miércoles, 13 de julio de 2016

¿RECIBIRÁS COSAS DE DIOS SOLO SI ESTÁS EN GRACIA?





La tentación de condicionar el amor, los dones y los milagros de Dios a la gracia es muy alta, sobre todo cuando estamos tan acostumbrados a que debemos ser buenos con quienes son buenos con nosotros o por lo menos son agradecidos.

Pero ¿para qué es la gracia?, la gracia, fruto de la fe en Jesús, es el principal requisito (casi el único) para poder aspirar, al morir, entrar en el Reino de los Cielos, esto porque como señala el libro del Apocalipsis “nada impuro entrará en él”. Pero la gracia no es un condicionante para recibir de Dios su amor, sus milagros o inclusive sus dones. Para esto la fe tiene un rol principal, una fe que como primer escalón, conduce a la gracia y acompaña cada transitar, con caídas y subidas, con aciertos y errores. Jesús muchos milagros los condicionaba a la fe, no a la gracia y su amor se proyectó más que nada en pecadores, paganos o inclusivo adversos a su mensaje.

¿Quiero con esto exhortar a las personas a que no aspiren la gracia?, pues no, al contrario, una fe que no motiva a buscar la gracia es una fe tan muerta e inútil como la fe sin obras de la que hablaba el apóstol Santiago. Sobre todo porque aunque no tengamos la capacidad de entender el significado de no poder entrar al cielo y el sufrimiento que ese genera, de forma temporal en el purgatorio o de forma definitiva en el infierno, no contar con la gracia debería a todos preocuparnos. La gracia no es un asunto de pensar para después, de dilatar, de dejarla para cuando estemos viejos, esa edad que se caracteriza porque aunque quisiésemos pecar ya el cuerpo no responde con el mismo afán a las tentaciones del mundo; no, al contrario, porque no sabemos “ni el día ni la hora” en que la muerte nos llegará.

Ahora, ¿por qué entonces motivarme hablar sobre esto?, porque a veces uno siente que la fe la vivimos y la exigimos en otros llenos de estereotipos morales, administrando lo que no nos toca administrar: la voluntad de Dios.

Jesús habló mucho sobre cómo obraba su generosidad y amor y cómo esta se expresaba por igual inclusive en los que respondían tarde al llamado, los que no creían, los que tenían pecados graves o los que se levantaban con profundo odio en contra de él. Dios al final todas sus decisiones las centra desde el amor y el amor, como describe San Pablo:

… es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.
 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;
mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
(1 Corintios 13)

Reclamar la gracia para recibir el amor de Dios o inclusive para recibir dones y milagros sería actuar como el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, porque precisamente es desde el amor que se activa la fe y desde la fe que se llega a la gracia; y ese camino está lleno de tantas incomprensiones para nuestra pobre y limitada mente que más que cuestionar la voluntad de Dios hay que disfrutarla, agradecerla y vivirla.

El riesgo insustituible de vivir sin la gracia, sin los sacramentos, sí va asociado en vida al estar más expuestos a las tentaciones y ataques del demonio, más débiles espiritualmente contra la maldad espiritual que existe. Eso es real y puede hacer mucho daño. Pero la gracia, en esta vida, hay que luchar por tenerla y sostenerla, porque la perdemos con cada pecado que cometemos. En el cielo la gracia no se va, sostiene la inmortalidad del santo que vivirá ahí. Es el oxígeno de los salvados, que por naturaleza acompañaría nuestra voluntad e inteligencia.

Como tal podemos concluir que Dios da como, cuando y a quien desea, según su santa y perfecta voluntad y, de nuestra parte, no deben existir prejuicios hacia quienes favorezca con sus dones y entregue su amor. Pero, que estas líneas no sirvan como excusa para no aspirar la gracia, porque como creo traté de dejar muy claramente explicado, sin ella, las puertas del cielo las encontraremos cerradas. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

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