Todo intento por escribir sobre
Dios fuera de lo conocido en los evangelios y de sana interpretación del
magisterio sin duda es un aventurado acto de atrevimiento, que a veces puede
ser acertado pero otras veces no.
Dios al ser persona, de hecho
tres personas, tiene personalidad y, añadiría, emociones. Emociones santas, perfectas, inigualables que
en nada alteran su condición amorosa, divina, certera, justa, misericordiosa,
omnipotente, eterna y única. Aun así, si bien Dios no necesita de nada para ser
feliz ni nada puede alterar se propia esencia perfecta y divina, eso no lo hace
distante y ajeno a su obra creadora, en especial a nosotros, sus hijos, a
quienes “amó hasta el extremo” de dar
su vida, la vida de su hijo Jesús, para la salvación de todos.
Cuando el Santo Padre Francisco
señalaba recientemente que Jesús llora por “la guerra mundial a pedazos” sin
duda con su comentario sacó a la luz una emoción de nuestro Señor y Salvador,
Señor y Creador, Señor y Santificador. Si Dios no es 100% feliz no es por algo
que le falte, sino por lo que nos falta a nosotros. No es por algo que necesite
sino porque nosotros olvidamos necesitarlo. No es porque Dios esté muriendo en
el olvido sino porque nosotros lo estamos matando en nuestros corazones.
Siempre he creído que sabiendo
Satanás que su lucha contra Dios la tiene perdida, en su odio, la única forma
que encontró de herirlo emocionalmente fue a través de nosotros, porque Dios nos
ama. Con ello no afecta a Dios, no logrará hacerle el menor daño, pero sí toca
su corazón. Y en esa labor tan sutil de tentar ha encontrado mucha acogida en
nuestros ingratos corazones. Hoy la tarima única que debería tener solo a Jesús
como “Cristo Rey” del mundo entero la hemos querido inicialmente compartir con
otras expresiones de fe sumamente antagónicas como el Islam, o con conceptos
más mundanos y humanos como el relativismo moral, el laicismo estadal y el
ateísmo. Y de compartir la tarima ya muchos avanzan para bajar a Jesús de ella.
¡Vergonzoso! como los católicos (sin hacer una generalización injusta) hemos
dejado de luchar porque resultó más apropiado acomodar verdades para mantener
un lugar amigable en el pensar colectivo. Hoy le decimos a Dios Padre que el
sacrificio de Jesús vale tanto como los pensamientos de Buda, las enseñanzas de
Mahoma o el altruismo de aquellos que aunque sean ateos hacen buenas obras. Hoy
nos hemos convertido en los “viñadores
asesinos” y esto sí que aplica para laicos y consagrados.
Dios es amor pero el amor también
llora, se llena de cólera y también sufre con los que sufren. Dios triunfará
sobre el mal pero no sobre los que decidieron servirle a ese mal hostinadamente. Así como dijo
San Agustín: “el Dios que te creó sin ti, no
te salvará sin ti”
Hagamos a Dios feliz recordando esa
bella enseñanza derivada de la parábola de la oveja perdida: “Hay más alegría en el cielo por uno que se
convierte que por noventa y nueve que no necesitan conversión”. Dios los
bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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