Todo súper héroe, o por lo menos la mayoría hasta la llegada
de Iroman, trata de ocultar su identidad ante el mundo. ¿Las razones?, muchas,
pero entre otras para poder operar con libertad y tener capacidad de adaptación
en su entorno.
Cuando la segunda persona de la Santísima Trinidad se hizo
hombre, es decir, incorporó a su ya existente naturaleza divina la humana, pasó
muy desapercibido entre conocidos y extraños. Creció como uno de nosotros en
una familia y con las mismas necesidades y esfuerzos que caracterizan nuestra
historia.
Previo a sus milagros sorprendía su prédica. Yo imagino sería
algo como lo descrito por los discípulos de Emaús cuando entre ellos se decían:
¿No ardía nuestro corazón dentro de
nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras?
(Lucas 24,32). Luego, los milagros. Estos sin duda extendieron su fama por
toda la región y hacían que las personas se acercaran a él por curiosidad o interés. El evangelio de
San Juan lo explica bien en su capítulo 6 cuando señala que luego de la
multiplicación de los panes las personas lo querían hacer rey. Jesús huye de
esto y sigue su camino, su misión. Pero llama la atención que en un momento de
su historia toma a tres de sus discípulos para mostrarles algo tan
sorprendente, solo comparable con su reaparición tras la resurrección. Dice la
escritura que “tomó consigo a Pedro, Juan
y Santiago, y subió al monte (Tabor) a orar." Leyendo hasta ahí no
pareciera haber nada extraordinario, salvo lo que se describe después: “Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de
su rostro se mudó, y sus vestidos
eran de una blancura fulgurante". Luego dos hechos relevantes,
la aparición de Moisés y Elías que fusionan la antigua alianza, el Antiguo Testamento, con Jesús y la nueva alianza, culminando con la voz del Padre, el Creador, que exclama: “Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle"
La transfiguración es sinónimo de transformación, de cambio.
Aquí Jesús no solo nos muestra su otra naturaleza, primaria, la divina, que se suma a la
humana; no como un disfraz sino como una realidad misteriosa, que repetimos
como verdad de fe en el Credo: “verdadero
Dios y verdadero hombre”; sino que la transfiguración es también una
transformación para el testigo, para aquel que ve en Cristo una verdad
salvífica, meritoria de cambiarnos los conceptos, paradigmas y sacar nuestros
mezquinos egoísmos. Al ser testigos de la transfiguración emprendemos una fe
sentida, convencida y sólida. Por eso muchos fundadores, como San Agustín, vivieron
la transfiguración a través de la Palabra de Dios, otros la han visto en la transustanciación, reconociendo el milagro de milagros, la transformación del
Pan y el Vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Al ser testigos de la
transfiguración escuchamos la voz del Padre que nos llama, nos da un mandato
por encima de otros: escuchar a su hijo, el único camino que salva y da vida
eterna.
La misión pastoral, catequética, juvenil, consiste no solo en llevar a
muchos a ese Tabor para contemplar al transfigurado, sino también nosotros no
quedarnos solo en la zona de confort y querer, como Pedro, estar ahí libre
de problemas, de persecuciones, de amenazas: “Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para
ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Lucas 9,33). Al contrario,
debemos ir al Tabor, ser testigos y luego ir por el mundo y anunciar la buena
nueva. ¿Pero cómo podemos llegar a todo el mundo?, la actitud y única respuesta
la tenemos en el mismo evangelio con el milagro de la multiplicación de los
panes: nosotros llevemos a Cristo
nuestros 5 panes y 2 peces y él sabrá cómo alimentar al resto con esos panes de tiempo y peces de fe.
En el tabor Cristo hombre mostró el Cristo – Dios. Fue en el
tabor donde Pedro, Santiago y Juan fueron únicos testigos presenciales de que
al morir hay un mañana que no oscurece (Moisés y Elías como ejemplo de ello), que hay un Dios que tiene su mirada y amor en nosotros y unos apóstoles (quizás tu
quizás yo) que tenemos que salir a gritar, con pasión: LA TUMBA ESTÁ VACÍA, HA RESUCITADO. Dios los bendiga, nos vemos en
la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi