viernes, 27 de noviembre de 2015

¿QUÉ HACE CALLAR A DIOS?






No escuchar a Dios puede ser desesperante, inclusive para muchos es el pretexto para no creer en él. Pero sin embargo impresiona que meditando sobre el silencio de Dios que sentimos en nuestras vidas podamos descubrir que este no es producto de unos labios sagrados que se niegan hablarnos sino a un ruido distractor que coloca la voz de Dios por debajo de nuestros umbrales auditivos.

Dios habla, no grita. Inclusive un texto bíblico (1 reyes 19,12) nos invita a descubrirle en el susurro: “Después hubo un terremoto, pero Yavé no estaba en el terremoto. Después brilló un rayo, pero Yavé no estaba en el rayo. Y después del rayo se sintió el murmullo de una suave brisa”.

Con esta idea pienso que lo que nos aleja de la voz de Dios es el ruido y por lo tanto nada calla a Dios. El ruido nos distrae y ese ruido no siempre entra por los oídos. Es un ruido de todos los sentidos: ruido visual, ruido gustativo, ruido sensitivo, ruido olfativo. La virtud del que escucha a Dios es lograr dirigir todos sus sentidos al silencio y estando en él dejarse llevar por esa voz de éxtasis y verdad.

Hoy somos perturbados, desde que nos levantamos hasta que logramos dormirnos, por toda clase de ruido. Redes sociales, televisión, radio, música, internet, materialismo, vicios, son algunos de estos estímulos. Es una batalla de entrenamiento, es una lucha contra nuestras propias debilidades, partiendo del simple y básico hecho de que si no es Dios el fundamento de nuestra vida, cualquier cosa nos alejará de su voz.

Ante Pilatos Jesús dijo: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz” y no deja de llamar la atención cuando Pilatos ante esa afirmación repregunta: “¿Y qué es la verdad?”. Así nos queda claro que hay personas que aún teniendo a Jesús de frente (como en la eucaristía) pueden llegar a expresar: “Yo no veo a ningún Dios”. Nikita Jrushchov dijo una vez: «Gagarin estuvo en el espacio, pero no vio a ningún Dios allí», palabras que por cierto después fueron atribuidas al astronauta ruso pero no hay grabación que lo compruebe. Pero siguiendo la línea de Jrushchov la respuesta a este tipo de ateísmo cientificista nos la deja hermosamente expresada San Francisco de Asís en su canto a las criaturas:

Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te corresponden
y ningún hombre es digno de pronunciar tu nombre.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
él es el día y por él nos alumbras;
y es bello y radiante con gran esplendor:
de ti. Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas:
en el cielo las has formado
claras y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
que es muy útil y humilde y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche:
y es bello y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la madre tierra,
que nos sustenta y gobierna
y produce distintos frutos
con flores de colores y hierbas.

Loado seas, mi Señor,
por los que perdonan por tu amor
y sufren enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las sufren en paz,
pues por ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal
de la cual ningún hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que morirán en pecado mortal!
Bienaventurados
los que encontrará en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.


Así Francisco ve a Dios en las obras, no en una línea panteísta sino en la línea de que conociendo la grandeza de su obra pues más grande debe ser su autor. Dios no calla, nos habla a diario. Su creación armónica y perfecta, puntual y cumplida, que nos conserva con vida, es una de sus mayores expresiones de existencia y amor.

Quizás es tiempo de que analicemos cuáles son los ruidos que nos impiden creer, hablar y amar a nuestro Creador, porque sí, aunque no nos guste la idea, Dios está en la calma, en el silencio y en la paz. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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