Como mal crónico a muchas
personas no les gusta que le digan qué hacer, sobre todo aquellos que aún en
edades cortas se sienten tan seguros de sí mismos y no son capaces de medir el
resultado de sus acciones a escala familiar y social.
El tema electoral venezolano ha
traído muchos insultos desde las dos partes más sonoras del país, la oficial
(PSUV) y la opositora (MUD) y entre ellas se escuchan voces de traición y
superioridad del pensamiento si alguien se atreve a cuestionar alguno de sus puntos,
propuestas o alianzas. El PSUV y la MUD se ofrecen a sus respectivos
simpatizantes como esas amargas cucharadas de remedio que nos daban nuestras
madres con el argumento de que si no nos la tomábamos toda pues no habría
recuperación o premio, y lo peor es que esas cucharadas cuando éramos pequeños
parecían cucharón de sopa gigante.
Pero la política, siento, no debe
ser así. La política en Venezuela se ha torcido tanto en sus principios básicos
de debate de ideas, de convencer al elector con propuestas claras, con
políticos que aborden TODOS los temas del quehacer ciudadano, y se ha vuelto un
ejercicio de desprestigiar al oponente, del explicar por qué no debemos votar
por el otro, el bien llamado voto
castigo.
Ya he comentado lo mucho que me
preocupa que el odio sea el que rija nuestras decisiones, apostar al castigo y
al sufrimiento de quienes, con verdad o no, nos han hecho sufrir y han
desmejorado a una buena parte de esta sociedad venezolana. Ese mismo
sentimiento fue el que guió el voto en 1998 y ya sabemos, 17 años después, lo
que eso le trajo de beneficio al país.
Desde que esta propuesta chavista
llegó a Venezuela jamás la apoyé y tengo la tranquilidad de que esa franca
oposición mía a esa propuesta militarista me dio la razón, no solo a mí sino a
muchas personas que percibían con mayor claridad, por conocer de historia, los
riesgos de que una opción política que ofrecía, entre otras cosas, freír
cabezas de adecos y copeyanos, ganara.
Hoy aunque el aceite y la sartén hayan
cambiado la aspiración pareciera ser, en algunos votantes, la misma, es decir,
la satisfacción de ver freír chavistas.
Pero por encima de ello, es la oferta de cambio, cambio necesario, pero cambio ¿en
qué sentido?
Ahí es donde mi identidad
cristiana prendió las alarmas, cuando desde la MUD se aceptó la incorporación
de la propuesta de Voluntad Popular del candidato transgénero Tomás Adrián
(Tamara Adrian) que entre sus consignas, y eso sí, agradeciendo su franqueza
que otros políticos no tienen para asumir lo que apoyan y lo que no, señaló
con claridad que desea impulsar la legalización de las uniones homosexuales, el
aborto y la eutanasia (un triplete infaltable en la agenda LGBT). Su
candidatura en voto lista por el municipio libertador de Caracas fue una afrenta
para algunas personas con identidad cristiana, pero a su vez generó malestar de
los pro MUD hacia estos cristianos ya que al parecer prefieren, sin cuestionar,
tomarse esa cucharada amarga, cerrar los ojos y VOTAR TODOS.
Así como cuando trataron de
arrinconar al papa Francisco en su reciente vuelo África – Roma sobre el tema
de los preservativos y el SIDA, señalando él que quieren poner a elegir a la
Iglesia entre el 5to y el 6to mandamiento, entre la vida y la moral. Porque en
la ecuación matemática: mal mayor vs mal menor el único que sobrevive es el
mal.
Mi voto será nominalmente por la opción
de la MUD, más específicamente por el economista José Guerra, de quien en artículo de
internet que leí lleva 4 propuestas económicas. Una vez le pregunté por twitter su
opinión sobre la propuesta del candidato Adrian y el silencio fue su respuesta.
Espero este último intento despierte en él la valentía de responder esa
pregunta pendiente.
¿Venezuela tiene males mayores
que enfrentar, como la inseguridad, desabastecimiento, inflación, presos
políticos, injusticia, corrupción, etc?; sí, pero eso no da licencia para que
aceptemos compensar unas soluciones transgrediendo otras cosas, sobre todo sin debate
y sin que se permita en ese debate la visión cristiana. Mi voto será nominal
por el economista Guerra confiando en sus propuestas económicas y confiando
sabrá respetar y considerar la opinión de un país de mayoría cristiana. Pero el
voto lista quedará en blanco (nulo). Y nulo no para favorecer al gobierno, tesis
que muchos defienden, sino nulo porque inclusive desde el gobierno
mediocremente ni siquiera vieron en esta debilidad de la MUD una oportunidad
para sacar provecho electoral en las opciones cristianas expresando una clara
oposición a las propuestas del candidato Adrián. Ahí cabe la expresión “todos aliados contra Dios”. Es en este
preciso aspecto donde toda la dirigencia política venezolana se dio la mano,
porque el pecado que condenó a Epulón (en la parábola de Lázaro y Epulón) no
fue el maltrato, sino su OMISIÓN e INDIFERENCIA.
Venezuela necesita una
representación política para su población cristiana, porque los valores de
Cristo son universales. Con ello no se buscaría imponer un fundamentalismo
religioso, sino que desde esa vitrina del pensamiento y la fe se cumplan los
pilares de la Justicia, la defensa de la Vida, el Derecho a la Salud y la
Educación, un desarrollo urbanístico respetando el medio ambiente, el derecho
al trabajo, la educación civil y ciudadana, y muchos aspectos que nos son
comunes a todos, porque aunque no se sea cristiano, Dios nunca ha negado que el
Sol brille sobre quienes le rechazan.
Respeto quien no piense como yo,
solo pido respeten quien también tiene el derecho a pensar y desear cosas
mejores y diferentes para su país. Acá no hay pensamientos más elevados o más
maduros, acá solo veo una sociedad que: o se acerca o se aleja de su Creador.
Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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