viernes, 5 de octubre de 2018

¿QUÉ HACER SI UN HIJO LO SECUESTRA DIOS?



Un secuestro es algo que ocurre contra la voluntad de la víctima y esta termina a merced de su captor. La onda expansiva de dolor y angustia se traslada a la familia, a los seres queridos que comienzan a temer lo peor y que desesperadamente buscan volver a tener a su ser querido con ellos. Un secuestro siempre será un delito.

Pero el siglo XX y XXI ha mejorado este delito hasta el punto que el secuestrado no se da cuenta de su captura y para sus seres queridos este distanciamiento se les hace imperceptible porque no es físico, sino mental.  Lo culmen es que cuando todos somos secuestrados por modas, sofismas o falsas verdades, lo que termina siendo extraño no es el secuestro sino el rescate. Este rescate termina siendo interpretado como secuestro y el victimario termina siendo víctima.

Usted se preguntará ¿qué quiero expresar con todo esto? Que las nuevas misiones de evangelización, que ponen en disputa modas versus revelación, Dios versus falsos dioses y verdad versus relativismo, pondrán en conflicto a padres contra hijos, sobre todo si estos últimos, respondiendo al llamado vocacional de Dios, viven contracorriente para alcanzar su santidad y salvación. Los padres quizás exclamarán ¡Dios ha secuestrado a mi hijo!, o cambiarán al sujeto por La Iglesia, La Religión. Y ese “secuestro” que culpabiliza a Dios endurecerá el corazón de los creyentes del siglo XXI y siglo XXII sembrando las bases para una gran apostasía.

Lo cierto es que en tiempo de grandes pecados la providencia hace brotar grandes santos y son estos santos modernos los que serán luz para el mundo ante tanta oscuridad emocional.

Para terminar, citaré como respuesta al título de mi artículo las palabras que pronunciara Ana, la madre del profeta Samuel, ante la tristeza que tenía por no concebir un hijo. Ella en su oración promete entregárselo a él y de esta promesa surge un gran profeta para el pueblo de Israel. Quizás este ejemplo sane el dolor, no de perder un hijo, sino del error de querer apoderarnos de un ser que nunca nos ha pertenecido y nunca nos pertenecerá: los hijos

“«¡Oh Yavé de los Ejércitos! Si es que te dignas mirar la aflicción de tu esclava, te acuerdas de mí y no me olvidas, dame un hijo varón. Yo te lo entregaré por todos los días de su vida y la navaja no pasará por su cabeza.»"
(1 Samuel 1, 11)

Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

@luistarrazzi

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