No escuchar a Dios puede ser
desesperante, inclusive para muchos es el pretexto para no creer en él. Pero
sin embargo impresiona que meditando sobre el silencio de Dios que sentimos en
nuestras vidas podamos descubrir que este no es producto de unos labios
sagrados que se niegan hablarnos sino a un ruido distractor que coloca la voz
de Dios por debajo de nuestros umbrales auditivos.
Dios habla, no grita. Inclusive
un texto bíblico (1 reyes 19,12) nos invita a descubrirle en el susurro: “Después hubo un terremoto, pero Yavé no
estaba en el terremoto. Después brilló un rayo, pero Yavé no estaba en el rayo.
Y después del rayo se sintió el murmullo de una suave brisa”.
Con esta idea pienso que lo que
nos aleja de la voz de Dios es el ruido y por lo tanto nada calla a Dios. El
ruido nos distrae y ese ruido no siempre entra por los oídos. Es un ruido de
todos los sentidos: ruido visual, ruido gustativo, ruido sensitivo, ruido
olfativo. La virtud del que escucha a Dios es lograr dirigir todos sus sentidos
al silencio y estando en él dejarse llevar por esa voz de éxtasis y verdad.
Hoy somos perturbados, desde que
nos levantamos hasta que logramos dormirnos, por toda clase de ruido. Redes
sociales, televisión, radio, música, internet, materialismo, vicios, son algunos
de estos estímulos. Es una batalla de entrenamiento, es una lucha contra
nuestras propias debilidades, partiendo del simple y básico hecho de que si no
es Dios el fundamento de nuestra vida, cualquier cosa nos alejará de su voz.
Ante Pilatos Jesús dijo: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz” y
no deja de llamar la atención cuando Pilatos ante esa afirmación repregunta: “¿Y qué es la verdad?”. Así nos queda
claro que hay personas que aún teniendo a Jesús de frente (como en la
eucaristía) pueden llegar a expresar: “Yo no veo a ningún Dios”. Nikita
Jrushchov dijo una vez: «Gagarin estuvo en el espacio, pero no vio a ningún
Dios allí», palabras que por cierto después fueron atribuidas al astronauta ruso
pero no hay grabación que lo compruebe. Pero siguiendo la línea de Jrushchov la
respuesta a este tipo de ateísmo cientificista nos la deja hermosamente
expresada San Francisco de Asís en su canto a las criaturas:
Altísimo, omnipotente,
buen Señor,
tuyas son las
alabanzas,
la gloria y el honor y
toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te
corresponden
y ningún hombre es
digno de pronunciar tu nombre.
Loado seas, mi Señor,
con todas tus criaturas,
especialmente el señor
hermano sol,
él es el día y por él
nos alumbras;
y es bello y radiante
con gran esplendor:
de ti. Altísimo, lleva
significación.
Loado seas, mi Señor,
por la hermana luna y
las estrellas:
en el cielo las has
formado
claras y preciosas y bellas.
Loado seas, mi Señor,
por el hermano viento,
y por el aire y el
nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus
criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor,
por la hermana agua,
que es muy útil y
humilde y preciosa y casta.
Loado seas, mi Señor,
por el hermano fuego,
por el cual alumbras la
noche:
y es bello y alegre y
robusto y fuerte.
Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la
madre tierra,
que nos sustenta y
gobierna
y produce distintos
frutos
con flores de colores y
hierbas.
Loado seas, mi Señor,
por los que perdonan
por tu amor
y sufren enfermedad y
tribulación.
Bienaventurados
aquellos que las sufren en paz,
pues por ti, Altísimo,
coronados serán.
Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la
muerte corporal
de la cual ningún
hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que
morirán en pecado mortal!
Bienaventurados
los que encontrará en
tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda
no les hará mal.
Load y bendecid a mi
Señor,
y dadle gracias y
servidle con gran humildad.
Así Francisco ve a Dios en las obras, no en una línea
panteísta sino en la línea de que conociendo la grandeza de su obra pues más
grande debe ser su autor. Dios no calla, nos habla a diario. Su creación
armónica y perfecta, puntual y cumplida, que nos conserva con vida, es una de
sus mayores expresiones de existencia y amor.
Quizás es tiempo de que analicemos cuáles son los
ruidos que nos impiden creer, hablar y amar a nuestro Creador, porque sí,
aunque no nos guste la idea, Dios está en la calma, en el silencio y en la paz.
Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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