viernes, 18 de enero de 2019

JESÚS NO PODÍA MORIR, HABÍA QUE MATARLO


Antes de escribir este artículo tuve que esperar una respuesta de uno de mis dos formadores a distancia (porque ellos no saben de mi) que es el Padre Antonio Fortea (el otro es el Padre Fray Nelson Medina). Tras recibir la respuesta, me aventuré a escribir este artículo siempre enfatizando que mi ser y mi fe están sometidas a la doctrina del magisterio de la Iglesia Católica y si por ello mañana debo retractarme de lo que afirmaré, sin dudar lo haré. El Padre Fortea me respondió lo siguiente: “Muchos piensan como lo has dicho, sí”. Pero ¿qué fue lo que pregunté? A continuación en mi artículo lo entenderán.

En los no pocos análisis que muchos teólogos y no teólogos han desarrollado en torno al sentido de la venida de Jesús al mundo muchos han cometido, para mí, el error interpretativo de pensar que Cristo solo vino al mundo a morir por nuestros pecados, a ser castigado y castigado a suerte de cruz. Al final, el mismo profeta Isaías ya lo había comentado en el capítulo 53 de su libro. Pero el mismo catecismo en sus numerales 458, 459 y 460, explican el sentido de la encarnación de Jesús, y en estos literales destaca, entre otras cosas, que Cristo vino a ser un modelo de santidad para nosotros, así la primera línea interpretativa que podemos hacer es que  Jesús, siendo Dios, se hizo hombre para reparar el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva.

Este plan de salvación debía ser una réplica humana de las apariciones de Adán y Eva antes del pecado, de quienes se enseña tenían dones preternaturales, es decir, Adán y Eva no enfermaban y no podían morir. El no morir también se deriva de la misma enseñanza doctrinal que asegura que por culpa del pecado entró la muerte en el mundo.

Siendo estos dos aspectos ciertos (la preternaturalidad de Adán y Eva y la inmortalidad de su ser), si Jesús venía a reparar el daño del pecado original debía engendrarse, nacer y crecer compartiendo estas dos características, aunque las mismas se desarrollaran en un mundo ya corrompido por el pecado. Previa a su existencia, María antecedía esta naturaleza al rescate al ser creada inmaculada para portar dentro de sí al Salvador del mundo. Jesús, siendo más que Adán pero también siendo el nuevo Adán, tenía evidentemente este don preternatural cuya tarea y misión era conservarlo y lo logró. Porque nunca pecó. Si hubiese cometido la más mínima falta su gracia hubiese caído y su misión fallado. Pero no olvidemos que no solo, dentro de la preternaturalidad de Adán y Eva estaba la gracia, estaba también la inmortalidad. Cristo no moriría por vía natural, solo si pecaba. Cristo nunca enfermó, por lo menos no hay reportes de esto a nivel bíblico. Cristo solo podía conocer la muerte por medio del crimen, del asesinato. Por eso él se entregó como oveja al matadero. Porque al padecer como padeció y no pecar, no quejarse, no odiar, no desear venganza y sobre todo perdonar a sus verdugos, dignificó a la humanidad, con su propio sacrificio. No pensemos en el Padre celestial saciando su sed de justicia con las torturas de su hijo en el madero. Pensemos en el orgullo del Padre celestial al ver a su hijo triunfar sobre el pecado para con ello y pasando por la muerte vencer también al gran verdugo de la humanidad. Por eso San Pablo exalta la misión de Cristo cuando interpela a la propia muerte: “Muerte ¿dónde está tu victoria?”

Con esto, apreciados lectores, dejo en evidencia la pregunta que hiciera en consulta previa a este artículo: ¿Se podría decir que la única forma que Jesús conociera la muerte, al humanarse, era por medio del asesinato y jamás por muerte natural? Y, repitiéndolas la respuesta del Padre Antonio Fortea: “Muchos piensan como lo has dicho, sí” Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

@luistarrazzi

martes, 15 de enero de 2019

DOCENTE SÍ, MAESTRO NO



Hoy, con motivo al día del maestro (15 de enero de 2019) comienzo por felicitar a todas las personas que habiéndose preparado y formado para ejercer la labor de enseñar, y lo hacen con abnegación y vocación, se les dedica un día del año para destacarlos.

