jueves, 7 de diciembre de 2017

¿DE QUIÉN ES JERUSALÉN?


La ciudad santa, aquella que hoy concentra a las tres principales religiones monoteístas del mundo (judaísmo, cristianismo e islam), ciudad donde profetas pusieron su mirada y la cuna del Rey David.

Miqueas anunciaba sobre Belén, pequeña ciudad dentro de Jerusalén: “Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad”. (Miqueas 5,2).  Y así sucedió.

Es indudable que Jerusalén tiene un “algo especial” ante la mirada de nuestro Señor. Y a su vez Jerusalén representa lo que el hombre desea hacer y hace con el resto de los países, es decir, adueñarnos de lo que no nos pertenece.

En mi opinión es indudable que Jerusalén tiene un protagonismo hebreo y un origen también. El islamismo e inclusive el mismo cristianismo hicieron protagonismo en ella siglos después. Pero a diferencia del Islam que conquistó a espada y sangre, la integración del cristianismo a Jerusalén nace en Cristo, que siendo judío trajo la doctrina de salvación para judíos y gentiles (paganos).

El amor de Dios por Jerusalén evoca mucha nostalgia en las palabras de Jesús, a las puertas de la ciudad que viéndolo nacer también lo vería morir: “¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mateo 23,37). Creo esa nostalgia expresada en Jerusalén hoy se expande en todo el mundo.

El judaísmo, una fe que debió reconocer en Jesús a su Mesías y no lo hizo (salvo los conversos) y el islam, una fe innecesaria que de la noche a la mañana se ha convertido en la religión mayoritaria del mundo.

Lejos de no reconocer los excesos que Israel haya cometido contra el pueblo Palestino y viceversa y a su vez reconociendo el evidente carácter injerencista de las potencias del mundo, en especial de Estados Unidos en muchos países del mundo que luego derivaron en comunismos férreos e inclusive en terrorismo, lo evidente es que Jerusalén, la pequeña muestra del mundo, es una ciudad santa que nuestro Salvador escogió de morada para iniciar su plan de Salvación.

Ya Jerusalén comprobó lo que es que su lugar sagrado no le quedara piedra sobre piedra. Jerusalén conoce de invasiones, sacrilegios, guerras y desgracias. Jerusalén hoy le grita al mundo las palabras del profeta Jeremías:

“Oh Jerusalén, tú eres mi hija hermosa y delicada,
¡pero te destruiré!
 Los enemigos te rodearán como pastores que acampan alrededor de la ciudad.
Cada uno escoge un lugar para que su tropa devore.
Ellos gritan: “¡Prepárense para la batalla!
¡Ataquen a mediodía!”.
No, ya es muy tarde; el día se acaba,
y caen las sombras de la noche”.
(Jeremías 6, 2 – 4)

Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi


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