“He rogado por ti para
que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos”.
(Lucas 22,32). Jesús
dirigió esas palabras a Pedro, el que no merecía ser el líder de la Iglesia, el
que lo negó tres veces, aquel que hablaba sin pensar, ese que pareciera que los
impulsos siempre iban un paso delante de su razón, aquel a que Jesús también
llegó a decirle, luego de darle las llaves del Reino de los Cielos: “apártate de mí Satanás”.
¿La Iglesia está en crisis Fr. Weinandy?, claro que lo está.
En su historia nunca ha dejado de estarlo. Las herejías han ido y venido y ha
sido la fuerza del Espíritu Santo la que la ha sostenido. La Iglesia está en
crisis y usted con su carta pública
lo ha demostrado. Inicia con un saludo casi creíble de respeto y fidelidad al Papa para luego acusarlo, sutilmente, de algo que dogmáticamente es imposible: de hereje. Pero cuando la obediencia, sobre todo a nivel de
obispos y sacerdotes empieza a mostrar las costuras y usted trata de hablar,
inclusive casi a nivel de toda la población católica, siento que me insulta.
El lenguaje del Papa es ambiguo, como lo fue el de Cristo.
Porque quien habla desde el amor y extiende su mano a los alejados, golpea la
vanidad de aquellos que se sienten superiores por defender la ley aunque no la
practiquen con el mismo celo. Ese lenguaje personifica en hombres como usted
al hermano mayor del hijo pródigo, a los
fariseos y saduceos que se horrorizaban por aquel que comía con prostitutas y
publicanos, que le hacía milagros a centuriones y que convertía el corazón de
Samaritanos.
Al Papa no lo puso usted ahí, ni yo, ni tampoco un sistema
democrático o autoritario. Al Papa Francisco lo eligió Dios, conociendo sus
pensamientos y las ondas heridas de la Iglesia que heredaba de Juan Pablo II y
Benedicto XVI. Una exagerada ortodoxia que pone la Ley por encima
del amor de Dios, que señalaba pecadores pero alimentaba el pecado, a oscuras,
con la colaboración de todos, clamando un cambio en la Iglesia. Un cambio de
percepción, no de doctrina ni de mensaje. Hoy esas prostitutas, publicanos,
centuriones, son los divorciados vueltos a casar, los homosexuales. Y la
solución para ello no ha sido darles el acceso libre y sin conversión a los
sacramentos. Esa duda es eso, duda. No ha sido una enseñanza, catequesis,
encíclica u homilía del Papa. Ha sido su duda y la de algunos que leen el amor
de Dios por artículos y no por actos
de misericordia.
Fr. Weinandyn, la vergüenza no está en lo que ha
surgido de Francisco; la vergüenza está en los obispos, muchos de ellos
elegidos en papados anteriores (ver caso del Cardenal Kasper) que
aprovechándose de esa cercanía misericordiosa del mensaje de Francisco, luz y
reflejo del amor de Dios, han querido contaminar la verdad con falacias y
herejías. ¿Ellos no merecerían también una carta pública?
Yo lo digo y lo sostengo, aunque suene repetitivo. El camino
más seguro para estar en la Iglesia no son los libros, ni las leyes, es el
Papado, el Magisterio, los Sacramentos, la Oración, La Prudencia. No en vano los dos mandamientos más importantes, según Jesús, contienen la palabra amor. Usted le ha seguido el juego a Satanás. Crear cizaña,
dividir la fe entre percepciones liberarles o conversadoras. Usted ha clavado
un clavo más en el cuerpo místico de Cristo y desde abajo le grita a Dios: “¡Si eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y
bájate de la cruz!” (Mateo 27,40). Usted ha ganado su día de fama, su trending
topics. Pero mañana y pasado, hasta la parusía, la Iglesia terminará triunfante
y sorprenderá saber que los que ayudaron a su permanencia, fuera de la
asistencia divina fundamental, fueron aquellos que supieron estar del lado del que tenía
las llaves, el que recibió la plegaria especial, el elegido de Dios. Dios lo
bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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