Todo ser humano tiene un misión en
la vida y en muchas personas esa misión puede estar enmarcada en gobernar
municipios, ciudades y hasta países. No obstante el divorcio absoluto que
podemos percibir entre gobiernos y Dios es tan notorio que la principal defensa
de un gobernante contra el pecado de
soberbia hoy la vemos muy escasa, refiriéndome al SANTO TEMOR DE DIOS.
El rey David, aquel joven pastor,
el menor de 8 hermanos y oriundo de Belén (la tierra de nuestro mesías) es un
gran ejemplo de virtud y humildad, que lejos de la perfección, ejerció el poder
siempre en torno a Dios. Aclaro que lejos de la perfección porque David cometió
pecados horribles, el más notorio, su complacencia ante la lujuria que
consintió en la esposa de aquel soldado fiel de nombre Urías, para quien de
hecho, buscando limpiar su culpa, procuró su muerte.
1) HUMILLARSE ANTE EL DIOS
David sabía el origen de su
poder, sabía quién se lo había dado. No en vano su composición de los salmos,
pilares en la alabanza cristiana, son reflejo de ello. Citando una frase del Salmo 8 David eleva esta
reflexión al Señor: “Cuando contemplo el
cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el
hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?”
Esta virtud de humillarse ante su Creador, de saberse nada ante quien lo es
todo es una de las principales carencias de nuestros gobernantes modernos, esos
que llegan al poder y todavía afirman que lo hicieron “por el poder del voto,
porque, afirman, la voz del pueblo es la voz de Dios” (algo totalmente falso y
absurdo). La parábola que más se acerca a esta verdad es la de los viñadores
asesinos (Mateo 21,33-46), en donde unos hombres a quienes se les confía la administración
de algo que no es suyo, buscan apropiarse de ello e inclusive con violencia y
muerte.
2) RECONOCIMIENTO DE LOS ERRORES
Cuando David comete uno de los
pecados más hondos y vergonzosos de su vida, por lujuria, recibe la visita del
profeta Natán (característico de Dios en estos tiempos de profetas), quien a través
de una parábola le hace ver su error y pecado (2 Samuel 1-4). David no
respondió ante esto con ira hacia el profeta, con soberbia ni con terquedad. Al
contrario, su respuesta directa y clara, que parece simple pero que llevaba
gran dolor, fue: “Pequé contra Dios”
(2 Samuel 13). Y este reconocimiento de culpa, necesario en todo gobernante,
derivó en la composición de uno de los salmos más amargos escritos por él, el
salmo 51(50) que comienza así: “Misericordia
de mí, oh Dios, conforme a tu compasión; conforme a la multitud de tus tiernas
misericordias, borra mis transgresiones. Lávame por completo de mi maldad y
límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está
siempre delante de mí. Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo
ante tus ojos…”
3) ACEPTACIÓN DE SER CORREGIDO
De la mano de lo antes descrito,
David aceptó siempre la corrección de Dios, es decir, David se pudo equivocar
muchas veces, pero su vínculo con Dios le mantenía el corazón abierto al
consejo, a corregir rumbos y a nunca descartar la fuente de la sabiduría misma.
El salmo 19 da luces de esto: “El temor
de Dios es limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Dios son verdad,
todos justos. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y
dulces más que miel, y que la que destila del panal. Tu siervo es además amonestado con ellos; En guardarlos hay grande galardón. ¿Quién
podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos”.
4) MANSEDUMBRE ANTE QUIENES SE OPONEN A
NUESTROS CRITERIOS
Un gobernante no está llamado a
ser siempre amado, querido o a fingir un absoluto apoyo popular. David vivió
esto en carne propia y sin embargo respondió con la mayor de las mansedumbres y
noblezas, aceptando aquello como oblación por sus faltas. El pasaje lo narra el
segundo libro de Samuel 16, 5-8: “salió
de allí un hombre de la familia de la casa de Saúl que se llamaba Simei, hijo
de Gera. Cuando salió, iba maldiciendo, 6 y tiraba piedras a David y a todos
los siervos del rey David, aunque todo el pueblo y todos los hombres valientes
estaban a su derecha y a su izquierda. 7 Así decía Simei mientras maldecía:
“¡Fuera, fuera, hombre sanguinario e indigno! 8 El Señor ha hecho volver sobre
ti toda la sangre derramada de la casa de Saúl, en cuyo lugar has reinado; el
Señor ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón. Aquí estás prendido en
tu propia maldad, porque eres hombre sanguinario.” Pudiendo David asesinar
aquel hombre, apresarlo o silenciarlo a la fuerza, ante alguna de esas sugerencias,
él solo dijo esto: “Déjenlo, que siga
maldiciendo, porque el Señor se lo ha dicho. Quizá el Señor mire mi aflicción y me
devuelva bien por su maldición de hoy.” ( 2 Samuel 16, 11-12).
5) CONSTANTE ORACIÓN
David oraba en gratitud y en la
aflicción, en el triunfo y en la derrota. Porque sabía que todo en torno a él
giraba según su creador. Por eso, el
gobernante que gobierna para Dios, Dios bendecirá a su pueblo y le dará
sabiduría. ¿Por qué la oración es importante?, leamos estas líneas del Salmo
120 y obtendremos la respuesta de David: “Levanto
mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del
Señor, que hizo el cielo y la tierra”. Siempre se habla de que los
gobernantes tienen sus consejeros, quienes en algunos casos son lo que
verdaderamente ejercen el poder. Para David esta necesidad siempre tuvo oídos en los profetas, en la
palabra de Dios y en su oración. Quizás no fue más sabio que Salomón pero sí
fue un hombre fiel y profundamente justo, temeroso de Dios. Todo ello fruto de
su constante alimento en la oración.
6) JAMÁS
CREERSE PERFECTOS O MODELOS DE VIRTUD
David gobernó por 40 años.
Previó a su muerte dio un hermoso consejo a su sucesor Salomón: “Estoy por morir, como es el destino que le
espera a todo el mundo. Sé fuerte y pórtate como un hombre. Ahora, obedece
cuidadosamente todos los mandamientos del SEÑOR tu Dios, y cumple
cuidadosamente todos sus decretos, mandatos, decisiones y principios.
Obedece todo lo que está escrito en las enseñanzas de Moisés para que tengas
éxito en todo lo que emprendas y por dondequiera que vayas. De esa manera el SEÑOR cumplirá la promesa que
me hizo: “Si tus hijos sinceramente tienen cuidado de vivir como yo quiero, y
si lo hacen de todo corazón y con toda el alma, entonces el rey de Israel
siempre será un hombre de tu dinastía” (1 Reyes 2, 2-4) Y estas palabras
están cargadas de mucha virtud porque aún muriendo como rey, con riquezas y con
poder el consejo que le deja a su hijo, y que sería semilla de esa virtuosa
petición de Salomón a futuro de solo pedirle a Dios sabiduría, es que siga en obediencia a su Señor. Hoy somos amenazados por leyes que
contradicen esos decretos, mandatos y decisiones del creador. El aborto,
eutanasia, legalización de uniones homosexuales, la corrupción, la demagogia,
la explotación de la pobreza para mantenerse en el poder, la avaricia por el
poder, el narcotráfico amparado por gobernantes, etc; y ante ello la
democracia necesita políticos con la talla de David que aunque se equivoquen y
pequen, doblen sus rodillas para pedir perdón y mantengan un vínculo de amor
con su creador y salvador. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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