A veces, por la gracia de mi
Señor, hay personas que leen estos artículos que son de otros países, fuera de
Venezuela. Por ello permítanme contextualizar el título de mi publicación.
El sistema educativo venezolano,
en estos tiempos de gobierno de izquierda iniciado por el fallecido presidente
Hugo Chávez, adoptó un sistema de evaluación para los ciclos de primaria (primero
a sexto grado de educación básica) basado en letras, de la A hasta la D,
quitando el habitual sistema de calificación numérica del 1 al 20. No conforme
con ello, nuestro sistema “educativo” complica, por no decir que impide, que
los niños repitan grados si no han cumplido con los indicadores evaluados sino
que son los representantes quienes
autorizan el avance o repetición de su representado (cuando está reprobado),
quedando el criterio del docente profesional
en una suerte de asesoría al mejor estilo de las guarderías.
Yo había escuchado historias al
respecto sobre este mediocre sistema de evaluación que crea en el estudiante,
inclusive de bachillerato, una suerte de relajamiento académico, ya que éste
sabe que aún saliendo mal el sistema, no él, debe brindarle todas las
oportunidades posibles para avanzar y no repetir un año académico. Pero el día
de hoy me tocó presenciar, como testigo secundario, una conversación entre una
colega de trabajo y una representante, cuya alumna avanzaría para otro grado
con una calificación de D (deficiente). La maestra sugería que la niña debía
repetir pero ella sabía que si la representante no estaba de acuerdo no podía
tomar esa decisión. Lo más decepcionante fue escuchar a la madre decirle a la
docente que ella no la podía hacerla repetir porque legalmente estaba prohibido
y que ésta solo quería que se terminara el año escolar. Que la niña tenía “traumas
psicológicos” porque la maestra, la especialista, le había dicho que iba mal,
que no había cumplido con los requerimientos exigidos durante el año.
Honestamente no sé si esto sea
culpa del sistema pero cuando un representante ve al docente como una suerte de
cuidador(a) de niños sin la menor estima por respetar sus criterios
profesionales y que se ampare en leyes mediocres para que los niños alcancen
metas no merecidas, sin responder a las consecuencias de sus propias flojeras y
faltas de atención, irresponsabilidades y apatías, sobre todo siendo niños que
carecen de pocas cosas materiales, uno termina comprendiendo el por qué tenemos
el país que tenemos.
Cuando estos niños crecen y se
hacen adultos conocerán un rostro de la vida duro, cruel y sin amparo
emocional. No habrá leyes ni madres que les eviten vivir sus fracasos y ahí
terminarán en un colapso considerable. El docente, nos guste o no, es el profesional que está
calificado para discernir si su representado está en la capacidad de pasar de
nivel, para eso se formó. Imaginemos a un médico que le consulte a sus
pacientes o familiares sus criterios científicos, o a un abogado sus
interpretaciones legales, o un arquitecto / ingeniero que consulte con el común
la construcción de un edificio y su formación o experiencia no tenga valor
alguno porque la ley diga que democráticamente todos deben opinar y participar
en las construcciones de la obras.
Un niño en aula es más importante
que un proyecto de construcción de un inmueble, y el ingeniero que construye
esa obra, en buena parte, es el docente. No se debe montar un nuevo grado sobre
un ser humano cuyo piso anterior no quedó bien concluido, al final los pesos
sucesivos colapsarán toda la obra y todos los años de trabajo se habrán
perdido.
¿Qué hay docentes malos,
mediocres o mal preparados?, sí los hay. Así como en todas las profesiones hay
profesionales con esas mismas deficiencias. Pero no por ello podemos caer en
esa dañina transmisión de anti-valores éticos en donde la educación no sanciona,
con consecuencias, los malos rendimientos y mediocridades,
flojeras e inclusive la falta de respeto para convertirse en un espacio de
cuidado infantil, juvenil que aprueba a todos por igual. Esta representante de hoy me dejó muy claro
el por qué tenemos una sociedad como la que se ha formado en Venezuela. Esa
sociedad donde pagando se logra mucho y copiando y pegando de internet se
alcanzan títulos académicos. Donde el mejor curriculum es una amistad bien
ubicada y el mejor ciudadano es el que sabe sobornar al que pudiera destruir
esa imagen. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
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