Toda intelectualidad, racionalidad, estudio e hipótesis,
modelos y supuestos, buscan en mayor o menor grado acercarse a la verdad.
Explicar el Universo, negar la existencia de Dios, plantearse la necesidad de
migrar a otros mundos, eran parte de los supuestos y sugerencias que nos hacía
el súper reconocido científico Hawking.
Pero la verdad está muy asociada a la muerte. Las respuestas
existenciales y creacionistas, sin la fe en religiosidad, en Cristo, siempre
serán suposiciones, teorías, modelos. Desde el punto de vista científico nunca
serán dogmas y ese es el punto frustrante de un saber que no fundamenta sus
visiones en la verdad revelada sino en la negación continuada.
La vida de Hawking, nada fácil, admirable por lo que logró
aún en su condición, es en sí misma un milagro. Un hombre que vivió más de lo
esperado, que desarrolló unas habilidades desde el punto de vista intelectual,
cognitivo, una inteligencia superior al común. Pero, citando la Biblia: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo
entero si se pierde a sí mismo” (Mateo 16,26)
En la muerte Hawking ha encontrado más respuestas y verdades
que en todos sus duros años de limitaciones e investigaciones. En su paso por
la muerte encontró la verdad, el sentido del universo, de la vida, de la
salvación, de la fe. Ha conocido el Alfa y la Omega. Y esto lo ha conocido
quizás tarde, pero ojalá haya tenido la docilidad de reconocer sus errores y abrazar
la verdad. Porque sin ser mezquino ante lo que para el mundo moderno representó
la figura intelectual de un científico tan prominente como Hawking, hoy pido
más por su salvación que por conservar el legado de sus enseñanzas. Dios los
bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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