miércoles, 11 de noviembre de 2015

UN ARCOIRIS GRIS







Un tema sumamente polémico y a su vez donde considero abundan más las opiniones de sentimientos que de argumentos, es la ideología de género. Se ha hecho tan popular y tan del momento (tan viral) que hasta han encontrado espacios importantes en legislaciones soberanas o en instituciones de talla mundial como la ONU y la Organización de los Derechos Humanos.

Quien exprese hoy un rotundo rechazo a las propuestas LGBT es considerado como homofóbico, discriminatorio, intolerante, ortodoxo y lo más reciente que escuché: fundamentalista. Se da por hecho que la fe, en especial la cristiana católica, es enemiga de la homosexualidad y que su corriente dogmática de siglos ya no aplica a lo que los tiempos presentes demanda.

Toda esta introducción en nada pareciera ayudar a la apologética cristiana. Pero, ¿qué de cierto hay en toda esa agenda de la ideología de género?

En un reciente artículo que publiqué reflexionaba, centrado en la fe católica que es la que profeso, que a mi entender la homosexualidad, como realidad innegable de la historia de la humanidad, encontró un espacio, no despreciable, en uno de los instrumentos formativos más ortodoxos del cristianismo, que es el catecismo de la Iglesia Católica. En él, como nota de interés, más que hablarse mal y de manera ofensiva sobre los homosexuales, me agradó encontrar tres numerales dedicados a estas personas, y en especial citaré el 2358 que dice así:

“Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”.

Es decir, lo primero que entendí al leer esto es que la Iglesia no hace un Stand Up Comedy de estas personas e invita a todos los católicos a acoger con respeto, compasión y delicadeza a quienes viven esta condición. Luego incorpora la frase clave: evitar todo signo de discriminación injusta.

Del lado de la agenda LGBT existe, siendo honestos, un fundamentalismo anti religioso muy marcado. Un fundamentalismo que tiene por aliados a activistas pro aborto, pro eutanasia, que no ayudan a un encuentro conciliatorio cuando el primer chips que se incorpora al entendimiento de quienes deciden vivir bajo condiciones no ordinarias de vida es: la Iglesia no es tu amiga.

La fe católica ha dado acogida al homosexual, pero no dará acogida jamás al pecado. Y esta distinción, con línea no tan delgada, es clave entenderla. No son solos los homosexuales los que reciben un NO de parte de la Iglesia cuando de conductas se trata; los heterosexuales también y en altas dosis. La prohibición al uso de métodos anticonceptivos, por ejemplo, está dirigido a personas heterosexuales de cuyos actos son los únicos con posibilidad de procrear, porque el acto homosexual es estéril por naturaleza. La prohibición de tener relaciones sexuales fuera del matrimonio nos arropa hondamente a los heterosexuales, una prohibición que pareciera absurda en estos tiempos pero que no pierde vigencia porque la palabra de Dios no cambia, es estable y eterna.

La fe católica muestra un camino de salvación que es Cristo. Un camino al que se invita también a homosexuales con las mismas condiciones que a los heterosexuales. Ese camino, cristiano se fundamenta en esto: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”. (Lucas 9,23). Un camino que tiene como virtud primaria la fe y luego la pureza de cuerpo y de espíritu, unida hermosamente en la bienaventuranza: “Felices los de limpios de corazón, pues ellos verán a Dios” (Mateo 5,8), y cuya pureza tiene una gran expresión de entrega y amor en la castidad, reconocido así por el apóstol San Pablo cuando señaló: “Huyan de las relaciones sexuales prohibidas. Cualquier otro pecado que alguien cometa queda fuera de su cuerpo, pero el que tiene relaciones sexuales peca contra su propio cuerpo” (1 Corintios 6,18). La mayor evidencia de que para la Iglesia todos somos importantes (heterosexuales u homosexuales) es que explica estos temas para que no perdamos el derecho que está por encima de todos los derechos universales, el derecho a salvarnos por la gracia de Cristo.

Cerrarnos esta posibilidad de comprensión pretendiendo que legalizando las uniones homosexuales bajo la figura de un falso matrimonio, cambiando la noción de familia (papá y mamá) por relaciones homoparentales homosexuales, legalizando el aborto, la eutanasia, lograríamos doblegar la Palabra de Dios  y sus enseñanzas morales es literalmente una dañina utopía, ya que es bueno resaltar, estos principios salvíficos no son invención del hombre sino revelación dada al hombre por la luz de los profetas y por la gracia del redentor único del mundo: Jesucristo.

La lectura de hoy 11 de noviembre de 2015, del libro de la sabiduría, envía un hermoso pero contundente mensaje a los que ostentan el poder (ejecutivo o legislativo) y que, aunque haya cambiado con el tiempo de monarquías a dictaduras y de dictaduras a democracia, siempre ha tenido por protagonista principal: el hombre. Ese mensaje, con el que cerraré mi artículo, nos recuerda de quién  es  el poder y la gloria, la sabiduría y la verdad, y que quienes gobiernan de espaldas a Dios serán duramente juzgados, con mayor contundencia que quienes fueron seguidores o creyentes de esos poderosos:

“Oíd, pues, reyes, y enteded. Aprended, jueces de los confines de la tierra.Estad atentos los que gobernáis multitudes y estáis orgullosos de la muchedumbre de vuestros pueblos.Porque del Señor habéis recibido el poder, del Altísimo, la soberanía; él examinará vuestras obras y sondeará vuestras intenciones.Si, como ministros que sois de su reino, no habéis juzgado rectamente, ni observado la ley, ni caminado siguiendo la voluntad de Dios, terrible y repentino se presentará ante vosotros. Porque un juicio implacable espera a los que están en lo alto; al pequeño, por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán poderosamente examinados.Que el Señor de todos ante nadie retrocede, no hay grandeza que se le imponga; al pequeño como al grande él mismo los hizo y de todos tiene igual cuidado, pero una investigación severa aguarda a los que están en el poder. A vosotros, pues, soberanos, se dirigen mis palabras para que aprendaís sabiduría y no faltéis; porque los que guarden santamente las cosas santas, serán reconocidos santos, y los que se dejen instruir en ellas, encontrarán defensa.Desead, pues, mis palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán”.
(Sabiduría 6,1-11)

Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi





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