Año tras año surgen emotivas
campañas, en especial con relación al cáncer de mama, que instan a las mujeres
a no sentirse solas, a luchar por sus vidas, a vencer.
Todo lo que dé consuelo a un alma
que sufre ¡bendito sea! Quienes hemos tenido personas cercanas que han padecido
esta enfermedad sabemos lo duro que puede ser ese punto de inflexión donde
pareciera que la batalla se dio pero no se triunfó. En mi experiencia cercana,
tres mujeres y un hombre se han ido por esta enfermedad.
Al entender que se detecte temprana
o tardía esta enfermedad, de todas formas todo se trata de probabilidades, la
muerte siempre será “el coco” que acompañará a los que padecen este mal, no
exclusivo de mujeres, no exclusivo de los senos.
Así, porque tengo la experiencia
de decir “adiós” a quienes lucharon, supe que el triunfo sobre el cáncer no se
obtiene nunca sobre el cuerpo, sino sobre el alma. El cuerpo con cáncer o sin
cáncer morirá, pero el alma que ve la muerte como el gran puente para llegar a
Dios, puede triunfar si el cáncer no le hace metástasis al único órgano
espiritual: la fe
Donar un sufrimiento para expiar
pecados propios o del mundo entero, dar testimonios de amor a Dios desde el
dolor, agradecer la oportunidad de prepararnos para el encuentro con el amor
mismo, o simplemente que se nos brinde la posibilidad de reflexionar sobre lo finito de la vida y la eternidad, le da un enfoque diferente a la muerte. A veces los enfermos de cáncer
sufren más con el sufrimiento de quienes les acompañamos (difícil de disimular),
que por la misma enfermedad.
Una sana catequesis sobre el
dolor y la muerte daría una gran preparación para enfrentar esta batalla que
cual ruleta nadie sabe a quién le tocará o cuándo llegará. Yo aplaudo a las
luchadores por la vida, pero esta lucha si no protege la fe y el deseo de
eternidad se volverá una lucha estéril, finita y en muchos casos con resultados
frustrantes. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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