No puedo decir si antes evangelizar era más fácil que ahora.
Solo puedo responder por mi tiempo y escuchar referencias de tiempos pasados. Pero
sin duda puedo afirmar: ¡qué difícil es evangelizar en estos tiempos!
Quizás desde los tiempos de la ilustración (de lo cual no
todo es condenable) se eliminó el aspecto dogmático de toda la fe y comenzaron
los razonamientos que en realidad derivaron en cuestionamientos. Hoy ya tenemos
unas cuantas generaciones que son nietas y bisnietas de este movimiento; que
cuando alcanzan la madurez lo primero que descartan, no pocas, es la fe tradicional.
Todavía no se ha llegado al paso de negar masivamente la existencia
de Dios, aunque a veces creo caminamos hacia allá, pero lo que sí es evidente
es el rompimiento masivo, acelerado, entre una doctrina, como la católica, y el
seguimiento de Dios. En la niñez es fácil evangelizar, son pocos los
cuestionamientos y como esponjas absorben conceptos, ideas. Pero en la
adolescencia y edad adulta, con las no menospreciables atracciones hedonistas,
se da un fenómeno OFF en la fe. Saben
que está ahí pero mientras menos piensen en ella y lo que les cuestiona, mejor.
No niego que ejerciendo la labor de evangelización uno
desarrolla una impotencia muy aguda, hasta el punto de caer en la tentadora
opinión de pensar: “yo cumplí, ellos
verán”.
Los tiempos que vivimos requieren sin lugar a dudas cambiar
las formas, no los contenidos. Transmitir el mismo mensaje pero por otros
caminos. Hoy, es sabido, no contamos con la atención ni el interés de los
jóvenes, no contamos con su curiosidad ni relevancia.
Es ahí donde emplear
las técnicas del miedo o la hipersensibilización puede ser un error. Miedo al
hablares solo del infierno, de que los que no aman a Dios se quemarán
eternamente. Y la hipersensibilización en el uso exagerado de emociones que los
hagan llorar, sentir mal, sentir pecadores.
¡Ojo!, no hablo de eliminar estos recursos sino de
moderarlos. La visión primaria del joven hacia Dios (algo que apenas voy
asimilando) debe ser la mirada del que descubre un ser real, persona, amigo,
infalible, que nos ama y nos expresa su amor y perdón aún en las peores y más
duras condiciones de vida. Un Jesús que se revela primero como hombre y luego
como Dios. Ese fue el camino de Cristo.
No es modernizar la fe, es hacerla accesible para todos, con
un lenguaje fresco sin negar verdades. Un camino sistemático de amor que los
lleve a conocerlo y luego seguirlo. Crear un sentido de pertenencia entre
Jesús, la Iglesia y la práctica de la fe. Exclusiva en el vivir interior,
compartida con generosidad para darla a conocer.
Los jóvenes necesitan formadores convencidos, comprometidos y
que den testimonio de la vedad, porque…
¡LA VERDAD LOS HARÁ
LIBRES!
Dios los bendiga, nos
vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
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