jueves, 2 de noviembre de 2017

EL DEMONIO LE DA LAS GRACIAS FR. THOMAS G. WEINANDY


“He rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos”. (Lucas 22,32). Jesús dirigió esas palabras a Pedro, el que no merecía ser el líder de la Iglesia, el que lo negó tres veces, aquel que hablaba sin pensar, ese que pareciera que los impulsos siempre iban un paso delante de su razón, aquel a que Jesús también llegó a decirle, luego de darle las llaves del Reino de los Cielos: “apártate de mí Satanás”.

¿La Iglesia está en crisis Fr. Weinandy?, claro que lo está. En su historia nunca ha dejado de estarlo. Las herejías han ido y venido y ha sido la fuerza del Espíritu Santo la que la ha sostenido. La Iglesia está en crisis y usted con su carta pública lo ha demostrado. Inicia con un saludo casi creíble de respeto y fidelidad al Papa para luego acusarlo, sutilmente, de algo que dogmáticamente es imposible: de hereje. Pero cuando la obediencia, sobre todo a nivel de obispos y sacerdotes empieza a mostrar las costuras y usted trata de hablar, inclusive casi a nivel de toda la población católica, siento que me insulta.

El lenguaje del Papa es ambiguo, como lo fue el de Cristo. Porque quien habla desde el amor y extiende su mano a los alejados, golpea la vanidad de aquellos que se sienten superiores por defender la ley aunque no la practiquen con el mismo celo. Ese lenguaje personifica en hombres como usted al  hermano mayor del hijo pródigo, a los fariseos y saduceos que se horrorizaban por aquel que comía con prostitutas y publicanos, que le hacía milagros a centuriones y que convertía el corazón de Samaritanos.

Al Papa no lo puso usted ahí, ni yo, ni tampoco un sistema democrático o autoritario. Al Papa Francisco lo eligió Dios, conociendo sus pensamientos y las ondas heridas de la Iglesia que heredaba de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Una exagerada ortodoxia que pone  la Ley por encima del amor de Dios, que señalaba pecadores pero alimentaba el pecado, a oscuras, con la colaboración de todos, clamando un cambio en la Iglesia. Un cambio de percepción, no de doctrina ni de mensaje. Hoy esas prostitutas, publicanos, centuriones, son los divorciados vueltos a casar, los homosexuales. Y la solución para ello no ha sido darles el acceso libre y sin conversión a los sacramentos. Esa duda es eso, duda. No ha sido una enseñanza, catequesis, encíclica u homilía del Papa. Ha sido su duda y la de algunos que leen el amor de Dios por artículos y no por actos de misericordia.

Fr. Weinandyn, la vergüenza no está en lo que ha surgido de Francisco; la vergüenza está en los obispos, muchos de ellos elegidos en papados anteriores (ver caso del Cardenal Kasper) que aprovechándose de esa cercanía misericordiosa del mensaje de Francisco, luz y reflejo del amor de Dios, han querido contaminar la verdad con falacias y herejías. ¿Ellos no merecerían también una carta pública?

Yo lo digo y lo sostengo, aunque suene repetitivo. El camino más seguro para estar en la Iglesia no son los libros, ni las leyes, es el Papado, el Magisterio, los Sacramentos, la Oración, La Prudencia. No en vano los dos mandamientos más importantes, según Jesús, contienen la palabra amor. Usted le ha seguido el juego a Satanás. Crear cizaña, dividir la fe entre percepciones liberarles o conversadoras. Usted ha clavado un clavo más en el cuerpo místico de Cristo y desde abajo le grita a Dios: “¡Si eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz!” (Mateo 27,40). Usted ha ganado su día de fama, su trending topics. Pero mañana y pasado, hasta la parusía, la Iglesia terminará triunfante y sorprenderá saber que los que ayudaron a su permanencia, fuera de la asistencia divina fundamental, fueron aquellos que supieron estar del lado del que tenía las llaves, el que recibió la plegaria especial, el elegido de Dios. Dios lo bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi


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