Quizás no debería comenzar estas líneas sin darte primero las
gracias por tu preocupación y atención hacia mi país, donde actualmente vivo. Ser
venezolano, por voluntad de Dios, marcó mi vida. Aquí nací y desde mi niñez, la cual agradezco y siendo muy modesta, no me faltó la familia,
el hogar, la comida, las ilusiones y juegos. Crecí aquí, soy adulto, hoy padre y
cabeza de familia, y ya eso es bastante decir.
No diré que he seguido todas tus intervenciones sobre mi país
pero sí creo que mi país te ha catapultado a la palestra pública y te ha
permitido seguir ahí, algo que no es fácil. Tu posición anti chavista, que
comparto, y tus continuas advertencias sobre lo que significaba el socialismo
del siglo XXI (socialismo al fin), fueron coherentes.
Tu mensaje sobre si los venezolanos debemos irnos o no de Venezuela, que no es reciente pero que llegó a mí este año 2018, me asombró. Ahí, prácticamente
nos aconsejas a todos los venezolanos, que podamos, abandonar el país. Explicas
que cada quien tendría su propio motivador, pero que entre salvar un país o
salvar mi vida, cuando todo lo material lo podemos reconstruir, es obvio que la
vida es lo único que no podemos recuperar.
Mi visión política es similar a la tuya con respecto a mi
país, pero mi visión de vida no. Porque la vida es algo más integral que tener
comida, que no te roben, que consigas medicinas, o que seas capitalista o
socialista. La vida es un tema trascendental, que responde a un llamado, a una
misión y a una eternidad. Me vienen dos frases de Jesús a mi mente:
¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde
la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida? (Mateo 16,26)
“El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda
su vida por causa de mí, la hallará.” (Mateo 16,25)
Según la necesidad intelectual, material y espiritual que
cada individuo tenga uno traza sus rutas, sus fronteras, sus objetivos. Pero
además, cada uno tiene una misión en la vida, enterrar sus talentos por miedo o
ponerlos al servicio para multiplicarlos.
Las políticas de retóricas e insultos opositoras atornillan
más a estos tiranos. Las políticas educativas, reflexivas y que fomenten la
conversión son más eficaces pero lentas. Cuba, país que citas por la historia
de tus abuelos, fue un país que podríamos decir jamás conoció la democracia, o
por lo menos ya la olvidó. Secó su fe, sus iglesias, se plagó de santería y a
diferencia de Venezuela, sí tuvieron una práctica de vida marxista (y la
tienen). Venezuela tuvo un presidente que se vendió de izquierda progresista y
luego, de la noche a la mañana develó su rostro socialista que a su vez obtuvo
seguidores de presunción delincuencial. Así no es lo mismo cuando hablamos de
un narcoestado a un estado comunista. Venezuela no tiene comparación y ojalá
las generaciones futuras, incluyendo la venezolana, nos sepan estudiar para
jamás permitir que esto se repita.
Pero mi país está enfermo Gloria. Y a los enfermos uno no los
abandona así por así. Mi país me dio todo lo que soy. Alegrías, tristezas, pérdidas
y ganancias. Quizás a los pocos meses de terminar estas líneas escriba desde el
exterior de Venezuela, no lo sé aunque no está previsto. Por eso, no se trata de juzgar la migración, se trata de
no ser tan duros con quienes todavía sintamos, por la gracia de Dios, que el
Señor necesita representantes suyos, embajadores y misioneros para cambiar esta
realidad.
Juan Pablo II fue un ejemplo para ello. Vivió nazismo y
comunismo, del bravo, del medular. Y desde su Polonia amada hizo su trabajo,
con la cultura, la fe, sacrificó hasta la vida matrimonial para hacerse pastor
de ovejas. ¿Qué logró?, pues a él se le atribuye la caída del comunismo
europeo, la caída de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín, como colaborador y hoy Polonia brilla.
Migrar no es la solución para Venezuela. Migrar es la
solución para mí, para proteger a mi familia. ¿Protegerlos de qué?, de las
carencias materiales, del mal vivir. Pero ¿y el aspecto ideológico, cultural y
espiritual? Gobiernos van y vienen. Ni centro América, ni Sur América (a
excepción de Chile) tienen democracias
estables. Pero si la fe es sólida, no habrá país que nos aparte del amor de
Dios. Yo me he fijado una lucha en defensa para Venezuela: Colaborar para
evitar la ideología de género, el aborto y la eutanasia en mi país. Venezuela
es de los pocos países del continente que se mantiene indiferente ante esta
amenaza que ataca la educación de nuestros hijos, una suerte de tiranía
conceptual y moral.
Cada quien responda a su corazón y a su llamado. Que Dios te
bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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