Cada vez es más difícil creer en los políticos. El exacerbado
uso de la demagogia se ha vuelto tan común que aunque no podemos negar que
sigue siendo efectivo en sectores intelectualmente sensibles y de escasos
recursos, ya se vuelve dantesco.
Mitómanos, corruptos, demagogos, populistas, son algunos de
los adjetivos que más definen a muchos de los que hoy ostentan el poder.
Venezuela, como mejor ejemplo de la región sur de América, no
escapa de esta terrible realidad. Recientemente escuchaba al candidato presidencial del oficialismo
decir que él garantizaba que ganando ellos la situación económica mejoraría.
Pero ¿no fue acaso con ellos que todo esto empeoró a los niveles que estamos?
El recurso de echarle la culpa a terceros, a vecinos
derechistas, al imperio, le funcionó a Cuba y al parecer en Venezuela no ha
sido tan estéril. Pero la realidad es que cuando tus políticas estrangulan una
nación de la forma que ha ocurrido en Venezuela, la culpa no puede ser tan
ajena a tu propia responsabilidad.
Por eso, cuando el actual presidente se postuló para una
reelección de 6 años pensé en el esposo maltratador que luego de golpear
sistemática a su mujer le promete que la amará y le dice de hecho que nadie la
va a amar como él.
Nos han herido y los agresores se postulan como solución a
nuestras heridas. Somos un país secuestrado, frustrado, con una población
triste, herida y sin expectativas mayores a resolver su hambre de cada día. En
Venezuela se vive un día a la vez.
Sin embargo, con este panorama tan triste solo me consuela la
mirada de Dios. Que no es indiferente aunque sí paciente. Entiendo que superado
este período de duro aprendizaje en Venezuela deberá quedar borrada, para
siempre, las ideologías extremistas, en especial las de izquierda socialista –
comunista, y comenzar una era de gestiones políticas eficientes, prósperas y
sobre todo con real sentido demócrata para recibir, gestionar y soltar el poder. Que así sea. Dios los
bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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