Dijo una vez nuestro Señor Jesús:
“no temáis a los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer
tanto el alma como el cuerpo en el infierno”; y de muchas cosas y virtudes
que tú desarrollaste inspiradas por Jesús, considero esta fue una a las que más
te aferraste.
Cuando llegó esa enfermedad que
te amenazó con matar tu cuerpo tú nos
diste una lección de fe, aferrándote más a Jesús y sobre todo a su devoción más
hermosa y cercana a su amor, como lo es la de su misericordia. Jamás te escuché
renegar de Dios (aunque no te culpo si lo hubieses hecho porque Dios se hace
uno con nuestros dolores y esa catarsis humanamente es comprensible). Así
cuando a mi esposa el año pasado le diagnosticaron cáncer, como a ti, te
sumaste a la lista de los que ayudaban, motivaban y brindaban su mano amiga,
aún cuando tú también cargabas tu propia cruz.
Tu transitar hacia Dios fue el
transitar que todo cristiano debería anhelar. Recibiste el sacramento del
perdón, comulgaste, recibiste la unción y te mantenías orando con tu plegaria
favorita: la coronilla de la divina
misericordia.
En dos aplicaciones (Whasapp y
Blackberry pin) tus imágenes hablaban de tu fe. De hecho estas fueron tus dos
últimas imágenes:
Hoy tu madre, tus hijas y todos los que cercanos a ti te vamos a extrañar podríamos parafrasear las palabras que Ambrosio dijera a Mónica (la madre de San Agustín): “¿Cómo podría perderse la hija de tantas oraciones?”. Sí estamos tristes, por el vacío que dejas, pero a su vez felices y tranquilos porque tu enfermedad y sufrimiento seguramente te alcanzaron los méritos necesarios para llegar derechita a los brazos de tu “chuíto”
El cáncer fue vencido. El cáncer,
donde ahora estás, no tiene espacio ni fuerza. El cáncer muere con tu muerte
pero no vive con tu vida. Y ese cuerpo que dejas acá, que conocimos todos, fue
la placenta que albergó el alma de tu nacimiento para la vida eterna.
Una oración de exequias muy
conocida reza así: “Quien cree en ti Señor
no morirá para siempre”. Tu mayor catequesis (porque no olvidemos fuiste
catequista por algunos años) fue demostrarnos la riqueza de creer en Jesús,
como mayor tesoro de esta vida.
Como últimas palabras de este
artículo dedicado a ti traigo a la mente el recuerdo de aquel pasaje del libro
de Job, cuando este luego de perderlo todo, de quedar prácticamente sin nada,
sin hijos, sin tierra, en la ruina, escucha estas palabras necias de su esposa
que le invitaban maldecir a Dios: “¿Aún
conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete”. Ante esto Job, como tú,
medita sus palabras y responde con el nivel de fe que solo quien ama a Dios y
le teme puede expresar: “¿Aceptaremos el
bien de Dios y no aceptaremos el mal? En todo esto Job no pecó con sus labios”.
Gracias le doy a mi Señor por habernos dejado una riqueza de fe con tu
vida, un ejemplo para cuando pasemos por las tinieblas más sombrías podamos
decir: “Ya Grania pasó por aquí y venció”.
Dios te bendiga amiga, nos veremos siempre en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
Hermosas palabras para tan hermosa amiga, gracias por compartirlas. De verdad Grania es Única y por eso vivirá siempre en nuestros corazones, compartimos la enfermedad (yo superada aquí) en superada en el alma. Aunque no esta fisicamente ella sera por siempre de esas personas maravillosas que tocan nuestras vidas para siempre. Que dios te guarde en su Gloria y desacanses en su luz amiga bella Mi chocolate.
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