lunes, 3 de febrero de 2014

MISIONEROS SIN MISIONES




Todas las personas que entregan sus vidas a la enseñanza de una doctrina sin duda saben que en el mundo queda mucho terreno virgen por explorar y que esta fuente de enseñanza prácticamente es inagotable. En el caso puntual de la enseñanza de fe cristiana (católica),  es inmensa el hambre que muchos tienen por saber, por conocer. Ante esta hambre alguno buscan las llamadas balas frías (comida rápida) que sacien su inmediata desnutrición, pero esto a la larga sabemos no alimenta.

No obstante, hoy más que nunca pareciera que las misiones se quedaron sin misioneros o los misioneros sin misiones. La grotesca apatía por la enseñanza de la sana doctrina se ha visto abrumada por su peor enemiga, la apostasía. La desmotivación de atrevernos a más es una sub valoración del esfuerzo que Dios aprovecha, sin desperdicio, para que las personas experimenten su amor en todas las formas posibles. La falta de imaginación, creatividad y la exagerada monotonía pastoral nos hacen nuestros propios saboteadores del trabajo misionero.

Misionar es un abandono total pero nunca un naufragio. Porque quien dirige esa aventura sabe muy bien a donde nos lleva y lo que espera de ese viaje. Misionar  es una renuncia salvaje y total a los paradigmas modernos de seguridad y confort. Pero es una nutrida inyección de vida para el alma, como el experimentado por el protagonista de la película Up.

Hoy más que nunca necesitamos asignar misiones a nuestros misioneros. Los que trabajan por el bien y que parecieran están opacados por una nube de desinterés y mala estimación de éxito.

Por eso digámosle al señor: “Señor, permíteme misionar para ti, para tu viña. Hazme un instrumento útil del bien. Limpia mi vida de lo que me aleja de ti, transforma mi existencia y has que yo sea el protagonista de mi propia salvación. Amén.”

Lic. Luis Tarrazzi
03-02-2014

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