Una vez a Jesús dijo: “Lo que es ustedes, no se dejen llamar Maestro, porque no tienen más que un Maestro, y todos ustedes son hermanos.”; y es que cuando buscamos una definición de maestro en nuestro buscador universal (Google) encontramos conceptos como estos: (Como adjetivo) “Que destaca por su perfección y relevancia dentro de su género porque está hecho con maestría”. Ó (como nombre masculino o femenino) persona que enseña o forma, especialmente aquella de la que se reciben enseñanzas muy valiosas. Por eso mi  título tan antipático, porque una cosa es ejercer la docencia y otra ser maestro.

El docente es aquel que se dedica a la enseñanza, pero estas cualidades destacadas en el concepto de maestro, como la perfección (que no sería otra cosa que el buen testimonio) y el que da cosas valiosas al intelecto, no vienen por añadidura en el título o ejercicio de la docencia. Es por eso que el ideal es que el docente se convierta en maestro porque  todo maestro ya es docente.

El conocimiento, hoy tan fácil y rápido de obtener, que además es selectivo, porque hoy puedo aprender aquello que me interesa y descartar lo que no, reduce el trabajo de un docente en aula al cuidado de niños y jóvenes. Pero el maestro es el que delita la motivación y el saber de quien le escucha. Es el gran desafío de la enseñanza de hoy.

Al igual que la medicina, no es la experiencia y los años de servicio lo que dan mayor credibilidad a un formador. Es su capacidad de leer y adaptarse a los nuevos  tiempos para nunca dejar de ser un agente transformador de sociedades o protector de tradiciones.

Maestro solo Cristo, solo Dios. Es el maestro que nutre el entendimiento a título personal, conociendo la realidad del ser transformándola. Todo docente debería apoyarse sin dudar y sin temor en este maestro, porque apoyarse en nuestra propia intelectualidad o arrogancia nos podría hacer cómplices de malas cosechas, de pérdida de talentos.

Señor, te damos gracias por la docencia y te pedimos que a los que la ejercen lo hagan a la luz de los dones del Espíritu Santo. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi

jueves, 10 de enero de 2019

LA DICTADURA NECESARIA EN VENEZUELA


Una definición de dictadura que encontré en internet dice: “Régimen político en el que una sola persona gobierna con poder total, sin someterse a ningún tipo de limitaciones y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad”. Si notan, la definición no genera adjetivos positivos o negativos al sistema, solo habla del absolutismo del poder concentrado en un solo ser.

En el siglo XX compramos como sociedad la idea que la democracia era buena y las dictaduras malas. Aprendimos que la participación ciudadana daba amplitud de libertades y oportunidades y creaba la “falsa” sensación de un pueblo gobernando. Clint Eastwood por el año 2015 dijo lo siguiente: “estamos constantemente tratando de educar a otras culturas para la democracia", quizás algunos necesitan un dictador, para que el sistema funciona"; y lo decía con relación al derrocamiento de dos dictadores famosos del siglo Saddam Hussein y Muammar Gaddafi que tras su derrocamiento en vez de traer mejoras a sus países complicó, entre otros temas, la proliferación de grupos terroristas como los autoproclamados “Estado Islámico".

La democracia en Venezuela, imperfecta, tuvo su génesis en 1958 y desde ahí hasta finales de ese siglo Venezuela creció. No de manera equitativa, no de forma correcta, honesta y justa, pero creció. Más sin embargo había un factor común entre los venezolanos: su calidez. El gobierno que entró en 1999 y que como sistema sigue gobernando 20 años después siempre ha ondeado la bandera de la democracia y, en efecto, ha realizado muchas elecciones en la que su mayoría ha salido triunfador (con muchas dudas pero con el mismo resultado). Pero este gobierno, que hoy aspira gobernar seis años más y denunciado por muchos como una dictadura disfrazada de democracia, no solo deterioró la forma de hacer democracia, la rotación sana en el poder, sino que también cambió la sociedad venezolana y para mal. Así al dañarse al ser, se daña casi de forma irreparable el sistema. Por eso la gran afirmación que creo haré en una opinión muy personal y seguramente criticable: Venezuela adoptó para sí la afirmación de director y actor Clint Eastwood, y ya la democracia como actualmente está entendida y ejercida, en esta sociedad, es inaplicable. ¿Por qué?

