, pero de manera profética, al salir de ese “armario” del que muchos hablan cuando aluden a la necesidad de confesar su preferencia sexual. Pero ahora, con el mismo impacto mediático que tuvo el Padre Charamsa le escribo a usted.

Me entristece ver y leer tantos sacerdotes, en especial de la orden de San Ignacio de Loyolo (Jesuitas), aprovechando espacios, multitudes, atención 2.0, para predicarse a sí mismos. Una suerte de aprovechar el momento para predicar sofismas (verdades falsas) con un propósito para mí incomprensible fuera del hecho de dañar o lastimar a la Iglesia Católica pretendiendo dejar sin heridas a su fundador, Cristo.

Es una suerte de un evangelio, una iglesia, una verdad, que se quiere construir para grupos. Un evangelio para homosexuales, otro para los zoofílicos, otro para los pederastas, otro para heterosexuales. Es predicar “buenas nuevas" a grupos según su impacto mediático. En su formación católica usted debe conocer mucho mejor que yo los elementos fundamentales de la Verdad Cristiana, su revelación, la guiatura del Espíritu Santo en sus dogmas y doctrinas, su condición apostólica y la autoridad que esta tradición tiene de cara a conservar una verdad que no nos pertenece, que solo debemos cuidar y transmitir sin alterar.

En sus generalidades usted afirma que La Iglesia ha tratado a los homosexuales como a los leprosos (generalidad muy dura). Una afirmación que pisotea labores pastorales como la de la hermana religiosa Mónica Astorga, quien trabaja con transgéneros para alejarlos de la prostitución, las adicciones al alcohol y a las drogas para iniciar un camino de recuperación y reinserción social. Y aunque cabe decir que eso no es garantía de conversión, sí es un acercamiento del amor de Dios. Como ella, muchos religiosos(as) anónimos, sin esa necesidad mediática de reconocimiento, ejercen muchas labores.

Cabe otra diferencia en lo que usted interpreta por conversión. Usted la asocia a una transformación de las emociones y la mente, para mí es un alejamiento del pecado, de aquello que nos alejaba de la gracia de Dios. Y para que esto tenga espacio tendríamos que definir ¿qué es pecado? Podría en un ejercicio de catequesis básico recitarle el decálogo, pero voy a simplificarlo así: “El pecado es mirar mis conductas y convencerme que no soy pecador. Es la soberbia de la conciencia, es sentir que al final no importa lo que haga estamos justificados por el amor y el sacrificio de Cristo (una visión protestante errada del cristianismo). El pecado es una bofetada a la verdad”¸algo que siento usted está  haciendo promoviendo una falsa misericordia de Dios y alejando a muchos de la gracia. ¡Cuidado padre James Martin!, la carga de esa culpa es muy pesada.

Se lo he recomendado a otros(as) religiosos que se han metido en teologías políticas demagógicas, en falsa doctrina o en escándalos. Apague la luz que ilumina su  rostro y conviértase en vitral donde brille la luz de Cristo. Sea camino a Cristo y no camino a su propia fama, hueca y sin sentido. El tiempo se le acaba. Nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

@luistarrazzi

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