martes, 26 de julio de 2016

EL LADO OSCURO DEL ROSTRO DE DIOS




Utilizando una comparación muy común para referirnos a cosas sombrías o malas se suele hacer referencia a la oscuridad. La oscuridad en cierta forma es la percepción que genera en nosotros miedos, ansiedades, inseguridades. Así cabe la pregunta: ¿por qué hablar de un lado oscuro del rostro de aquel que es “luz del mundo”

No sé si a ustedes les habrá tocado alguna vez experimentar un estado de dolor, angustia o rabia a un nivel altísimo, e inclusive no sé si han experimentado que han orado para que la causa de esos males se vaya y estos no solo no se van sino que empeoran. Es desde ahí que personas que han perdido seres queridos o que ven tanto mal en sus vidas expresan frases como estas: “¿cómo puedo yo creer en Dios si existe este mal en mi vida? Ó ¿cómo puedo yo creer en Dios si permitió esta enfermedad en mi hijo, esposa, madre y además murieron aún cuando le pedí a ese Dios no murieran?”; frases así, en mayor o menor grado son muy comunes y si les soy franco no las critiquemos tan a la ligera hasta que no experimentemos en nuestras vidas pruebas así, porque yo mismo me he visto tentado a expresarlas.

Desde una óptica humana, desde el yo hacia Dios, podríamos entender esto como un Dios que perturba el entendimiento. Una persona que pudiendo evitar un mal no lo evita es cuestionable. Por ejemplo: ¿Tiene más valor el libre albedrío que el mal?, porque si el razonamiento para explicar el mal deriva en el libre albedrío, entonces: ¿es acaso esto una suerte de juego celestial cuyas piezas somos nosotros? Sin embargo, como todo lo relacionado con Dios, las cosas no hay que verlas desde la obra sino desde su autor. Es cierto, la libertad considero es el bien supremo de la humanidad, después de la vida. Con ella nos ganamos la salvación por voluntad y no por autómatas, como una rica herencia de la fe en Cristo. Pero más allá de la libertad hay una visión que nos es inalcanzable, inhóspita, pero real. Y es que Dios ve más allá de nuestra inmediatez, de nuestros deseos.

Cuando Dios no responde con un sí a nuestras súplicas, cuando no consuela nuestras dolores con un chasquido de dedos o cuando no nos hace caer del cielo los bienes materiales que creemos necesitar no es que Dios tenga un rostro oscuro, sádico y maligno; al contrario, es porque sabe, mejor que nadie, lo que realmente es bueno para nosotros y qué nos dará paz. Por lo  tanto el lado oscuro del rostro de Dios es una mala percepción de nosotros, no una certeza de lo que realmente es. No hay posibilidad de que en la luz habite un milímetro de oscuridad y Dios es 100% luz, una luz con sabiduría, con amor, que corrige, guía y siempre procurará nuestro bien.

La oración más fácil que podemos hacerle a Dios, la más honesta y segura es la que dice: “que se haga tu voluntad”, así como se lo decimos en el Padre Nuestro. Con esa oración le damos una carta blanca para el bien pero también para purificar nuestros errores. Esos errores que nos hacen decirle a Dios qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Con Dios hay que tener paciencia y créanme es lo que más cuesta entender. Al final todo lo que deriva de Dios nos gustará, inclusive aquello que en algún momento nos llevó a enojarnos con él, porque ese rostro oscuro que percibíamos tenía, no era más que el lente sucio de nuestros conceptos. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

viernes, 22 de julio de 2016

MIS VERDADERAS MOTIVACIONES PASTORALES. ESTOY EN ESTE GRUPO POR…




Me puse a ver la película Miracles from Heaven, y algo que me llamó poderosamente la atención es que siendo una comunidad cristiana no católica (protestante), al inicio de la misma queda bien identificada la unión del grupo, con su música sensibilizadora pero siempre en torno a Jesús, el compartir como comunidad (comidas) y sobre todo estar ahí para los momentos difíciles, cuando algunos de la iglesia o del grupo pasan por problemas.

A veces desde nuestra fe católica, la cual amo y espero siempre, fortalecido en Cristo, defender, una de nuestras patas cojas radica en dos cosas: 1) la unión extramuros, extra actividades centrada en el respeto y la vivencia de lo que predicamos y 2)el hacer todo por Jesús y no por figurar, por protagonismo o como excusa para salir de la casa y contar con ciertas libertades.

Recuerdo en una actividad musical, hace ya algún tiempo, hubo la participación de muchos grupos parroquiales. Estos grupos en mayor o menor grado se esmeraron por hacer una buena presentación. Pero cuando llegó un momento guiado de meditación y oración hubo una fuerte desconexión y fastidio de un gran número de los mismos participantes. Se suponía que quizás aquel momento cumbre y sublime no debía derivar en lo que en efecto derivó, el aburrimiento. ¿Qué explica esto?

Hace unos años intenté hacer un encuentro inter pastoral (como un Congreso) entre colegios católicos de mi comunidad con el fin de intercambiar experiencias, evaluar con eficacia la labor evangelizadora y finalmente explorar cuáles eran nuestras verdaderas motivaciones. Así podríamos lograr establecer objetivos comunes que sirvieran para abordar problemas compartidos y muy particulares de nuestra sociedad venezolana. ¿Qué ocurrió?, ninguna pastoral podía. Todos en julio estaban cansados y cuando regresaban en septiembre ya había que comenzar. ¿Agosto?, intocable, eran las vacaciones. Eso me desmotivó tanto que conversando con el Padre que me había dado su apoyo y facilitado inclusive el lugar para realizar aquella magna reunión me dijo: (no cito) < que el problema se centraba en las motivaciones de muchos de esos miembros de grupos o integrantes de esas pastorales. Había casos de personas con problemas de autoestima que ahí se sentían parte de algo, otros(as) estaban más por intereses sentimentales particulares, otros(as) por protagonismo – reconocimiento> pero a pocos les gustaba ser evaluados, corregidos, cuestionados y, si eran criticados, podían hasta irse.

Así, y sobre todo cuando se trabaja con jóvenes, si no se logra establecer con claridad el sentido de formar parte de un grupo cristiano católico, que debe ser muy eucarístico, muy de oración, muy de evangelización con la doctrina de la Iglesia, muy de servicio, muy de formación, terminamos siendo un club social, un plan vacacional o un grupo de retiro de la tercera edad, muy dinámico pero poco efectivo.

Quizás a veces vemos protestantes o mismos católicos que cuando oran lo hacen con fervor, no les da pena levantar sus manos, hablar de Jesús en todos los espacios de su vida, no temen al qué dirán, y muy probablemente muchos de nosotros nos hemos burlado de ellos o mínimo catalogado de fanáticos fastidiosos. Pero ¿no estaremos más bien nosotros demasiado mundanizados, muy desconectados de la verdadera esencia del servicio pastoral?

No todo puede ser risas y pasarlo bien, no todo puede ser chistes y juegos. Eso está bien, pero no es la fuente de la interiorización. El que llega a un grupo cristiano, a una pastoral tiene que ser transformado en el amor de Cristo, convertido y comprometido con la causa de su propia salvación y facilitar la de los demás. Y sí, tiene que haber minutos de formación clara, minutos de oración profunda, interpelante. Tiene que existir un acompañamiento en todo momento y muy solidario. ¿Se han enfermado miembros de tu grupo y no los has visitado u ofrecido tu mano amiga?, ¿se ha complicado la economía de alguno de los miembros de tu grupo y le has brindado ayuda, auxilio o simplemente acompañamiento?, ¿Se ha desviado del camino algún miembro de tu grupo, alguna condición de pecado grave, vicio, y más que corregirlo con amor has ignorado la situación o lo has expulsado por pecador?

A todo esto ¿cómo respondería Cristo?, esa es la gran pregunta. ¿Qué haría Cristo?

