lunes, 26 de octubre de 2015

CUANDO MI CANDIDATO NO APARECE EN EL TARJETÓN






Quisiera aclarar, antes que la tensa emoción política de mi país (Venezuela) me interprete mal, que lo que expresaré acá no es un llamado a la no participación electoral, la cual considero es el mínimo esfuerzo que todo ciudadano debería ejercer en aras de su país.

No obstante me preocupa cuando duramente se señala o insulta a quienes en determinadas elecciones sencillamente tienen el derecho a no identificarse con ninguna opción política, sobre todo cuando estas se alejan en demasía de los patrones morales y espirituales que, para algunos, resulta de suma importancia para darle el voto (expresión de confianza) a otro ciudadano a fin de ejercer un cargo público.

Venezuela actualmente vive este drama. Una de las riquezas de la democracia es que las personas no se definan entre opciones pactadas o duales, sino que haya una amplia gama de opciones electorales en donde sus aspirantes digan claramente cuáles son sus fundamentos, proyectos e ideas en torno a sus posibles gestiones públicas, de ser electos. Que los votantes podamos ver, con atención, debates públicos. El tema de la elección política considero es uno de las crisis más grande de las que padece el mundo por la pobre representación que muchos sectores de una sociedad sufren y que por ende no solo carecen  de representación sino que terminan siendo atacadas, como pasa con los valores cristianos en torno a temas como el aborto, la eutanasia, uniones homosexuales, educación religiosa en las aulas, etc.

Siguiendo esta línea de ejemplo, ¿cuál sería el voto responsable de un elector católico ante candidato poco definidos o poco representativos? Es aquí donde el voto nulo cobra fuerza y es un voto que también hay que saber leer políticamente porque muchas veces se atribuye al error del elector y no como una decisión consciente y libre de decirle al sistema: “ningún candidato me representa”.

La política tiene mucho que madurar, sobre todo en los temas de honestidad. Las uniones de partidos diversos con el fin de vencer a partidos oficiales puede entenderse como lógico pero políticamente no es natural y tiene sus pases de facturas. El hambre de poder prevalece sobre cualquier buena voluntad de hacer las cosas bien, por el camino del medio. En la política la única alianza válida es la que une a sus políticos por conservar su nación, hacerla fértil, próspera y segura. Y eso todavía muchos lo percibimos como ese pueblo de Israel en el desierto, buscando la tierra prometida que de momento parecía no llegarían nunca.

Sin embargo existe una mejor opción ante el voto nulo que es la participación política. Si el partido político que buscas no está ¿por qué no crear uno en asociación con personas que compartan tus valores y principios?, ¿por qué no podrían los católicos (laicos) tener una línea política clara, fiel a la doctrina, NO FUNDAMENTALISTA, que busque el ejercicio del poder para agradar a Dios primero y amar al pueblo como hermanos que somos? Esta opción siempre será un reto interesante y creo es el gran desafío político para los cristianos del siglo XXI. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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