Me gustaría aclarar, antes de
desarrollar mi idea, que al hacer alusión de la humanidad de Cristo no niego su
naturaleza divina, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
Un día Jesús, en sus andanzas,
expresó lo siguiente: “Las zorras tienen
madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde
recostar la cabeza” (Mateo 8,20) y es que ciertamente cuando nosotros
analizamos los pasos de Jesús en los evangelios notamos que las veces que Jesús
era seguido, escuchado y alabado tenían una cuota de interés, de expectativa,
de esperar algo a cambio. A Jesús muchísimas personas lo acompañaban, pero
muchos lo hacían por interés, por curiosidad o por popularidad salpicada.
Quizás por esto, luego de la resurrección, Jesús le pregunta a Pedro tres
veces: “¿me amas?”.
No recuerdo un pasaje de los
evangelios (pido excusas si lo hay por eso no niego del todo su existencia) de
alguien que se haya acercado a Jesús solo para darle un beso y decirle: “te amo maestro, sigue adelante con tu obra”.
Solo estas palabras las puedo imaginar de María hacia Jesús y del justo José.
Pero objetivamente hablando Jesús lo seguían por sus obras y prodigios y por
eso es que a medida que Jesús avanzaba hacia su muerte sus milagros se iban
extinguiendo, enseñándonos nuestro amado Señor que la principal obra que debía
quedar en los corazones de las personas no eran las sanaciones o resurrecciones,
sino la conversión.
Cuando Jesús necesitó compañía,
acompañamiento, defensa, lo abandonaron todos. Jesús fue dejado a una jauría de
lobos disfrazados de maestros de la ley que lo enjuiciaron duramente, sus
ovejas huyeron. De todos sus apóstoles creo solo Simón Pedro tenía un sentido
de pertenencia de Jesús, de verdad lo amaba, pero ese amor lo fue descubriendo
y desarrollando magníficamente luego de la resurrección, ascensión y
pentecostés.
Si Jesús hubiese contando en vida
mortal con el amor que luego, con el pasar de los años y siglos, le profesaron
Padres y Doctores de la Iglesia, Santos(as), mártires, Jesús esa noche no lo
hubiesen podido apresar con tanta facilidad. Porque ese amor que llevó al
martirio de muchos por defender la fe hubiese sido la pared que se ofreciera en
sacrificio antes de llegar a Jesús para arrestarlo.
Amamos más al mundo que a Cristo.
Siendo honestos, amar a Cristo es necesariamente renunciar al mundo. Para amar
a Cristo y acompañarlo hay que comprender que no somos de este mundo,
así Cristo no se sentiría tan solo y no lo percibiríamos tan distante de
nuestras realidades sociales, políticas y económicas.
Jesús debió ser como esos
estudiantes buenos de las aulas de clases que muchos buscan para poder pasar un
trabajo, una explicación académica pero que pocos sienten amor por ellos. Jesús
fue útil hasta que no lo pudo ser más, o no quiso serlo más (con la
crucifixión). Jesús amó, y amó hasta el extremo y no condicionó su amor a una
suerte de feedback emocional; al contrario, nos amó porque no sabe hacer otra
cosa que amar. Y Jesús demuestra que acompaña siempre, aún cuando físicamente
no lo veamos. Así lo vivió Natanael cuando Jesús le señaló: “Antes de que Felipe te llamara, cuando
estabas debajo de la higuera, te vi”. (Juan 1,48). Sí, Jesús siempre nos
acompaña pero nosotros no, por lo menos lo admito, yo no.
Así la fe es una suerte de
acompañar a Jesús, darle espacio en nuestras vidas para que nos acompañe en
todos los momentos de nuestras vidas, nos transforme. No por lo que nos pueda
dar, porque seríamos iguales a los de su tiempo, no por lo que nos puede curar
porque seríamos iguales a los de su tiempo, no por lo que nos puede evitar
porque seríamos iguales a los de su tiempo; sino por lo que es, por la persona
que es, porque su relación con el Padre y Espíritu Santo. Amarlo por ser Dios,
por ser perfecto, incondicional. Amar sus proyectos (entre ellos la Iglesia
Católica), sus normas (explicadas en el catecismo de la Iglesia Católica), amar
su voluntad, aunque contradiga la nuestra, amarlo por ser Jesús, no por lo que
hace Jesús. Esa es la diferencia entre acompañar a una persona por lo que es a
estar con ella por lo que nos puede dar, lo primero es amor, lo segundo
interés. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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