Una sociedad, institución o
familia fracturada es un camino seguro al fracaso o al estancamiento. La poca
claridad de metas o destinos nos diferencia entre ser arrieros o arriados. Las
fracturas, reparadas, enderezadas aunque queden bien y externamente no dejen
marcas, sin lugar a dudas dejan cicatrices en los huesos sólidos que duran en
el tiempo.
Nuestra sociedad actual,
promoviendo una libertad de pensamiento casi que absoluta y profundamente
relativista ha logrado sistemáticamente fracturarse poniendo el riesgo no solo
los avances y la estabilidad moral sino que también la cantidad de yesos que
reparen estas fracturas se tornan limitados, finitos. ¿La consecuencia de ello?,
una sociedad encorvada, dolida, limitada, discapacitada.
La peor y más aguda de las
fracturas es la fractura de conciencia, esa que impide establecer los juicios
necesarios para educar, formar, corregir, convertir, perdonar, amar,
discriminar lo malo. Esa fractura de conciencia se ha hecho tan masiva, tan
radical y tan incuestionable que inclusive los tradicionales caminos morales
como por ejemplo los de la Iglesia Católica hoy también titubean en sus
diferentes jerarquías. ¡Cómo cuesta cada vez ver frutos de conversión por yesos
que corrijan desviaciones morales, fuentes de pecado!. Eso nos debe preocupar
porque el mundo, de puerta ancha, nos recuerda las palabras de nuestro
Dios – Hijo, Jesucristo: “Entrad por la
entrada estrecha; porque ancha es la
entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos
los que entran por ella" (Mateo,
7 – 13).
Cobardía, temor de quedarnos
solos, temor de ser rechazados, podrían ser algunas de las explicaciones generales
del por qué estas omisiones, aunque tampoco hay que descartar que Jesús a
muchos les esté dando un poco de vergüenza predicarlo, solución que muchos han
encontrado desvirtuando al Jesús verdadero, cuando señalan expresiones amplias
que rezan así: “Jesús te ama como eres”, “Jesús
no te condena”, “Jesús es el amigo que nunca nos falla”, “Jesús te apoya en tus
decisiones”.
Un barco fracturado se hunde, un
avión fracturado se cae, un carro fracturado se sale del camino y se estrella,
una conciencia fracturada en sus convicciones y creencias ¿se salva?
En un mundo donde todos somos
pecadores lo más grave que podemos hacer es naturalizar esa condición y
convencernos de que no necesitamos a Dios. Un fracturado que no reconozca su
fractura, superado el dolor y cuando el hueso se vuelva a soldar en la posición
rota que quedó, aprenderá a caminar o a escribir así, con su hueso torcido. El
día que la muerte nos alcance los huesos mal pegados serán enderezados a costa
de un dolor de conciencia agudo. No rechacemos la Verdad pero tampoco neguemos
la fuente de esa verdad, divina, eterna, poderoso y misericordiosa. Dios los
bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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