viernes, 8 de julio de 2016

MI HIJO(A) “PASÓ” CON D





A veces, por la gracia de mi Señor, hay personas que leen estos artículos que son de otros países, fuera de Venezuela. Por ello permítanme contextualizar el título de mi publicación.

El sistema educativo venezolano, en estos tiempos de gobierno de izquierda iniciado por el fallecido presidente Hugo Chávez, adoptó un sistema de evaluación para los ciclos de primaria (primero a sexto grado de educación básica) basado en letras, de la A hasta la D, quitando el habitual sistema de calificación numérica del 1 al 20. No conforme con ello, nuestro sistema “educativo” complica, por no decir que impide, que los niños repitan grados si no han cumplido con los indicadores evaluados sino que son los representantes quienes autorizan el avance o repetición de su representado (cuando está reprobado), quedando el criterio del docente profesional en una suerte de asesoría al mejor estilo de las guarderías.

Yo había escuchado historias al respecto sobre este mediocre sistema de evaluación que crea en el estudiante, inclusive de bachillerato, una suerte de relajamiento académico, ya que éste sabe que aún saliendo mal el sistema, no él, debe brindarle todas las oportunidades posibles para avanzar y no repetir un año académico. Pero el día de hoy me tocó presenciar, como testigo secundario, una conversación entre una colega de trabajo y una representante, cuya alumna avanzaría para otro grado con una calificación de D (deficiente). La maestra sugería que la niña debía repetir pero ella sabía que si la representante no estaba de acuerdo no podía tomar esa decisión. Lo más decepcionante fue escuchar a la madre decirle a la docente que ella no la podía hacerla repetir porque legalmente estaba prohibido y que ésta solo quería que se terminara el año escolar. Que la niña tenía “traumas psicológicos” porque la maestra, la especialista, le había dicho que iba mal, que no había cumplido con los requerimientos exigidos durante el año.

Honestamente no sé si esto sea culpa del sistema pero cuando un representante ve al docente como una suerte de cuidador(a) de niños sin la menor estima por respetar sus criterios profesionales y que se ampare en leyes mediocres para que los niños alcancen metas no merecidas, sin responder a las consecuencias de sus propias flojeras y faltas de atención, irresponsabilidades y apatías, sobre todo siendo niños que carecen de pocas cosas materiales, uno termina comprendiendo el por qué tenemos el país que tenemos.

Cuando estos niños crecen y se hacen adultos conocerán un rostro de la vida duro, cruel y sin amparo emocional. No habrá leyes ni madres que les eviten vivir sus fracasos y ahí terminarán en un colapso considerable. El docente, nos  guste o no, es el profesional que está calificado para discernir si su representado está en la capacidad de pasar de nivel, para eso se formó. Imaginemos a un médico que le consulte a sus pacientes o familiares sus criterios científicos, o a un abogado sus interpretaciones legales, o un arquitecto / ingeniero que consulte con el común la construcción de un edificio y su formación o experiencia no tenga valor alguno porque la ley diga que democráticamente todos deben opinar y participar en las construcciones de la obras.

Un niño en aula es más importante que un proyecto de construcción de un inmueble, y el ingeniero que construye esa obra, en buena parte, es el docente. No se debe montar un nuevo grado sobre un ser humano cuyo piso anterior no quedó bien concluido, al final los pesos sucesivos colapsarán toda la obra y todos los años de trabajo se habrán perdido.

¿Qué hay docentes malos, mediocres o mal preparados?, sí los hay. Así como en todas las profesiones hay profesionales con esas mismas deficiencias. Pero no por ello podemos caer en esa dañina transmisión de anti-valores éticos en donde la educación no sanciona, con consecuencias,  los malos rendimientos y mediocridades, flojeras e inclusive la falta de respeto para convertirse en un espacio de cuidado infantil, juvenil que aprueba a todos por igual.  Esta representante de hoy me dejó muy claro el por qué tenemos una sociedad como la que se ha formado en Venezuela. Esa sociedad donde pagando se logra mucho y copiando y pegando de internet se alcanzan títulos académicos. Donde el mejor curriculum es una amistad bien ubicada y el mejor ciudadano es el que sabe sobornar al que pudiera destruir esa imagen. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

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