Porque una sociedad corrompida, anárquica e individualista por más que tenga la mejor constitución, el mejor diseño de justicia y el más avanzado sistema electoral, al ser manejada por hombres siempre tendrá la mancha del robo, de la corrupción, de la ineficiencia. Como escuché una vez: La diferencia entre la democracia y la dictadura es que en la dictadura roba uno solo y en la democracia roban varios. Es cierto que esto no tiene por qué ser así ni es culpa propia del sistema. La democracia no es mala por sus debilidades ni la dictadura es mala por sus excesos. Ambos sistemas dependen del hombre y es el hombre la clave final de mi opinión.

Instalar un sistema de gobierno con autoridad, disciplina, con sanción eficaz al incumplimiento de la norma, sin excepciones amigueras, con un concepto amplio y sincero de servicio, bienestar y sin persecución a la disidencia es lo requerido y eso no dependerá del sistema en sí mismo sino de su ejecutor. La referencia cercana, más no exacta, de muchos venezolanos en los años 90 (1990) la situaban en la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y luego de esa dictadura corta pero donde Venezuela creció en infraestructura, seguridad aunque con alto costo político a la disidencia, dio pie a los 40 años de democracia bipartidista, que luego gestó esta generación política, de ideas socialistas ocultas, que destruyó al país. Lo mismo se habla del crecimiento de Chile y que el mismo no hubiese sido posible sin la dictadura de Pinochet. Los extremismos invocan sus opuestos y una sociedad que se ha sumergido tanto en la falta de civismo requerirá un sistema diferente, con protagonistas diferentes, muy diferentes, para gestar una nueva y próspera Venezuela. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

@luistarrazzi

martes, 8 de enero de 2019

¿QUÉ TIPO DE CHISTE HACE REÍR A DIOS?


La sonrisa característica que siempre le atribuimos a Dios es esa sonrisa de satisfacción, de alegría tras ver un gesto de amor de uno de sus hijos. Es la alegría del que ve con orgullo una buena obra de un hijo, esas alegrías que hasta arrojan lágrimas. Pero la risa que trato de enfocar acá es diferente. Es esa risa por la que muchos hasta pagan por tener y de la que otros, con grandes habilidades, explotan para vivir generándolas: los humoristas.

El humor es como las relaciones sexuales. Forman parte de nuestra naturalidad humana (sin ser una necesidad primaria) pero fuera de norma y contexto puede ser fuente de perdición y dolor. El humor característico de muchísimos humoristas se enfoca no pocas veces en la burla, en condiciones, en groserías. Y a lo largo de mi vida debo decir he conocido poquísimos humoristas que desarrollen un humor tan inteligente que te pueden hacer reír y a la vez educarte sin la necesidad de recurrir a malas palabras o burlas. Es por eso que sería un desafío interesante para cualquier humorista o persona con habilidad para hacer reír a otros que teniendo por público a Dios se plantee el hacerlo reír. Y es curioso porque la risa de Dios debe ser muy parecida a la sonrisa de un niño. Esa risa pura, de  gestos, de gran inocencia, que no se contamina con el doble sentido y que expresa un afecto sincero. Lo que a veces nos parece tan tonto para reír puede ser solo el reflejo de cual alejada está la pureza de nuestras emociones. Quizás por eso la frase célebre para este tema es: “Tienes que ser un niño para ir al cielo” (Mateo 18,3); ó, para reír como Dios hay que reír como un niño. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Les dejo un ejemplo de la risa de Dios expresa en los labios de un gigante en santidad como lo es San Juan Pablo II 


Luis Tarrazzi
@luistarrazzi