Un secuestro es algo que ocurre contra la voluntad de la
víctima y esta termina a merced de su captor. La onda expansiva de dolor y
angustia se traslada a la familia, a los seres queridos que comienzan a temer
lo peor y que desesperadamente buscan volver a tener a su ser querido con
ellos. Un secuestro siempre será un delito.
Pero el siglo XX y XXI ha mejorado este delito hasta el punto que el secuestrado no se da cuenta de su captura y para sus seres
queridos este distanciamiento se les hace imperceptible porque no es físico,
sino mental. Lo culmen es que cuando
todos somos secuestrados por modas, sofismas o falsas verdades, lo que termina
siendo extraño no es el secuestro sino el rescate. Este rescate termina siendo
interpretado como secuestro y el victimario termina siendo víctima.
Usted se preguntará ¿qué quiero expresar con todo esto? Que
las nuevas misiones de evangelización, que ponen en disputa modas versus
revelación, Dios versus falsos dioses y verdad versus relativismo, pondrán en
conflicto a padres contra hijos, sobre todo si estos últimos, respondiendo al
llamado vocacional de Dios, viven contracorriente para alcanzar su santidad y salvación.
Los padres quizás exclamarán ¡Dios ha secuestrado a mi hijo!, o cambiarán al
sujeto por La Iglesia, La Religión. Y ese “secuestro” que culpabiliza a Dios
endurecerá el corazón de los creyentes del siglo XXI y siglo XXII sembrando las
bases para una gran apostasía.
Lo cierto es que en tiempo de grandes pecados la providencia
hace brotar grandes santos y son estos santos modernos los que serán luz para
el mundo ante tanta oscuridad emocional.
Para terminar, citaré como respuesta al título de mi artículo
las palabras que pronunciara Ana, la madre del profeta Samuel, ante la tristeza
que tenía por no concebir un hijo. Ella en su oración promete entregárselo a él
y de esta promesa surge un gran profeta para el pueblo de Israel. Quizás este
ejemplo sane el dolor, no de perder un hijo, sino del error de querer apoderarnos de un
ser que nunca nos ha pertenecido y nunca nos pertenecerá: los hijos
“«¡Oh Yavé de los
Ejércitos! Si es que te dignas mirar la aflicción de tu esclava, te acuerdas de
mí y no me olvidas, dame un hijo varón. Yo te lo entregaré por todos los días
de su vida y la navaja no pasará por su cabeza.»"
(1 Samuel 1, 11)
Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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