No deja de sorprendernos, en este proceso adaptativo de los
nuevos valores y motivadores del siglo XXI, como a través de redes sociales (en
especial los de enfoque visual), aparecen cada vez más y más jóvenes
adolescentes, mujeres, con menos ropa y con comentarios eróticos. Recientemente
supe de uno, de una niña que aún no llega a los 15 años, en donde expresaba
algo así: “tanto que hablas y resultaste ser un mal polvo”.
En una clase de que le di a mis estudiantes de primaria sobre la
dignidad, desde donde creo hay que atacar estas amenazas, les decía que esta se podía perder por dos
vías: Externamente con los comentarios de otros (el chisme), e internamente con
mis propias conductas. Estas jóvenes pareciera que el discurso de
sensibilización y reflexión en torno a evitar que de ellas se proyecte una
imagen de “chicas fáciles” fuese estéril. Pareciera que hoy lo absurdo para
muchas es parecer mojigatas, tontas o faltas de experiencias.
Esa imagen la refuerzan muchas artistas, cantantes y
bailadores. Temas con altos contenidos sexuales, implícitos o explícitos,
refuerzan esa posición, como el tema “mayores” de Becky G. que al momento de
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Contrarrestar la figura femenina de nuestra Santa Madre la
Virgen María a estas otras formas de proyectar la imagen de la mujer es
complicado, porque María, la virgen, obediente, humilde, silente, esposa, madre
choca muchísimo con la mujer sexualmente experimentada y nutrida de variedad en
esas experiencias, vanidosa, activista, independiente y si acaso madre (aunque
sea sola).
¿Qué hacer?, como padres de familia ¿cómo abordar esta
realidad? Hay dos opciones: adaptarse o luchar. La conducta adaptativa, más
pragmática y menos conflictiva, la que resumen el tema de la sexualidad a
condones y anticonceptivos y el tema de la familia a las propias experiencias y
deseos que la vida les vaya dando, es la que tenemos mayoritariamente en el
mundo. La de lucha, la de la castidad y el respeto, la que cuida la dignidad y
la integridad del ser, esa se logra con la mirada puesta en Dios y sin perder
la supervisión a cada estímulo que nuestras hijas reciben en cada año de
comprensión que ellas vayan desarrollando. Tener un vínculo con Dios, una
mirada misionera en respuesta a su propia existencia, un deseo de dar respuesta
vocacional a su vida, desde la familia o lo consagrado, un anhelo de una vida
estable, feliz, selectiva en amistades y valores, sabiendo discriminar aquello
que me aleja de mi propia identidad, creencias y educación.
Quizás a las hijas del mundo les importe poco ser como María
o aspirar el cielo. No podrás cambiar a las hijas del mundo, pero sí podrás
cuidar a tu propia hija respetando su libertad. Dios los bendiga, nos vemos en
la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi