lunes, 21 de diciembre de 2015

UN CUERPO SIN ALMA LLAMADO ESPIRITU



Percibimos lo que vemos y para ello los sentidos juegan un papel importantísimo, pero a la vez sabemos, los creyentes, que no todo lo que percibimos es lo que existe, ya que solo por citar el ejemplo más sublime de la vida, a Dios sin verlo le amamos, sin tocarlo lo sentimos y sin entenderlo lo aceptamos.

La doctrina cristiana enseña que en torno a la creación hay seres con voluntad e inteligencia que sin tener forma física acompañan a Dios alabándolo y dándole gloria, y a estos seres los llamamos ángeles. También conocemos por doctrina que de estos ángeles un grupo no despreciable (un tercio según el libro del apocalipsis) rechazaron a Dios y se revelaron a su voluntad convirtiéndose en lo que conocemos con el nombre de demonios. Estos últimos ciertamente, siendo de naturaleza angélica, también gozan de voluntad e inteligencia, por demás decir, muy superior a la nuestra. Y finalmente, sabemos también por doctrina católica que todos los seres humanos gozamos de un alma que no muere y que culminado nuestro tiempo acá en la tierra, donde el cuerpo vuelve al polvo de sus orígenes, esta alma va a una eternidad, que bien puede ser buena llamada cielo, o de tormentos llamada infierno, con un lugar intermedio finito de purificación llamado purgatorio. Quizás acá estimado lector usted se esté haciendo la pregunta: ¿qué tiene que ver todo esto con el título de estar artículo?

Año tras año se ha vuelto costumbre la celebración los 21 de diciembre del llamado Espíritu de la Navidad, una suerte de figura mística con el poder de traer prosperidad y buenos deseos. Este espíritu se le atribuye inteligencia y voluntad pero ni es de naturaleza angelical ni humana, por lo tanto es un cuerpo sin alma, es decir, un deseo de existencia tan real como los dioses mitológicos de la antigua Grecia.

Su aceptación y culto parecieran ser inocuos para quienes sencillamente buscan darle mayor brillo a sus navidades y, por qué no, buscar un empujoncito a sus metas, un aliado motivacional, un argumento que alimente nuestro autoestima para por lo menos suponer que intentamos hacer algo por mejorar materialmente nuestras vidas; pero la verdad es que a estas prácticas es imposible separarle la palabra infidelidad. Los cristianos que conocen su fe saben que el mandamiento más importante de todos es este: Amarás a Dios por sobre todas las cosas. Y quienes buscan justificar al espíritu de la navidad saben que para evitar rechazo deben vincularlo con Dios. ¿La trampa?, Dios no está fuera de su revelación, fuera de Jesús, fuera de la salvación. Dios no es un genio de la lámpara, Dios da y también puede quitar, y en ambos casos la respuesta requerida de nuestra parte la tenemos del justo Job, cuando señaló: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2,10).

La navidad se nos ha vuelto tan material, tan de luces y comidas, de ropas y regalos que eso más que generarnos alegrías a veces marca hondas angustias y sufrimientos, más en países como el mío (Venezuela) donde el alto costo de la vida y la profunda escases de todo hace una tortura económica el sentido de la navidad. Pero ante eso debemos tener la imagen de la Sagrada Familia, esa que en el lugar más pobre inició nuestra historia de salvación. La navidad no necesita prólogos, ni magos, ni genios,  la navidad se inicia y se consuma en Cristo. Son la familia, el compartir, las llamadas, las amistades, las bondades, la generosidades, la adoración (en la misa), la plegaria de gratitud, el alimento de la fe, la conversión las que dan sentido a la navidad.

El sincretismo de querer a través de un personaje de adorno, sin alma y sin vínculo con Dios, impuesto por la nueva era y el consumismo, da gusto al demonio porque en su imagen buena se esconde la maligna intención de desdibujar de nuestras conciencias el amor de Dios Padre expresado en su hijo Jesús.

¿Queremos pedir? Pidamos a Dios. Pidamos con el ejemplo de Cristo: “…no se haga mi voluntad sino la tuya”. Me atrevo a sugerir un consejo de Cristo para nosotros una fecha como la de hoy: “Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis” Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

No hay comentarios:

Publicar un comentario