domingo, 29 de noviembre de 2015

¿CATÓLICO MOTIVA EL PENSAR POLÍTICO?





El autoengaño es una de las herramientas más útiles que justifica, entre otras cosas, la mediocridad. Así, en tiempos de democracia, los gobernantes (y aspirantes) se cambian sus vestiduras de reyes y dictadores para usar la de políticos, entiendiendo que lo que genera menos ruido y conflicto debería, inversamente proporcional, dar más votos.

Lo absurdo de este principio es que si se aplicara de la mano con la coherencia espiritual que le da identidad a las naciones, la doctrina espiritual cristiana estuviera firmemente representada en todas las naciones que dicen profesar esta fe.

Con ello, desde la sana mesa de las ideas, podrían venir muchas propuestas diversas en aras de buscar caminos económicos, de salud, de avances educativos, de infraestructura, vialidad, de seguridad, que contribuyesen al desarrollo de los pueblos, pero los temas doctrinales sobre moral, familia y vida jamás se cuestionarían de la forma que hoy se hacen porque, como sociedades cristianas, estos temas están en la línea de lo ya revelado. Si la democracia es la representación de las mayorías y las naciones son mayoritariamente cristianas, ningún político insinuaría siquiera abordar leyes en favor del aborto, la eutanasia, la legalización de uniones homosexuales o la erradicación de las aulas de la educación religiosa. Plantearse estos temas debería ser tan impopular como el que se pretendiera promover leyes a favor de la prostitución, la pedofilia o el regreso de la esclavitud.

Pero, ¿por qué estos temas notoriamente tan anti cristianos están teniendo tanta aceptación en las sociedades logrando colarse con una profunda indiferencia o aceptación?, pues porque el cristianismo se ha contaminado, en nosotros los practicantes, con los conceptos mundanos, modernos y vacíos propios de un desarrollo material a costa de una involución espiritual. La verdad tergiversada de que “Dios es amor” ha servido para arrastrar a la pureza de los conceptos divinos una falsa publicidad, llena de miserias y aberraciones, que si son abiertamente cuestionadas pues son tildadas con duros calificativos de homofobia, discriminación, intolerancia.

Tanto es así que estos temas anticristianos ya no entran en el marco del debate. Masivamente muchos medios de comunicación, periodistas, artistas, novelistas, articulistas (sin hacer una generalización dañina a cada gremio) parten del hecho de que al hablar de desarrollo ciudadano se deben incluir leyes, sin objeción alguna, donde se  superen estos temas calificados de tabú religioso ortodoxo. Y la clave acá es preguntarnos: ¿es lógico que estos temas no se debatan porque sofismas sociales bien vendidos lo consideran justos y buenos? Es precisamente esto lo que le resta mayor credibilidad a estas seudo-propuestas de desarrollo moral; su pretensión de excluir del debate a quienes por siglos han sido guía moral para las sociedades, como lo ha sido la fe cristiana.

En pensamientos de libertad una persona pide respeto cuando desea cambiar los conceptos de matrimonio, familia, interrupción de la vida en el embarazo y fin de la vida ante dolores terminales. Con la bandera de libertad reclaman que sus derechos de opinión sean aceptados sin cuestionamientos...palabra clave: "cuestionamiento". Un pensamiento que no tiene la libertad de ser cuestionado es un pensamiento tiránico. Un pensamiento se hace eterno en el tiempo cuando pasado por cuestionamientos sobrevive. La mayoría de los dogmas de fe nacieron de cuestionamientos, dudas y posiciones diversas.

Así, si los temas de las legalizaciones de uniones homosexuales, aborto y eutanasia no permiten dentro de sus argumentos los cuestionamientos, como los del pensamiento cristiano, con sustentabilidad de siglos de antigüedad es: o porque no tienen la capacidad de sobrevivir al debate moral o porque sencillamente tienen la intensión radical de formar parte de lo que definió Benedicto XVI como la "tiranía del relativismo".
Con esto queda claro que el problema no es político, porque el político es un radar que retransmite lo que las sociedades desean escuchar o les sume mayor popularidad; el político es más un esnobista que un formador. El problema se centra en la obvia pérdida de identidad cristiana, la pérdida del sentido de pertenencia y la pérdida de defender lo que nos duele nos quieran cambiar, eso que le ha dado la idea al político que al hablar de aborto, eutanasia y uniones homosexuales no resta votos, más bien le suma.

Como recordaba el párroco de mi parroquia en la misa dominical del primer domingo de adviento (año 2015): “Las sociedades cuando sacan a Dios de sus vidas se autocastigan”, o sea, viven las propias consecuencias de sus obstinaciones, de sus soberbias y de sus indiferencias.

Por eso las naciones latinoamericanas de mucha tradición católica, mariana, hoy viven el peligro de que en sus congresos entren estos cánceres morales que deterioran profundamente a la sociedad, la desvirtúan y las alejan de Dios. Quizás es tiempo de replantearnos si el ser cristiano tiene algún peso político, social y educativo sobre nuestras opiniones y sobre aquellos que aspiran representarnos. Sino, volveremos a los tiempos donde la única manera de surgir pasará previamente por el profundo y enlodado proceso de hundirnos. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

viernes, 27 de noviembre de 2015

¿QUÉ HACE CALLAR A DIOS?






No escuchar a Dios puede ser desesperante, inclusive para muchos es el pretexto para no creer en él. Pero sin embargo impresiona que meditando sobre el silencio de Dios que sentimos en nuestras vidas podamos descubrir que este no es producto de unos labios sagrados que se niegan hablarnos sino a un ruido distractor que coloca la voz de Dios por debajo de nuestros umbrales auditivos.

Dios habla, no grita. Inclusive un texto bíblico (1 reyes 19,12) nos invita a descubrirle en el susurro: “Después hubo un terremoto, pero Yavé no estaba en el terremoto. Después brilló un rayo, pero Yavé no estaba en el rayo. Y después del rayo se sintió el murmullo de una suave brisa”.

Con esta idea pienso que lo que nos aleja de la voz de Dios es el ruido y por lo tanto nada calla a Dios. El ruido nos distrae y ese ruido no siempre entra por los oídos. Es un ruido de todos los sentidos: ruido visual, ruido gustativo, ruido sensitivo, ruido olfativo. La virtud del que escucha a Dios es lograr dirigir todos sus sentidos al silencio y estando en él dejarse llevar por esa voz de éxtasis y verdad.

Hoy somos perturbados, desde que nos levantamos hasta que logramos dormirnos, por toda clase de ruido. Redes sociales, televisión, radio, música, internet, materialismo, vicios, son algunos de estos estímulos. Es una batalla de entrenamiento, es una lucha contra nuestras propias debilidades, partiendo del simple y básico hecho de que si no es Dios el fundamento de nuestra vida, cualquier cosa nos alejará de su voz.

Ante Pilatos Jesús dijo: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz” y no deja de llamar la atención cuando Pilatos ante esa afirmación repregunta: “¿Y qué es la verdad?”. Así nos queda claro que hay personas que aún teniendo a Jesús de frente (como en la eucaristía) pueden llegar a expresar: “Yo no veo a ningún Dios”. Nikita Jrushchov dijo una vez: «Gagarin estuvo en el espacio, pero no vio a ningún Dios allí», palabras que por cierto después fueron atribuidas al astronauta ruso pero no hay grabación que lo compruebe. Pero siguiendo la línea de Jrushchov la respuesta a este tipo de ateísmo cientificista nos la deja hermosamente expresada San Francisco de Asís en su canto a las criaturas:

Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te corresponden
y ningún hombre es digno de pronunciar tu nombre.

Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
él es el día y por él nos alumbras;
y es bello y radiante con gran esplendor:
de ti. Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas:
en el cielo las has formado
claras y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
que es muy útil y humilde y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche:
y es bello y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la madre tierra,
que nos sustenta y gobierna
y produce distintos frutos
con flores de colores y hierbas.

