sábado, 21 de noviembre de 2015

¿DIOS ES FELIZ?





Todo intento por escribir sobre Dios fuera de lo conocido en los evangelios y de sana interpretación del magisterio sin duda es un aventurado acto de atrevimiento, que a veces puede ser acertado pero otras veces no.

Dios al ser persona, de hecho tres personas, tiene personalidad y, añadiría, emociones.  Emociones santas, perfectas, inigualables que en nada alteran su condición amorosa, divina, certera, justa, misericordiosa, omnipotente, eterna y única. Aun así, si bien Dios no necesita de nada para ser feliz ni nada puede alterar se propia esencia perfecta y divina, eso no lo hace distante y ajeno a su obra creadora, en especial a nosotros, sus hijos, a quienes “amó hasta el extremo” de dar su vida, la vida de su hijo Jesús, para la salvación de todos.

Cuando el Santo Padre Francisco señalaba recientemente que Jesús llora por “la guerra mundial a pedazos” sin duda con su comentario sacó a la luz una emoción de nuestro Señor y Salvador, Señor y Creador, Señor y Santificador. Si Dios no es 100% feliz no es por algo que le falte, sino por lo que nos falta a nosotros. No es por algo que necesite sino porque nosotros olvidamos necesitarlo. No es porque Dios esté muriendo en el olvido sino porque nosotros lo estamos matando en nuestros corazones.

Siempre he creído que sabiendo Satanás que su lucha contra Dios la tiene perdida, en su odio, la única forma que encontró de herirlo emocionalmente fue a través de nosotros, porque Dios nos ama. Con ello no afecta a Dios, no logrará hacerle el menor daño, pero sí toca su corazón. Y en esa labor tan sutil de tentar ha encontrado mucha acogida en nuestros ingratos corazones. Hoy la tarima única que debería tener solo a Jesús como “Cristo Rey” del mundo entero la hemos querido inicialmente compartir con otras expresiones de fe sumamente antagónicas como el Islam, o con conceptos más mundanos y humanos como el relativismo moral, el laicismo estadal y el ateísmo. Y de compartir la tarima ya muchos avanzan para bajar a Jesús de ella. ¡Vergonzoso! como los católicos (sin hacer una generalización injusta) hemos dejado de luchar porque resultó más apropiado acomodar verdades para mantener un lugar amigable en el pensar colectivo. Hoy le decimos a Dios Padre que el sacrificio de Jesús vale tanto como los pensamientos de Buda, las enseñanzas de Mahoma o el altruismo de aquellos que aunque sean ateos hacen buenas obras. Hoy nos hemos convertido en los “viñadores asesinos” y esto sí que aplica para laicos y consagrados.

Dios es amor pero el amor también llora, se llena de cólera y también sufre con los que sufren. Dios triunfará sobre el mal pero no sobre los que decidieron servirle a ese mal hostinadamente. Así como dijo San Agustín: “el Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”

Hagamos a Dios feliz recordando esa bella enseñanza derivada de la parábola de la oveja perdida: “Hay más alegría en el cielo por uno que se convierte que por noventa y nueve que no necesitan conversión”. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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