17 años le ha tomado a la
dirigencia opositora política venezolana para tener un triunfo nacional,
contundente y representativo del sentir nacional, de ese país que cansado de la
inseguridad asesina, la escasez, las colas, la inflación que ya supera los tres
dígitos, la burla y la indiferencia hacia sectores vitales como la salud y la
educación, votó por un cambio.
La política se mueve en Latinoamérica
de manera pendular. El péndulo se elevó casi 180º hacia la izquierda y ahora
viene en franca caída, con un poderoso impulso que no lo llevará hacia el
equilibrio de entrada sino hacia el otro extremo primero. Y esta es la clave,
comprender que lo que se busca es el equilibrio y no el extremismo opuesto que
funja de vengador y justiciero de lo que, pocos discuten, han sido los años más
aciagos de la historia democrática venezolana.
Como sociedad nos falta, a todos,
crecer mucho, reconocernos y respetarnos, pero no con ello hacer una suerte de
relativismo de identidad, un país que se desdibuje de lo que somos, de sus
tradiciones y valores. Y sí, mirar con profundo celo cualquier amenaza de
cambio que quiera o pretenda imponer culturas foráneas y prácticas contrarias a
lo que como nación siempre nos ha identificado, un país de inclusión, de
oportunidades y de caminos morales definidos por rescatar.
Hoy la amenaza que enfrenta el
mundo moderno son los ataques a la familia, a la vida y a la fe. Es aquí donde,
más allá de estar sumamente agradecido con Dios por permitirse que en Venezuela
entre la pluralidad, no dejo siempre de expresar mi preocupación, porque nuevos
cambios sé que traerán nuevos desafíos, nuevas batallas, nuevas discusiones.
Venezuela necesitará de la voluntad de
todos sus habitantes de reencontrarse, un mes que nos es muy favorable
porque la navidad invita a eso, a reunirnos alrededor de Jesús, adorarlo y
ofrecerle nuestro tiempo, esfuerzo y fidelidad.
El error de este
gobierno fue desconocer la historia. Todos los procesos autoritarios terminan,
aunque duren décadas, decaen y lamentablemente no siempre salen con el mejor de
los recuerdos. Quizás Venezuela necesitaba vivir esta miseria intelectual y
política para aprender, porque bien dice el refrán: “nadie aprende en cabeza ajena”. Pero también debemos aprender que
si ese péndulo lo dejamos inclinado al otro extremo liberal, relativista y
sumamente capitalista nos veremos en el espejo de España, Francia, Inglaterra y
otros países del viejo continente, en donde hoy la fe cristiana es cada vez
borrada, con mayor fuerza, del sentir social y cultural de sus habitantes.
Abogo por la
paz, abogo por este cambio del cual debo reconocer siempre me sentí escéptico, y
lo digo porque como muchos saben el chavismo gobernó hasta que desilusionó,
hasta que su fracaso se hizo ruidoso, es decir, hoy la oposición venezolana
recoge los frutos de un fracaso político, de un agotamiento, de una debilidad.
Por ello es tiempo de volver a Dios, hay tiempo para ello, y de trabajar con
tesón, con honestidad, con buena voluntad por un país con identidad clara, con respeto a la vida y a los valores que nos
invita a reconocer Jesús. Vendrán nuevas luchas, nuevos desafíos, nuevos
enemigos, pero lo importante es que con Cristo nos montamos en nuestro corcel y
salimos a la batalla por un país que vuelva a ser para el mundo modelo de
democracia, de libertad y de inclusión. ¡Viva Venezuela! Dios los bendiga, nos
vemos en la oración.
Lic. Luis
Tarrazzi
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