Loado seas, mi Señor,
por los que perdonan por tu amor
y sufren enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las sufren en paz,
pues por ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal
de la cual ningún hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que morirán en pecado mortal!
Bienaventurados
los que encontrará en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.


Así Francisco ve a Dios en las obras, no en una línea panteísta sino en la línea de que conociendo la grandeza de su obra pues más grande debe ser su autor. Dios no calla, nos habla a diario. Su creación armónica y perfecta, puntual y cumplida, que nos conserva con vida, es una de sus mayores expresiones de existencia y amor.

Quizás es tiempo de que analicemos cuáles son los ruidos que nos impiden creer, hablar y amar a nuestro Creador, porque sí, aunque no nos guste la idea, Dios está en la calma, en el silencio y en la paz. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

sábado, 21 de noviembre de 2015

¿DIOS ES FELIZ?





Todo intento por escribir sobre Dios fuera de lo conocido en los evangelios y de sana interpretación del magisterio sin duda es un aventurado acto de atrevimiento, que a veces puede ser acertado pero otras veces no.

Dios al ser persona, de hecho tres personas, tiene personalidad y, añadiría, emociones.  Emociones santas, perfectas, inigualables que en nada alteran su condición amorosa, divina, certera, justa, misericordiosa, omnipotente, eterna y única. Aun así, si bien Dios no necesita de nada para ser feliz ni nada puede alterar se propia esencia perfecta y divina, eso no lo hace distante y ajeno a su obra creadora, en especial a nosotros, sus hijos, a quienes “amó hasta el extremo” de dar su vida, la vida de su hijo Jesús, para la salvación de todos.

Cuando el Santo Padre Francisco señalaba recientemente que Jesús llora por “la guerra mundial a pedazos” sin duda con su comentario sacó a la luz una emoción de nuestro Señor y Salvador, Señor y Creador, Señor y Santificador. Si Dios no es 100% feliz no es por algo que le falte, sino por lo que nos falta a nosotros. No es por algo que necesite sino porque nosotros olvidamos necesitarlo. No es porque Dios esté muriendo en el olvido sino porque nosotros lo estamos matando en nuestros corazones.

Siempre he creído que sabiendo Satanás que su lucha contra Dios la tiene perdida, en su odio, la única forma que encontró de herirlo emocionalmente fue a través de nosotros, porque Dios nos ama. Con ello no afecta a Dios, no logrará hacerle el menor daño, pero sí toca su corazón. Y en esa labor tan sutil de tentar ha encontrado mucha acogida en nuestros ingratos corazones. Hoy la tarima única que debería tener solo a Jesús como “Cristo Rey” del mundo entero la hemos querido inicialmente compartir con otras expresiones de fe sumamente antagónicas como el Islam, o con conceptos más mundanos y humanos como el relativismo moral, el laicismo estadal y el ateísmo. Y de compartir la tarima ya muchos avanzan para bajar a Jesús de ella. ¡Vergonzoso! como los católicos (sin hacer una generalización injusta) hemos dejado de luchar porque resultó más apropiado acomodar verdades para mantener un lugar amigable en el pensar colectivo. Hoy le decimos a Dios Padre que el sacrificio de Jesús vale tanto como los pensamientos de Buda, las enseñanzas de Mahoma o el altruismo de aquellos que aunque sean ateos hacen buenas obras. Hoy nos hemos convertido en los “viñadores asesinos” y esto sí que aplica para laicos y consagrados.

Dios es amor pero el amor también llora, se llena de cólera y también sufre con los que sufren. Dios triunfará sobre el mal pero no sobre los que decidieron servirle a ese mal hostinadamente. Así como dijo San Agustín: “el Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”

Hagamos a Dios feliz recordando esa bella enseñanza derivada de la parábola de la oveja perdida: “Hay más alegría en el cielo por uno que se convierte que por noventa y nueve que no necesitan conversión”. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi