viernes, 30 de octubre de 2015

PROFESOR DE RELIGIÓN CATÓLICA ¿EN AULA O EN CAMPO DE BATALLA?






Recientemente me han brindado la confianza de dictar clases de religión en un colegio de mi ciudad. La experiencia no es nueva porque por muchos años di clases de confirmación y comunión. Sin embargo los alumnos que reciben esta formación por vía pastoral para acceder a un sacramento no tienen la misma motivación que aquellos que, con uniforme y materias preestablecidas, les imponen la enseñanza religiosa. Y digo la palabra imponer por lo que a continuación diré.

Hay un hondo abismo entre lo que enseña el catecismo de la iglesia católica, en temas morales (sexualidad, matrimonio, homosexualidad, gracia, pecado, sacralidad, perdón, conversión, etc) y lo que a través de la secularización y la familia ya estos estudiantes traen como chips formativo. Mi breve experiencia en aula académica me hace percibir dos tipos de enseñanza:

 Un educador de religión que  no se mete en muchos líos y se enfoca en su guía, en los dibujos y en la alegría del evangelio así, reduciendo la sensibilización y la reflexión al mínimo, logra una clase dinámica, amena y entretenida aunque poco efectiva. Por otra parte estaría el educador de religión que profundiza en el mensaje de salvación constrastando, duramente, con lo que se vive masivamente en el colectivo social. Este último tipo de educador (a mi criterio personal el que más hace falta en los tiempos que vivimos) debe saber que si toma esta línea educativa su aula se convertirá en un campo de batalla donde la agredida será la fe católica y a usted le tocará defenderla ante un público moderadamente hostil, impenitente y con una muy malisiosa formación doctrinal, aunque ya vengan de procesos de preparación sacramental.

Recuerdo una breve experiencia con un grupo de mis estudiantes  donde hablando de moral sexual cristiana y el llamado de la Iglesia a la abstinencia y la castidad hasta el matrimonio, una alumna me decía: “entonces todo el mundo vive en pecado” porque ella ya daba como una verdad (sofisma) que la sexualidad era practicada por jóvenes desde el noviazgo, sin estar casados.

No puedo negar que vivir estas experiencias me afecta, y me afecta no porque yo sea un modelo de vida católico, sino porque veo en mi fe la verdad donde deseo llegar y en ese camino me consigo a muchos que no solo dejaron de luchar por su conversión sino que son peajes para que otros no avancen.

Es impresionante como niños de 10,11 y 12 años pueden llegar a cuestionar temas dogmáticos como la virginidad de María, la castidad, la anticoncepción, el matrimonio, la posición de la Iglesia sobre las prácticas homosexuales; o se ven inmersos en mezclas de credos sincréticas (santería, superstición, adivinación) y lo ven como algo natural.

Solo puedo pensar dos cosas: O hacemos lío como lo sugiere el Santo Padre Francisco o la enseñanza de la fe se nos hará un lío. Uno es atacado, cuestionado y hasta ridiculizado cuando se enseña con el catecismo en la mano porque a su vez muchos se sienten interpelados en sus vidas y la respuesta no es de dolor sino de defensa y justificación.

Fray Nelson Medina en una reflexión sobre la carta de Pablo a los Romanos (capítulo 9) expresa que la fe nos ofrece en Cristo salvación y esa salvación la entiende quien se sabe pecador, necesitado. Siendo esto así percibo que hay muchas familias y por ende sus frutos (los hijos) que no se sienten necesitados de Dios. Lo conocen pero no le necesitan, es un punto interesante de la formación cultural de la vida de todo ser humano pero no la fuente vital de vida, es historia y no presente.

Ante esto ¿qué se puede hacer?. Mi esposa usa mucho la expresión: “sembrar” y sembrar la semilla correcta. No basarnos en nosotros o nuestras impresiones sino en la fuente de esta verdad que es: el catecismo, la biblia, el magisterio y los buenos testimonios de vida (la santidad). Así recordaré estas palabras del Señor Jesús: “El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno” (Lucas 8, 5 – 8). Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
 
Lic. Luis Tarrazzi






No hay comentarios:

Publicar un comentario