Recientemente escuché una
entrevista radial que le hicieron al reconocido político venezolano,
históricamente del partido COPEI, el señor Eduardo Fernández, a quien en
particular recuerdo fue aspirante para la presidencia de Venezuela en las
elecciones de 1988 ganadas por su oponente de Acción Democrática (AD) Carlos
Andrés Pérez (F). En esta entrevista el señor Fernández explicaba, entre otras
cosas, que el gran drama de nuestra sociedad venezolana era la educación y la
cultura y que la gran deuda social que tenían (y se incluía) quienes habían
tenido mayor o menor responsabilidad en esta realidad actual, al no contribuir
al desarrollo de una mejor educación, eran precisamente los políticos.
Eduardo Fernández, Renny Ottolina
(F), Arturo Uslar Pietri (F), Diego Arria, entre otros, fueron aspirantes
presidenciales que tuvieron una propuesta de país, con una trayectoria
curricular nada despreciable, pero que
en sus momentos no lograron capturar a las mayorías que votaban y que hoy,
los que sobreviven a esa generación, son castigados por su edad, por su
historia partidista o sencillamente por ser “culpables de una generación pasada”.
Es lamentable el poco esfuerzo
que hacemos los ciudadanos por conocer y profundizar en el conocimiento de los
que aspiran cargos públicos como la presidencia de una país. Sin yo pretender
ser un admirador de la cultura política norteamericana, confieso que da
nostalgia (por no citar el pecado capital de la envidia) ver esos debates públicos que se dan en los aspirantes
presidenciales, sean republicanos o demócratas, para dar a conocer sus
ideales educativos, sociales, culturales, espirituales,
morales, económicos, políticos, etc. Y es que si algo requiere ser interrogado
a profundidad, exige de respuestas claras y sin ambigüedades con la mayor
sinceridad posible es la política.
Pero no, muchos hemos preferido
ser espectadores del desafío. No influimos en el linups de los equipos
políticos pero sí nos encanta aferrarnos a uno para celebrar la victoria, aunque
en el fondo no sepamos lo que esa victoria traiga consigo.
Hay políticos que sin duda darán
nostalgia de no haber logrado gobernar, sobre todo los que olían a honestidad,
transparencia, aunque no con ello significara perfección en el ejercicio de sus
mandatos. Esos políticos que por amar la democracia la protegían, entendiendo
que el principal gesto de amor hacia ella sería cuando entregaran su poder a
nuevos aspirantes, habiendo dejado una semilla de nación, respeto y fuentes de
valores donde, por encima de todo, la luz de Dios y el evangelio brillara en
cada habitante de esta tierra bendecida. No sé qué sería de mi país si alguno
de ellos hubiese ganado, pero sí sé que los que ganaron hicieron de mi país lo
que hoy nadie quiso que fuera. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi