¡Qué difícil es medir la santidad
de María!, porque como señalaba el santo cura de Ars: “Los santos no todos han empezado bien, pero todos han sabido terminar
bien”, pero en María, la que nunca
pecó, ni esta verdad pronunciada por el santo le calza a sus zapatos, le
queda pequeña. María, la que nunca pecó, empezó
y terminó bien.
Una vez, en una reflexión sobre
la vida de la Virgen María reviví el amargo momento que esta santa mujer tuvo
que haber tenido con la pasión y muerte de su hijo Jesús, recordando las
palabras del profeta Simeón, años atrás, cuando le dijo a María: “…una espada te atravesará el corazón”.
Cristo murió en un inédito
proceso democrático, Pilatos, sagazmente, lanzó los destinos de Jesús y
Barrabás en las manos del pueblo presente y dentro de ese pueblo presente
estaba María. En todas las películas sobre Jesús, que yo haya visto, colocan a
María gritando: “¡Jesús, Jesús!” y
humanamente hablando, en una visión de madre, esa afirmación es ajustada. Pero
para la santidad de María considero es difícil opinar. Gritar Jesús implicaba
desear o sugerir la muerte cruel de Barrabás que culpable o no, era parte de la
respuesta de un pueblo oprimido por un imperio romano aplastante.
Particularmente, y es una opinión muy personal, no teológica, pienso que María
guardó silencio, oraba en silencio porque sabía que su hijo Jesús si estaba ahí
era porque él así lo quería, en obediencia al Padre. Jesús señaló: “Nadie me quita la vida, yo la entrego” y
eso María lo sabía. Ese Jesús que expulsaba demonios, sanaba a enfermos, resucitaba muertos, que caminó sobre las
aguas, multiplicó los panes y que convirtió
el agua el vino ¿no tendría poder para salir de esa situación si hubiese
querido?, claro que sí. Al final, en coherencia con el evangelio, María
guardaba todas esas cosas en su corazón.
María no podía gritar Barrabás,
María se abstuvo de caer en la trampa diplomática de Pilatos que buscaba calmar
su conciencia de la tamaña decisión que tenía en sus manos. Pilatos se lavó sus
manos pero no su conciencia y María, en ese nivel de santidad no comprensible
para la mente humana, sufrió sí, lloró sí, pero no olvidemos lo esencial: jamás pecó.
Sería como recordar las palabras
del libro de Job que señalan, luego de la prueba: “En todo esto no pecó Job ni culpó a Dios” Y si esto lo hizo Job que
no era inmaculado, ¿cuánta más virtud no desarrollaría María en esta terrible
situación vivida?
¿Qué enseñanzas deja María en
torno a su vida?, muchas, porque María
es ejemplo de prudencia al hablar,
fidelidad en la prueba, aceptación sin cuestionar, amor, castidad, virtudes.
María no pecó porque vivió su vida entregada a la voluntad de su autor, de su
hacedor. María vivió para Dios y por eso Dios vivió dentro de ella, encarnado y
santificado en esa arca tan hermosa construida con esmeraldas y joyas
preciosas, esas que no tienen posibilidad de ponderarse económicamente y que
deslumbran en belleza.
No, María no gritó Jesús ni gritó
Barrabás; porque de haber dicho que liberaran a Jesús una legión de ángeles
hubiese obedecido a su reina. María pensó: “Yo
soy la esclava del Señor, hágase…según su palabra (voluntad)” Dios los bendiga,
nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
Prudencia virtudes amor, Maria guardaba todo en su corazón. Tambien creo que no gritó. Hermosa reflexión.
ResponderEliminarMe encanto
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