Vivir en la oscuridad tanto tiempo me hace despreciar la luz.
Tu primera luz, la que me mostraba el camino, no la pude ver, me incomodó la
vista.
La oscuridad se hizo confort en mis pensamientos. No ver más
allá de mi cercanía me ayudaba a no pensar en las consecuencias de mis
decisiones.
Pero la luz tiene un poder único, disipa la oscuridad. Y
aunque mis párpados querían seguir cerrados era imposible para mí avanzar sin
ver. Busqué la sombra de alguien que brillaba con tu luz y esa sombra me
protegía del calor, no de la luz. La oscuridad tiene fronteras y la verdad brilla
dentro y fuera de ella.
La capacidad adaptativa de mis retinas se acomodó a la luz y
aprendí a ver. Y la luz se hizo natural en mi vida. Cuando se iba sabía que era
cuestión de paciencia para ver otro amanecer. Y en ese ciclo empecé a extrañar
la luz en la oscuridad y a disfrutar la luz desde cada amanecer de tu perdón.
Amanece y verás la claridad que ocultaba la sombra de tus
decisiones.
Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
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