Siempre expreso que no es un juicio de opinión porque bastantes errores que tengo. Solo quizás busco sumarme a esta lucha de des mundanizar mis vivencias de fe, de que los líderes de grupos o movimientos vean el gran beneficio o daño que pueden hacer con sus testimonios y ejemplos y que ninguna actividad, retiro, juego o dinámica puede estar por encima del silencio que permite escuchar la voz de Dios. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

miércoles, 13 de julio de 2016

¿RECIBIRÁS COSAS DE DIOS SOLO SI ESTÁS EN GRACIA?





La tentación de condicionar el amor, los dones y los milagros de Dios a la gracia es muy alta, sobre todo cuando estamos tan acostumbrados a que debemos ser buenos con quienes son buenos con nosotros o por lo menos son agradecidos.

Pero ¿para qué es la gracia?, la gracia, fruto de la fe en Jesús, es el principal requisito (casi el único) para poder aspirar, al morir, entrar en el Reino de los Cielos, esto porque como señala el libro del Apocalipsis “nada impuro entrará en él”. Pero la gracia no es un condicionante para recibir de Dios su amor, sus milagros o inclusive sus dones. Para esto la fe tiene un rol principal, una fe que como primer escalón, conduce a la gracia y acompaña cada transitar, con caídas y subidas, con aciertos y errores. Jesús muchos milagros los condicionaba a la fe, no a la gracia y su amor se proyectó más que nada en pecadores, paganos o inclusivo adversos a su mensaje.

¿Quiero con esto exhortar a las personas a que no aspiren la gracia?, pues no, al contrario, una fe que no motiva a buscar la gracia es una fe tan muerta e inútil como la fe sin obras de la que hablaba el apóstol Santiago. Sobre todo porque aunque no tengamos la capacidad de entender el significado de no poder entrar al cielo y el sufrimiento que ese genera, de forma temporal en el purgatorio o de forma definitiva en el infierno, no contar con la gracia debería a todos preocuparnos. La gracia no es un asunto de pensar para después, de dilatar, de dejarla para cuando estemos viejos, esa edad que se caracteriza porque aunque quisiésemos pecar ya el cuerpo no responde con el mismo afán a las tentaciones del mundo; no, al contrario, porque no sabemos “ni el día ni la hora” en que la muerte nos llegará.

Ahora, ¿por qué entonces motivarme hablar sobre esto?, porque a veces uno siente que la fe la vivimos y la exigimos en otros llenos de estereotipos morales, administrando lo que no nos toca administrar: la voluntad de Dios.

Jesús habló mucho sobre cómo obraba su generosidad y amor y cómo esta se expresaba por igual inclusive en los que respondían tarde al llamado, los que no creían, los que tenían pecados graves o los que se levantaban con profundo odio en contra de él. Dios al final todas sus decisiones las centra desde el amor y el amor, como describe San Pablo:

… es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.
 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;
mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
(1 Corintios 13)

Reclamar la gracia para recibir el amor de Dios o inclusive para recibir dones y milagros sería actuar como el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, porque precisamente es desde el amor que se activa la fe y desde la fe que se llega a la gracia; y ese camino está lleno de tantas incomprensiones para nuestra pobre y limitada mente que más que cuestionar la voluntad de Dios hay que disfrutarla, agradecerla y vivirla.

El riesgo insustituible de vivir sin la gracia, sin los sacramentos, sí va asociado en vida al estar más expuestos a las tentaciones y ataques del demonio, más débiles espiritualmente contra la maldad espiritual que existe. Eso es real y puede hacer mucho daño. Pero la gracia, en esta vida, hay que luchar por tenerla y sostenerla, porque la perdemos con cada pecado que cometemos. En el cielo la gracia no se va, sostiene la inmortalidad del santo que vivirá ahí. Es el oxígeno de los salvados, que por naturaleza acompañaría nuestra voluntad e inteligencia.

Como tal podemos concluir que Dios da como, cuando y a quien desea, según su santa y perfecta voluntad y, de nuestra parte, no deben existir prejuicios hacia quienes favorezca con sus dones y entregue su amor. Pero, que estas líneas no sirvan como excusa para no aspirar la gracia, porque como creo traté de dejar muy claramente explicado, sin ella, las puertas del cielo las encontraremos cerradas. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi