Profesor Spaemann, tras la reciente
entrevista publicada por el portal infocatólica donde aborda su visión de la
encíclica Amoris Laeitita del papa Francisco, me motivo a dirigirle estas
líneas. Le confieso no lo hago ni como profesor ni como teólogo porque ninguna
de las dos profesiones las tengo, quizás mi gran debilidad es el amor que
aprendí a tenerle a la Iglesia y a sus autoridades, comprendiendo que la
condición humana de todos sus miembros (de la Iglesia) nos hace proclive al
error y que eso se combate con oración y confianza en aquel que impulsó el
nacimiento de esta iglesia que hoy llamamos católica, universal, o sea, confianza
en Dios.
Es hermoso que mencione las
enseñanzas de hombres santos como San Juan Pablo II y también que recuerde el
legado apostólico que ha tenido la Iglesia durante siglos en relación a la
familia. Muchos de esos dogmas y enseñanzas también fueron producto de
discusiones humanas, no fueron como los diez mandamientos que entendemos nos
los dio “el dedo de Dios”. Así la
Iglesia creció con su tiempo, con sus realidades y de manera infalible atinó en
cada momento inclusive cuando le tocó vivir, como ahora, muy contracorriente a
las demandas del mundo. Así, el punto clave es no perder el norte de quién
gobierna y rige la Iglesia, ese Dios que eligió a los papas de antes,
incluyendo a San Juan Pablo II y que
también escogió a Francisco, y que si lo escogió es porque él también
hereda la voluntad de Dios y porque sabía los
riesgos que asumía (si cabe el término) a la hora de poner a este hombre
del sur en el máximo cargo de nuestra amada Iglesia Católica.
El papa ya no es Juan Pablo II,
ni Benedicto XVI, es Francisco. Y es muy peligroso revelarse a los designios de
Dios y entender que este tema es solo un asunto de hombres, de poder y de
institucionalidad. ¿Usted no ve en Francisco y en el dogma de infalibilidad que
acompaña a su cargo a la voluntad de Dios?
Viví un matrimonio de 2 años y 9
meses con una persona divorciada. Y siempre entendimos que no debíamos
comulgar, en obediencia con la Iglesia. Ella desde el año 2009 había
introducido una causa de nulidad porque tuvimos el deseo de casarnos por la
Iglesia, sin atajos. Ese deseo, 7 años después, con su repentina muerte, no se cumplió,
pero sí vi como el amor de Dios se apoderó de ella desde que el cáncer se lo
detectaron el año pasado. El camino a la gracia en ella no fue el convencional,
pero llegó. Tuvo la unción de los enfermos, se oró por ella, el sacerdote le
perdonó sus pecados y yo ahora, con su partida, camino hacia mi propia
conversión. Ese proceso no es el camino recto que a veces pensamos debería ser,
pero existe. Y existe porque si bien como usted afirma no se debe desistir en
predicar la conversión, tampoco debemos pretender que entendemos la
misericordia de Dios mejor que Dios mismo.
Francisco trajo un mensaje que la
Iglesia necesitaba, el mensaje del amor. De hecho imagino que este lenguaje
aparentemente tan permisivo sonaba igual en los tiempos de Jesús. ¡Con qué facilidad
Jesús perdonaba pecado!, no profundizaba mucho en causas y condiciones,
perdonaba y convertía. La gente experimentaba
el amor de Dios y de esa experiencia venía la conversión. Ese camino
también resulta y, me atrevería a decir, fue el único que Jesús aplicó.
Exponer una desobediencia al
papa, una suerte de “ignoremos sus
locuras” es una bofetada al rostro de Dios. Reitero, a Francisco lo eligió
Dios por medio del Espíritu Santo y, a ejemplo de Santa Catalina de Siena (cuya
fecha celebramos hoy), no hay camino más seguro para la fe que estar del lado
del Santo Padre, del Magisterio.
Esta afirmación suya me preocupó
mucho: “Cada cardenal, pero también cada
obispo y sacerdote está llamado a defender en su propio campo el orden
sacramental católico y profesarlo públicamente. Si el Papa no está dispuesto a hacer correcciones, le tocará al
siguiente pontificado poner oficialmente las cosas en su sitio”. Admiro
su seguridad, yo prefiero confiar en el cargo de quien se dice es santo,
infalible y es autoridad legítima. Le temo más a los magisterios paralelos que
al magisterio real, ese camino ya lo recorrió Lutero, anglicanos, lefebvristas.
Somos muy atrevidos a la hora de predecir una catástrofe para la Iglesia porque
el papa predique el amor, como si el amor no fuese un camino efectivo a la
conversión.
Como usted, yo no estoy a favor
de la comunión de los divorciados en nueva unión con práctica de relaciones
sexuales, ni a favor de las uniones homosexuales, pero acá por encima de la ley
está la persona que hay que acercar a Jesús, hay que permitirle experimentar el
amor de Dios. La Iglesia ha tenido la percepción de muchos, por años, de ser la
castigadora, la que todo prohíbe, y esa imagen ha alejado al pecador del amor
de Dios, una trampa muy del demonio, porque quien no experimenta el amor de
Dios no se motiva a la conversión. Eso no es sinónimo de ofender lo sagrado,
pero sí un impulso de la oveja perdida de querer volver con su legítimo pastor.
En esa exégesis de lo que queremos
creer que el papa Francisco quiso decir la realidad es que nada ha cambiado de
la doctrina. Pienso solo se introdujo en la visión a la misericordia de Dios. Si hay sacerdotes, obispos y cardenales con
magisterios paralelos, dando hostias a personas con pecado mortal, apoyando el
pecado, recuerde, cada quien rendirá cuentas ante Dios. El motivo de esta carta
estimado profesor es tener cuidado en la formas, porque quien se oponga al papa
se opone a la voluntad de aquel que lo eligió. Dios lo bendiga, nos vemos en la
oración.
Lic. Luis Tarrazzi
P/D: Acá el link del artículo que motivó esta respuesta http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=26522
P/D: Acá el link del artículo que motivó esta respuesta http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=26522
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