jueves, 16 de junio de 2016

JESUCRISTO FUE UN HOMBRE SOLO







Me gustaría aclarar, antes de desarrollar mi idea, que al hacer alusión de la humanidad de Cristo no niego su naturaleza divina, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.

Un día Jesús, en sus andanzas, expresó lo siguiente: “Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Mateo 8,20) y es que ciertamente cuando nosotros analizamos los pasos de Jesús en los evangelios notamos que las veces que Jesús era seguido, escuchado y alabado tenían una cuota de interés, de expectativa, de esperar algo a cambio. A Jesús muchísimas personas lo acompañaban, pero muchos lo hacían por interés, por curiosidad o por popularidad salpicada. Quizás por esto, luego de la resurrección, Jesús le pregunta a Pedro tres veces: “¿me amas?”.

No recuerdo un pasaje de los evangelios (pido excusas si lo hay por eso no niego del todo su existencia) de alguien que se haya acercado a Jesús solo para darle un beso y decirle: “te amo maestro, sigue adelante con tu obra”. Solo estas palabras las puedo imaginar de María hacia Jesús y del justo José. Pero objetivamente hablando Jesús lo seguían por sus obras y prodigios y por eso es que a medida que Jesús avanzaba hacia su muerte sus milagros se iban extinguiendo, enseñándonos nuestro amado Señor que la principal obra que debía quedar en los corazones de las personas no eran las sanaciones o resurrecciones, sino la conversión.

Cuando Jesús necesitó compañía, acompañamiento, defensa, lo abandonaron todos. Jesús fue dejado a una jauría de lobos disfrazados de maestros de la ley que lo enjuiciaron duramente, sus ovejas huyeron. De todos sus apóstoles creo solo Simón Pedro tenía un sentido de pertenencia de Jesús, de verdad lo amaba, pero ese amor lo fue descubriendo y desarrollando magníficamente luego de la resurrección, ascensión y pentecostés.

Si Jesús hubiese contando en vida mortal con el amor que luego, con el pasar de los años y siglos, le profesaron Padres y Doctores de la Iglesia, Santos(as), mártires, Jesús esa noche no lo hubiesen podido apresar con tanta facilidad. Porque ese amor que llevó al martirio de muchos por defender la fe hubiese sido la pared que se ofreciera en sacrificio antes de llegar a Jesús para arrestarlo.

Amamos más al mundo que a Cristo. Siendo honestos, amar a Cristo es necesariamente renunciar al mundo. Para amar a Cristo y acompañarlo hay que comprender que no somos de este mundo, así Cristo no se sentiría tan solo y no lo percibiríamos tan distante de nuestras realidades sociales, políticas y económicas.

Jesús debió ser como esos estudiantes buenos de las aulas de clases que muchos buscan para poder pasar un trabajo, una explicación académica pero que pocos sienten amor por ellos. Jesús fue útil hasta que no lo pudo ser más, o no quiso serlo más (con la crucifixión). Jesús amó, y amó hasta el extremo y no condicionó su amor a una suerte de feedback emocional; al contrario, nos amó porque no sabe hacer otra cosa que amar. Y Jesús demuestra que acompaña siempre, aún cuando físicamente no lo veamos. Así lo vivió Natanael cuando Jesús le señaló: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. (Juan 1,48). Sí, Jesús siempre nos acompaña pero nosotros no, por lo menos lo admito, yo no.

Así la fe es una suerte de acompañar a Jesús, darle espacio en nuestras vidas para que nos acompañe en todos los momentos de nuestras vidas, nos transforme. No por lo que nos pueda dar, porque seríamos iguales a los de su tiempo, no por lo que nos puede curar porque seríamos iguales a los de su tiempo, no por lo que nos puede evitar porque seríamos iguales a los de su tiempo; sino por lo que es, por la persona que es, porque su relación con el Padre y Espíritu Santo. Amarlo por ser Dios, por ser perfecto, incondicional. Amar sus proyectos (entre ellos la Iglesia Católica), sus normas (explicadas en el catecismo de la Iglesia Católica), amar su voluntad, aunque contradiga la nuestra, amarlo por ser Jesús, no por lo que hace Jesús. Esa es la diferencia entre acompañar a una persona por lo que es a estar con ella por lo que nos puede dar, lo primero es amor, lo segundo interés. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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