Es evidente que la Iglesia Católica está perdiendo fuerza e
influencia en el mundo. Negarlo es ser soberbiamente testarudos, como lo fueron
Fariseos y Saduceos ante el mensaje de Jesús. Inclusive, si el ojo lo ponemos
bien agudo en las letras pequeñas de la sociedad, ¡piensen!, ¿cuántos católicos
100% comprometidos conocemos en nuestro entorno social?, no digo perfectos, digo comprometidos con la doctrina y los
dogmas de la Iglesia Católica.
Lo he dicho en talleres y en algunos artículos, entre la fe
popular y el sincretismo religioso el catolicismo se ha ido envenenando de
mundo y por ende, alejándose del mensaje salvífico
de Jesús, que demás está decir señaló, entre otras cosas, que no había venido a derogar la ley sino a
darle plenitud. (Mateo 5,17)
Corrientes modernistas, inclusive dentro del mundo
consagrado, ante esta realidad han querido “modernizar” a la Iglesia,
adaptarla a los tiempos, y muchos lo hacen bajo la consigna: “si no puedes contra ellos, úneteles”.
Así, aunque suena repetitivo, la comunión de los divorciados vueltos a casar,
el matrimonio homosexual, el aborto, la eutanasia, la corrupción, el
egocentrismo, la comodidad y la anticoncepción, por citar solo algunos casos,
toman fuerza dentro del seno apostólico y desde afuera esperan que se abran las
puertas para invadirnos, saquearnos y expulsarnos de nuestra propia fe, al
mejor estilo Babilónico.
¿Qué impide la destrucción total del cristianismo católico?,
¿qué hace que hoy por hoy no seamos un mito pintoresco como la fe de dioses
mitológicos como Zeus, Poseidón, Ares, Afrodita, etc? La única respuesta que
consigo es Cristo y su promesa de que “ni las fuerzas del infierno podrían contra
ella”, y para que su profecía se cumpliera pues es necesario que esas
fuerzas infernales estén ahí, acompañando a la Iglesia por 20 siglos desde su fundación y así seguir haciéndonos con asombro la misma pregunta:
¿cómo se sostiene aún esta Iglesia, ante el mundo, siendo tan retrógrada y obsoleta?
En la película del Titanic de James Cameron fue bien pintoresca la escena de los músicos tocando durante el hundimiento del barco y
hoy por hoy se nos pide cristianos católicos que
durante la tormentas, huracanes, truenos y relámpagos, sigamos fieles, porque
aunque Cristo pareciera dormir recordemos que él duerme dentro del barco y no fuera de él, y eso da la certeza de que Dios
no se hundirá con nosotros (Mateo 8,23-27). Cuando Dios despierte lo primero
que hará es ver cuántos siguen con él, reprenderá a los dubitativos y luego
dirá: “¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?”. (Mateo 8,26), entonces se
levantará, increpará a los vientos y al mar y sobrevendrá una gran bonanza.
Los modernistas quedarán en evidencia, cuando consciente o
inconscientemente se vean de frente ante su señor, el demonio, con sus fuerzas
infernales. Y ¡pobre de aquellos que “conociendo la verdad la rechazaron,
porque recibirán muchos azotes”! (Lucas 12,47).
El primer salto de fe que todos debemos dar, los católicos del mundo, es quitarnos el
salvavidas del por si acaso y
seguir orando a Jesús para que despierte en su momento, nos consiga con las
lámparas encendidas y nos diga con alegría: “Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del reino preparado para
ustedes desde la creación del mundo” (Mateo 25,31 ss). Dios los bendiga,
nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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