jueves, 10 de marzo de 2016

NO DEIS A LOS PERROS LO QUE ES SANTO




Siempre he considerado que estas palabras de Jesús fueron muy fuertes (“No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacenMateo 7,6), sobre todo porque con estas mismas palabras, un poco más suavizadas, fue que Jesús de entrada puso un breve obstáculo para hacerle a aquella mujer cananea (pagana) el milagro que pedía:

Jesús le dijo: «No se debe echar a los perros el pan de los hijos
La mujer contestó: «Es verdad, Señor, pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.»
(Mateo 15,26-27).

No sé si coincidan en mi apreciación pero el utilizar a los perros como sujeto de la oración Jesús no refiere de ellos una ofensa sino a una incapacidad racional de valorar las cosas sagradas, una incapacidad que no es inocua en el hombre y que puede llevar a los peores sacrilegios. Sea por ignorancia o a voluntad (condicionante del pecado) lo que sí debemos tener precaución es de exponer los temas sagrados o evitar dar las cosas sagradas de nuestra fe  a personas que busquen pisotearlos, burlarlos o sencillamente despreciarlos. Pero ¿dónde pueden estar estos perritos? Plantearé dos escenarios, el sacramental y el evangelizador.

Sacramental: Los guardianes de los sacramentos son los consagrados. Y dentro de su gran responsabilidad de custodiar y discernir la administración de los mismos pueden contar con el apoyo, en casos puntuales, de laicos. De todos los sacramentos que existen (siete) la Eucaristía es “el sacramento de nuestra fe” en el cual se hace presente, de forma viva y real nuestro salvador Jesús.  La Eucaristía si bien no es un tema de exclusividad ni de privilegios para “dignos” tampoco es una suerte de sacramento de la lástima que todos deben recibir por el simple hecho de que Dios es amor. La Eucaristía no puede ser dada a quienes no cuentan con la conciencia clara de saber a quién reciben, al salvador del mundo, a Jesús, es decir, los soberbios que afirman no pecan o que “se confiesan directo con Dios” sin pasar por el sacramento de la reconciliación. Tampoco aquellos que niegan dogmas, que atacan a la Iglesia, que se burlan de las cosas sagradas. La Eucaristía debe tener siempre un prólogo de adoración y este debe estar contenido en las homilías, algo que he escuchado a pocos sacerdotes hacer cuando, por ejemplo, antes de la comunión dicen palabras como estas: “Las personas que estén preparadas y no tengan pecados mortales pueden acercarse a comulgar. Las que no lo estén permanecen en sus puestos y desde ahí hacen la comunión espiritual

Alguna persona podría argumentar o repreguntar: ¿Pero cómo saber quién está preparado y quién no?, porque al final la persona puede en silencio, sin que nadie la conozca, tomar la hostia y comulgar indignamente. Es aquí donde la advertencia y la catequesis juegan un papel crucial. Aclarando previamente los pecados que nos hacen indignos de recibir el cuerpo de Cristo, o los pensamientos, afirmaciones, etc; se traslada la responsabilidad absoluta al comulgante no haciendo cómplice al que da la comunión.

Evangelizador: Este aspecto de la evangelización se centraría en el maltrato o inmadurez para apreciar el mensaje de salvación ubicándose en muchos espacios de la vida, pero en especial, hablando desde mi experiencia, lo percibo agudamente en las aulas de clases donde se imparte educación religiosa o formación en la fe. Llevar a jóvenes una lectura bíblica y que estos no hagan silencio, tengan celulares en las manos, se rían, digan obscenidades, esa es una actitud de perritos ante lo santo, con lo cual no quiero hacer un juicio de valor del por qué de estas actitudes, si hay intencionalidad o no, solo me baso en el hecho.

Los procesos catequéticos de primera comunión y confirmación, por lo general llevados por laicos formadores (catequistas)  deben ser sinceros y bien formados. Los discernimientos para determinar quiénes están preparados o no para recibir los respectivos sacramentos, así como los cursos prematrimoniales, creo deben esforzarse, sin miedo, por decirle a una persona responsablemente: “usted aún no tiene conciencia clara del sacramento que desea recibir”. No hacerlo es lanzarles a los perros gracias que no serán valoradas e irrespetadas. Por ejemplo: ¿Tiene sentido que un joven que no entienda la presencia de Jesús en la Eucaristía comulgue?; ¿Tiene sentido que un adolescente que no acepte doctrinas y dogmas de la Iglesia se confirme?, ¿Tiene sentido que parejas que aprueban el uso de métodos anticonceptivos, el aborto, que no asistan con regularidad a la misa se confiesen, se casen sacramentalmente y comulguen?

Un sacerdote me decía una vez, y tiene razón, que no podemos privar la acción de la gracia, del Espíritu Santo, negando charlas y procesos formativos. Y en eso coincido con él. No podemos negar el acceso a la formación pero acceder a estos procesos no es un sinónimo de que por añadidura todo el que ingrese lo logre, todo el que ingrese, como en el desarrollo humano, igual lo va a lograr sea consciente o no. La virtud de ese pasaje de esa mujer cananea ante Jesús es la respuesta que esta mujer da. Siempre lo he dicho, es uno de los pasajes que más me identifica del evangelio. Porque de verdad, con mis propias miserias y pecados, incoherencias y faltas, yo no soy digno de recibir esos dones y gracias que Dios da, pero lo hermoso de esta mujer, que para mí es una tesis de humildad, es que ella no se siente ofendida sino interpelada, reconoce su falta, su distancia, y aún así pide con profunda humildad el milagro porque reconoce ante ella a LA VERDAD pura, EL PODER pura, al profeta de profetas, AL MESÍAS.

No sabemos si la mujer después de este encuentro se convirtió a Cristo, pero podríamos intuir que sí por lo que Jesús expresa seguidamente de ella: “Mujer, ¡qué grande es tu fe!” A partir de ahí esta mujer supera su estado irracional e instintivo de su vida, se le abren los ojos y recibe conscientemente la gracia requerida. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

No hay comentarios:

Publicar un comentario